El camino de Cuba en el marco de un nuevo gobierno

Por Osmel Ramírez Álvarez

Raul Castro con su presidente designado Miguel Diaz Canel.

HAVANA TIMES – Ya es un hecho consumado: Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez es el nuevo presidente de Cuba. Raúl Castro cumplió su promesa de abandonar la dirección del Estado y del Gobierno este año. Se especuló mucho sobre posibles “sorpresas” de último momento que desplazaran al ya previsible candidato a la sucesión e incluso una eventual retractación de Raúl. Pero no fue así.

Incluso anunció en su clausura de la Sesión de la Asamblea Nacional que también será Díaz-Canel el próximo secretario general del Partido Comunista en 2021, cuando deje el cargo en el Congreso. El máximo dirigente (vivo) de la generación histórica de la Revolución ordenó que la fórmula de sucesión en lo adelante sea esta que se está utilizando entre él y Díaz-Canel, concentrando igualmente todo el poder en una misma persona.

Solo con una peculiaridad adicional, que Raúl consideró “estratégica” y “estabilizadora”: el nuevo dirigente del Estado y del Gobierno quedará rectorado durante los primeros tres años, hasta que asuma también el mandato del Partido, por el líder saliente que quedaría al igual que él solo a nivel partidista. Por ello mandó a preservar los cronogramas tal como están.

Este último punto, (el partidista), fue en los últimos meses el de mayor recurrencia en cuanto a la especulación. Y ha habido una gran sorpresa, pues no fueron pocos los especialistas en el tema Cuba que aseguraban que ahí radicaba la estrategia de preservación del poder en manos de la familia Castro. Ya se asumía, casi  como cierto, que el interés de Raúl era dejar ese puesto, que es el verdadero centro del poder en el modelo autoritario cubano, en manos de su hijo Alejandro Castro Espín.

Queda así descartado todo ápice de sucesión dinástica estilo Corea del Norte. Depositan toda la confianza en la preparación y adoctrinamiento de los nuevos cuadros, en sus fórmulas de control político, económico, social y militar, y en el modelo general diseñado para tener todos los hilos en pocas manos. A eso llaman “revolución” y a su esencia autoritaria, controlada y antidemocrática la cataloga de “unidad”, ambas consideradas por Raúl como “nuestra obra más hermosa” y “nuestra mayor fortaleza”, respectivamente.

Hay que reconocer que el sistema socialista autoritario en Cuba está bien diseñado. No para resolver los problemas nacionales, sino para sobrevivir, para mantenerse a flote. Aún sin que el 90% de los gobiernos del mundo aprueben el modelo cubano al cual consideran una dictadura totalitaria antidemocrática, se ven forzados por x o por y a reconocerlo, tener buenas o aceptables relaciones e incluso apoyarlos en algunos casos.

Y en relación con la política interna, Fidel fue un genio diseñando este modelo político tan bien calculado. Como bien dicen ellos mismos, “único en el mundo”. Con semejante talento, si se hubiera propuesto crear un modelo democrático hubiese sido el mejor del mundo, no cabe duda.

Pero tal vez su ego, la desconfianza con los EUA, o la mezcla de ambas cosas, inclinó su creatividad social hacia el fomento de un régimen autoritario, estatista, excluyente y manipulador, centrado no en la soberanía popular, sino en los privilegios de una élite política autoseleccionada y situada por encima de todas las instituciones en la propia constitución. A eso llaman socialismo, ¡qué desprestigio!

Solo queda el consuelo de que en lo adelante, especialmente después del 2021, cuando Díaz-Canel sea realmente el gobernante de Cuba, será menos difícil empujar hacia una apertura democrática. Precisamente porque en el imaginario popular la generación histórica obtuvo el poder por las armas y han sido los dueños de estas desde entonces, lo cual denota “poder”. Extrañamente bajo la castración del civismo y del espíritu ciudadano, trocado en espíritu de soldado, eso refuerza una especie de “legitimidad”, un fenómeno catalogado frecuentemente por críticos de nuestro pueblo como “Síndrome de Estocolmo generalizado”.

Ello significa que esta nueva casta de líderes, heredera del sistema, pero no de la aureola épica, perderá el sustento psicosocial de su mentores y tendrán que ceder o reprimir más duro, más allá de la tortura psicológica y el actuar represivo entre las sombras como han hecho hasta hoy. Todo ello, hagan lo que hagan, sería capitalizado hacia el cambio que Cuba necesita. Solo es cuestión de tiempo.

Por otro lado no podemos negar que tienen un discurso hermoso, lucen defensores de causas justas y confunden a muchos en el mundo. Como a un joven chileno que en la Cumbre de Lima le replicó a Rosa María Payá con argumentos increíbles, como que si nuestra dictadura no es como la de Pinochet no es dictadura, y que si hay educación y salud no hay que quejarse del resto de los derechos humanos negados. Muy pobre el intelecto de esa juventud de izquierda y una flaqueza cívica tremenda, el caldo de cultivo perfecto donde se ceban los proyectos autoritarios.

Por último se resalta mucho la composición del nuevo Parlamento. Solo diré que no porque tenga 80 jóvenes representará a nuestra juventud; no porque tenga más de un 40% de negros y mulatos representará a nuestros afro-descendientes; no porque casi la mitad sean mujeres representan a nuestras mujeres; no porque hayan algunos gais, que ni se atreven a decir que lo son, representan a los colectivos LGTB. Representan al Partido Comunista de Cuba, que es quien los puso en sus escaños a través de las Comisiones de Candidaturas que se les supeditan, como lo hacen propias organizaciones de donde proceden.

Díaz-Canel es tan solo un líder oficial. Claro que puede llegar a ser un gran presidente y trascender si una vez con el poder real en sus manos impulsa el cambio que Cuba necesita. Pero lo más probable es que no lo haga y tenga que ser barrido por las fuerzas democráticas o vea cómo es esa la suerte reservada a su sucesor. Porque nuestro pueblo disperso y sufrido reclama sus derechos legítimos, imposibles de conquistar por el camino trillado y fracasado marcado por Raúl en su discurso. Definitivamente otro derrotero se impondrá en nombre de la verdadera justicia.

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