En Cuba: El tiempo que nos pasa

Warhol P

Foto: Juan Suarez

HAVANA TIMES — Leyendo una revista internacional encontré una frase de Confucio que llamó mi atención: “En un país bien gobernado, la pobreza es algo de lo que avergonzarse. En un país mal gobernado, la riqueza es algo de lo que avergonzarse”.

A raíz de estas palabras pasé buena parte de la noche pensando. En realidad se me hacía difícil conciliar el sueño, creo que de haber tenido un arma habría disparado a mi cabeza para librarme de tantos pensamientos encontrados, pero preferí tomarme un antihistamínico que me hace dormir.

Tampoco soy partidario del suicidio, porque si no lo hice por los años noventa, porqué hacerlo ahora, soy de los que piensa que el ser humano ha de seguir siempre hacia adelante sin importar las adversidades, ¿y acaso no es eso lo que hacemos los cubanos y cubanas de hoy día? Aguantar sin decir ni J, siempre soportar, aunque la soga jamás se parta.

Por mi mente pasó que nací aquí, y por ende esta es la patria que me tocó, y la quiero, pero me doy cuenta de que el tiempo pasa, supongo que muchos piensan lo mismo, ya cumplí cuarenta años, y hago un pequeño inventario de lo que ha acontecido en mi vida.

Se me han muerto cinco perros, ahora tengo un gato pequeño, que en su momento de igual modo morirá, pero nació bajo este cielo, o sea, mis perros eran de nacionalidad cubana al igual que el gato negro, considero que el gatito ha tenido suerte, porque ser un gato negro nacido en Cuba, donde dicen que no hay racismo, ya es un privilegio.

Ninguno de mis animales tuvo buena alimentación, porque si para nosotros los humanos nacidos en esta tierra bañada en revolución, o mejor dicho, de involución, hay muy poco, ellos, animales al fin, tenían que conformarse con lo que se les tirase a la boca. (Y aclaro, que el gatito actualmente desconoce lo que son espinas de pescado.)

Mi padre también murió: Juan Armando Perea Hernández, ese era su nombre, fue combatiente de la revolución, sus restos descansan en el panteón de los combatientes en el cementerio Colón, eso es un gran honor, supongo. Mi padre murió sin glamour, desnudo, en la pobreza total, sin ni tan siquiera un televisor para ver las noticias, o un refrigerador para hacerle duro frío.

Murió de cáncer, y en el tiempo que estuvo en casa convaleciente, ninguno de esos supuestos combatientes revolucionarios vino a visitarlo para ver si necesitaba algún medicamento.

Cafetería. Foto: Juan Suarez

Aún como recuerdo guardo algunas de sus medallas honoríficas, que ni siquiera sirven para hacerme una sopa o echárselas a un potaje de frijoles colorados, que dicho de paso, por estos días en el mercado la libra está a quince pesos. Y todo lo comestible, aun teniendo mala calidad lo venden a un precio risible.

No quiero poner interés en nuestras miserias porque detesto ser retórico, ya de este tema he escrito alguna vez.

Para esos asuntos de decir una y otra vez lo mismo, pero disfrazado, dejemos a nuestros gobernantes, que a través de estos cincuenta y tantos años han sabido con argucia utilizar el recurso de la retórica en extensos discursos, para manipular a sus ciudadanos, que año tras años viven en la misma penuria.

Y se limpian las manos dando diplomas de buen comportamiento, y medallas como sin con eso se viviese.

Lo cierto es una cosa, somos pobres, sobre todo tenemos problemas de alimentación, y no entiendo muy bien la razón. Somos un país pequeño rodeado de agua, y lo que mas abunda y se expende a la población es la Claria porque esa especie de pez se echa en un estanque y en dos meses ya hay cientos de ellas, hasta salen del agua a comer gallinas.

Si cogemos un ómnibus y vamos a cualquier provincia nos daremos cuenta en un abrir y cerrar de ojos que hay miles de terrenos inutilizados, en los cuales lo mismo se pueden hacer sembrados de alimentos que construcciones ya sean de edificios o casas para la gente del pueblo que está tan necesitada.

Claro, que si tienen la posibilidad de leer este artículo enseguida van a decir que no hay recursos o que no tienen cómo pagar a los trabajadores y por supuesto mucha gente no quiere trabajar ni en el campo ni en la construcción porque los sueldos son ínfimos.

Antes vivíamos de los rusos, ahora seguramente tendremos que esperar por que Venezuela o China nos brinden su ayuda, ¿es qué acaso siempre tendremos que depender de alguien?  Por el camino que vamos, es mi criterio, ojala y este errado continuaremos en la pobreza, porque casi todo aquí mal funciona, ya ha pasado mucho tiempo; y es el tiempo el que dice la última palabra.

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