En Cuba: un día de película

Warhol P.

Banco en la Calle Galiano.

HAVANA TIMES — La persona que lea este artículo, podrá decir que exagero o que tal vez se trata de un guión escrito por Almodóvar que es tan dado al drama y la comedia.

Otros podrán alegar que soy una persona con muy mala suerte, y otros, que lo que cuento no pasa de ser una falsedad, o que escribo para enriquecerme y que los del imperio están patrocinando mis artículos, cosa bien distante de la realidad.

En cambio, nada es más verídico que esta historia que aconteció en mi vida hace apenas unos días en esta maravillosa ciudad.

Resulta que debía cobrar un cheque por un derecho de autor, recibir la noticia me contentó, porque el dinero nunca está de más y como nuestra crisis es eterna y por lo general nunca tengo dinero ni para comprar huevos, pues en el momento de la noticia me sentí el hombre más feliz de la tierra.

Hasta ahí todo bien, de camino al centro de La Habana sentí un poco de temor pues pensé que la persona que debía entregarme el cheque podría haberse ausentado del trabajo y yo hacer el viaje en vano, pero me equivoqué, porque llegando al sitio, encontré a la persona que amablemente me entregó el respectivo cheque.

Saliendo del lugar me di a la tarea de buscar un banco, porque ya eran casi las doce del día y necesitaba del dinero para comprar algo de comer, y luego ir a una farmacia para comprar un medicamento que el medico me había recetado para el estómago.

Es en esta parte de la historia donde comienzan los dolores de cabeza. El primer banco que encuentro en mi camino estaba cerrado por fumigación. No entendí porque debían fumigar un banco tan temprano, o sea, ese banco ya estaría cerrado hasta el  día siguiente.

No pude hacer otra cosa que buscar otro banco y ponerme un punto en la boca.

Crucé por el parque central y luego de una larga caminata encuentro otro banco, cuando intenté entrar, un señor que permanecía sentado justo al lado de la puerta, me dice que estaban cerrados, que habían terminado a las doce del día.

Es en este punto cuando comienzo a impacientarme, y a sentirme incómodo, porqué cómo es posible que en un país que necesita progresar y dar bienestar a sus ciudadanos ocurra esto, dos bancos cerrados, y yo sin un centavo en el bolsillo, con un cheque por cobrar.

El trabajador me dijo que podía ir al banco que estaba mas adelante, en Galiano, entre Reina y San José, este debía cerrar a las tres de la tarde. Llegando había una cola de unas ocho personas, respiré profundo y me sentí mas aliviado, supuse que entraría  rápido.

Luego de unos quince minutos, noto que la fila continua en el mismo sitio, otras personas comienzan a llegar, pero nadie entra al banco, en la fila algunas personas que al parecer vivían cerca, se quejan por la demora que caracteriza al banco, algunos alegan que en otras o ocasiones se han quejado por la demora pero nada ocurre.

Una señora me dice que los peores días son cuando llega el día de pagarles la chequera a los ancianos que muchos tienen entre setenta u ochenta años y que están aquí durante horas de pie, y a nadie le presta interés a la situación.

Considero que habría que poner a Fidel Castro con su hermano en una de estas colas para que sepan lo que es esto, pero qué podrán saber ellos de colas.

Estoy seguro de que sí han de saber que vivimos en el país de las colas, pero no creo que alguna vez hayan compartido una con estos viejitos.

Pasan cuarenta minutos y solo entran cuatro personas, luego aparecen algunos amigos y entran como si los demás no existiésemos, otros quieren ponerse delante y entonces cuando se arma el desorden, porque todo el mundo está tan cansado de estar parado que sienten la necesidad de entrar de una vez para resolver su problema.

Al fin entro, y me siento en una de las banquetas frente a unos seis cajeros de los cuales solo funcionaban dos, pues solo había un joven y una señora brindando servicio, al rato de estar sentado, llega otra cajera que al parecer estaba almorzando, se sienta y comienza a charlar con un trabajador de seguridad, hablan y hablan, antes de ponerse a trabajar de una vez, pasan alrededor de unos veinte minutos, muchos de los que ya estamos dentro nos miramos, sonreímos, porque no podemos hacer otra cosa y continuamos sentados alrededor de otros quince minutos.

Cuando me toca, debo ir con la señora que atendía la caja 2, llego a la ventanilla y me dice que debo esperar porque tiene mucho dinero que debe contar. Regreso a mi puesto y espero unos diez minutos para entonces pasar al cajero que si mal no recuerdo era el 5, donde atendía el joven con cara de malas pulgas, ya frente a él, doy las buenas tardes y él me mira con mala cara, pensé que no estaría pasando un buen día, o tal vez no le gustaban los homosexuales.

Le entregué el cheque, el cual poco le faltó para examinarlo con un microscopio, y así, mirándolo por delante y por detrás, con mirada de asesino, me dijo que no podía pagar dicho cheque porque tenía una firma escrita sobre un cuño, y eso era incorrecto, le expliqué que llevaba mucho tiempo esperando, pero aún decía un no con la cabeza.

A punto de caer muerto por un infarto, le pregunté si él podría hacer alguna consulta con sus superiores. Volvió a mirar el cheque y desde su asiento comenzó a gritarle a un hombre que se veía a través de un cristal, gritó varias veces hasta que el señor apareció y le explicó la situación del cheque.

Este señor examinó el cheque, y le dijo que no había ningún problema pero de todos modos creyó conveniente ir a ver a otra persona, se llevó mi cheque y el joven con otra mala forma me dijo échate pá allá, al parecer yo no podía estar frente a la caja, o me vio cara de estar infectado con un virus letal y contagioso.

Otra persona pasó para ser atendida por él y al rato regresó el señor con mi cheque el cual según dijo estaba correcto, y podía pagarlo sin problemas.

Aún así, el joven continuaba diciendo que si estaba mal no se iba a buscar ningún problema.

Finalmente me entregó el dinero, yo le di las buenas tardes, y sin mirar atrás salí del banco.

Inmediatamente fui a la farmacia a comprar mi medicamento y al llegar a la farmacia solo había una dependienta, estaba sentada sacando cuentas con una calculadora, le pregunto si hay el medicamento que necesitaba, y no me responde.

Vuelvo a preguntar, y parece estar sorda pues no responde, ella solo saca cuentas, al parecer soy un hombre invisible.

Determino no comprar el medicamento, voy por un taxi, nunca cojo taxi, son caros, pero hoy podía darme el lujo, porque sabía que si me montaba en una guagua a las tres de la tarde, no iba a llegar a casa con vida.

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