El PCC creó y mantiene una nueva forma de discriminación

Vicente Morín Aguado

HAVANA TIMES — Todavía recuerdo aquella pregunta cuando me presenté como candidato a futuro profesor de historia, salido directamente de la enseñanza media: ¿Mantiene Ud. relaciones con familiares en el exterior?

Perdone algún eventual polemista la probable inexactitud de la frase, pero la pregunta se formuló así en su esencia, luego repetida al ser propuesto aspirante a la militancia de la juventud comunista. Hubo otras reiteraciones.

Me duele aquel NO que estampé en el cuestionario, me mortifica porque era real, no mantenía vínculos con mi tío y padrino, sencillamente por la imposición de mi padre, que en paz descanse, exigencia hecha por él previamente a mi madre.

Se trataba de un hombre que durante sus años en Cuba fue mi segundo padre, nos ayudó siempre, pero la naciente revolución socialista le despojó de sus propiedades.

Cuando estas cosas pasaron yo no era un filósofo, desconocía la política, padecí las decisiones de otros, inspiradas en una práctica determinada por el Partido Comunista de Cuba.

Soy socialista por convicción, puedo entender la nacionalización, pero jamás aceptaré la obligada exclusión del contacto vital con mi tío padrino, asunto extendido hasta su muerte y la de su entonces rival ideológico, mi papá.

La fidelidad al PCC, cierta o supuesta, determinada en directo por los funcionarios encargados del “visto bueno”, pero formalmente demostrada, será condición indispensable para calificar como “cooperante internacionalista.” En segundo término valorarán sus cualidades profesionales.

Se trata de un solo ejemplo, entre muchos, de la nueva exclusión creada por el Partido Comunista de Cuba, cuyos objetivos y estatutos proclaman combatir resueltamente contra la discriminación de cualquier índole.

Es obvio, faltaron y faltan a sus bases programáticas al crear una nueva forma de segregación entre las personas: la discriminación política y/o ideológica.

Dije la verdad con el No, pero falté a mi propia conciencia porque yo deseaba conocer a esa persona, cuyo acceso me fue prohibido durante años, con el argumento familiar de que, de hacerlo, podía afectar mi carrera profesional, mi ascenso futuro en la nueva sociedad.

Eran hechos reales, una respuesta diferente me traería serias dificultades en aquellos años setenta y ochenta. Les aseguro que con algunos matices, todavía es así.

Basta con indagar entre los miles de cubanos ansiosos por ganar un cupo en los programas de ayuda al exterior, Venezuela por sólo citar la oportunidad mayor, y tendrán, si hablan en coto cerrado, la adecuada confirmación.

La fidelidad al PCC, cierta o supuesta, determinada en directo por los funcionarios encargados del “visto bueno”, pero formalmente demostrada, será condición indispensable para calificar como “cooperante internacionalista.” En segundo término valorarán sus cualidades profesionales. Aún exportamos la Revolución.

En Cuba es algo parecido si se trata de ejercer una profesión, por citar algunas, Jurista, Maestro o Periodista. Es bueno aclarar que en mi país, por decisión estatal, lo cual supone partidista, el estado es el único empleador posible si se trata de esas profesiones. En fin, un círculo cerrado, agrego, vicioso.

¿Hablo o no, en derecho, de discriminación?

Hasta ahora abordé principalmente lo político, concertado en los conciliábulos de cada núcleo del PCC, junto a otras figuras influyentes de la burocracia aquí o allá, decidiendo los asuntos en debate.

De lo ideológico menos se trata porque la crisis del socialismo en la desaparecida Unión Soviética, junto a sus obligados émulos del Este europeo, ha determinado una escasa creencia en la filosofía que sustentaba aquellos proyectos socialistas.

En Cuba muy pocos apuestan a la filosofía, tan ocupados como estamos de ganar el pan nuestro de cada día, imprevisible hasta para los más connotados economistas nacionales o foráneos. Aquí se hacen escasos planes a nivel individual o familiar, es poco probable entonces discutir de filosofía.

Aún así subsisten prejuicios hacia aquellos ciudadanos que plantean crear sociedades o cualquier organización estigmatizado como opositora ideológica por los funcionarios encargados de vigilar los vigentes postulados del Partido Comunista. Havana Times, donde felizmente ahora escribo, es testigo elocuente de cuanto digo.

Una excepción que viene a poner en crisis el celo de este funcionariado aparentemente muy ortodoxo, son las instituciones religiosas, favorecidas por los acuerdos del Cuarto Congreso del mencionado Partido (1991), que definitivamente rompieron el mito de una organización compuesta por confesos ateos marxistas leninistas.

Considerando los tangibles avances de la Revolución cubana en materia de erradicar las tradicionales manifestaciones de la segregación social, resulta contradictorio que el Partido Único, situado como dirigente por encima del estado, creó y mantiene una nueva e inadmisible forma de discriminación que lo aleja de su proclamada aspiración a ser la organización representativa de todos los cubanos.
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 Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu 

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