Entre los pobres, las campanadas de las cooperativas suenan en tiempo de crisis.

Vicente Morín Aguado

La fabrica VioMe en Thessaloniki, Grecia. Foto: Konstantinos Tsakalidis

HAVANA TIMES — Desde Grecia suena fuerte el badajo, anunciando que los obreros de la industria minera conocida como VioMe, en Tesalónica, ocuparon la fábrica, convirtiéndola en una cooperativa bajo el sistema de autogestión, luego que en el 2011 los dueños abandonaran la industria, dejando de pagar los salarios a sus trabajadores.

Después de 20 meses sin cobrar y apelando a la solidaridad internacional con el objetivo de financiar la puesta en marcha, VioMe volverá a producir, ahora según el sindicato, “sin explotación, sin desigualdad y sin jerarquía.”

En Cuba, desde arriba, el gobierno extiende la idea cooperativista hasta las ciudades, tratando de paliar una crisis persistente de la economía, marcada por el subempleo, los salarios totalmente deprimidos respecto a los precios y la ineficiencia productiva, cuyo símbolo es la corrupción generalizada.

Tal parece que las cooperativas tienen su momento cuando la crisis arrecia y no hay otras soluciones a mano. Soy escéptico porque en el caso griego, una sola fábrica precisó de muchos meses de apoyo solidario, recaudando el dinero necesario para volver a funcionar. Evidentemente por la vía filantrópica no puede resolverse el problema de los helenos.

Lo interesante es el paso dado, el ejemplo que puede propiciar una conducta a seguir por cualquier gobierno responsable, si tiene la voluntad política de emplear adecuadamente los voluminosos recursos financieros incluidos en los paquetes de ayuda recibidos desde el exterior, evitando el fraude, la evasión de impuestos y sobre todo, dejando de seguir rescatando a los antiguos propietarios que hasta hoy, inmoralmente y sin eficiencia, fallaron.

Cuba debe valorar estas experiencias, aplicándolas de forma particular, pues partimos de un estado socialista económicamente ineficiente y con problemas similares en cuanto al desempleo. Hay notables diferencias respecto al caso europeo, pero si damos a los cooperativistas los derechos que merecen, asegurando el cumplimiento de sus deberes contractuales, podemos alcanzar una vía razonable para avanzar hacia un futuro mejor.

Datos simples muestran que si el gobierno cubano planea reubicar a más de un millón de trabajadores, según cifras preliminares, tendremos obviamente un desempleo real superior al veinte por ciento de la población laboral activa, algo similar a los agudos y tan cacareados casos de Grecia o España.

El líder sindical griego Makis Anagnostu dio una respuesta válida para ellos y para nosotros: “Las fábricas bajo control obrero son la única respuesta razonable a la tragedia que vivimos todos los días, la única respuesta al desempleo.”

Auténtico control obrero y base legal como propietarios para los asociados. La campana del despertador está sonando.
—–
Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu

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