El sexo público en el boulevard de San Rafael no es una excepción

Vicente Morín Aguado

Entrada a un motelito de la calle Monte.

HAVANA TIMES — El reciente video que ha escandalizado al mundo, mostrando el rostro de una sociedad en descomposición, no es excepcional. La diferencia está en la indetenible proliferación de los teléfonos móviles, combinado con el acceso a la Internet.

Hay mucho más para contar:

Junto a la entrada de la vistosa iglesia gótica del Sagrado Corazón de Jesús-Reina-, cerrado el templo, pero aún alumbrando el sol, una pareja hacía el coito dos años atrás. Fueron interpelados por el cura párroco ante el llamado de los vecinos. Similar al aludido suceso del boulevard, siendo un lugar en extremo concurrido, cruce permanente de turistas, los policías brillaron por su ausencia.

Días antes de la visita del presidente Obama, efectuaron una de las acostumbradas redadas contra los ambulantes que, al parecer, afean la ciudad a la vista de visitantes ilustres. Uno de ellos escapó del centro de recogidas, al contar su aventura, recuerda ciertos detalles de su estancia en el centro de reclusión:

“Una doctora hacía entrevistas, le dije que yo tenía familia, mujer, hermanos, hasta mis padres vivos, y eso que ando por los 55. Aquello era, es, un antro de perdición. Mujeres agachadas hacían caca en el piso, hasta una pareja enredada en el sexo delante de los demás.”

Algunos antecedentes merecen recordarse a la hora de valorar el clima de sexo público en la capital cubana:

De noche, pero en la calle, aparecen chicas de barrio ofreciendo placeres del cuerpo sin pretender abandonar sus alrededores. La frase típica suele ser: “Tío, vámonos para un paso de escalera.” El resto será acordar un precio, siempre más bajo comparado con las mujeres o los homosexuales de “nivel”, que se venden en zonas específicas, bien conocidas, como la célebre calle Águila, entre Reina y Monte.

Obviamos a las tan vilipendiadas jineteras, dedicadas al turismo, soportando la presión de las autoridades.

El paso de escalera alude a ese hueco, buen escondrijo ocasional, bajo el primer tramo de escalones de cualquier edificio. Aunque ligeramente escondidos, los amantes no dejan por ello de hacer sexo público en semejante sitio.

Ahora muchas puertas de acceso a estos pasos de escalera están bajo llave, cuya réplica poseen los residentes del inmueble, buscando protección ante el desparpajo.

Entonces los practicantes del sexo público se van a los parques, donde no asombra ver a una pareja de cualquier variante si de preferencias se trata, ejecutando un coito apenas disimulado por la oscuridad de la noche y las ropas a medio quitar.

Se han reportado casos de agresiones letales entre amantes rivales, inclusive con guardianes del orden implicados, también víctimas de la incontrolable violencia que acompaña tales asociaciones de individuos.

El asunto es particularmente grave porque la casi totalidad de los implicados son jóvenes. Es  notorio que la juventud significa impetuosidad, descarga de energías, pero décadas atrás tales manifestaciones no existían. Cuando dos personas precisaban unirse sexualmente fuera del ámbito hogareño, contaban con las posadas, mini hoteles donde era posible alquilar una habitación discreta, limpia y barata.

Había más de 200 posadas en La Habana, desaparecieron. Ahora resurgen como motelitos gestionados por particulares. Luego de preguntar en varios de ellos, una dueña aclaró: “Cobramos 50 pesos la hora, aceptamos parejas de cualquier tipo siempre que respeten las reglas, nada de homofobia, esto es servir, es un negocio.”

La juventud actual creció fuera de tales posibilidades, incluso los precios les parecen altos, innecesarios, la evidencia es que a estos practicantes del exhibicionismo amoroso le asiste una total falta de respeto hacia las normas morales que rigen la urbanidad.

El caso del boulevard de San Rafael no es excepcional, clasifica como extremo desbordado de un maremoto social, originado por el creciente deterioro de la crisis de valores que azota al país.

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