El amor en Cuba se ve mutilado por la necesidad de ser feliz

Por Daniela Mojíes

Foto: Carlos Durá

HAVANA TIMES — “¿Qué se ama cuando se ama?” es el título de uno de los pensativos poemarios de Gonzalo Rojas, que abre con esta pregunta, la cual se quedó rondando en mi cabeza durante semanas y aún me parece un enigma ineludible. El amor es verdaderamente sagrado y estoy segura de su repercusión incalculable en la sociedad, así como resulta inevitable la repercusión de la sociedad en el amor.

Es cierto que los matrimonios por interés, la prostitución y los casos de violencia doméstica suceden en todos los países, se encuentre en el subdesarrollo o como potencia mundial, pero también resulta un hecho que la economía cumple un papel fundamental en esas manifestaciones de amor mutilado.

Bien conocida es la situación económica en Cuba, también es bien sabido que media entre los cubanos y la política una indiferencia glacial o un inconformismo inútil por sumiso; la mayoría parece resignarse a subsistir saliendo al paso como se pueda y algunos pocos se contentan con el lujo que resulta estar vivo.

En medio de esta realidad yo escucho a mis padres discutiendo constantemente sobre lo que vamos a comer, la electricidad, todo el dinero invertido en materiales de construcción para terminar el baño. Los escucho decirse –eso lo pagas con tu dinero- o –me debes 20-.

Me entretengo observando a mi madre cambiar el escondite de los ahorros a cada rato para que mi papá no los toque, porque “él no economiza”; los veo amargados, ariscos entre ellos, lo peor es que tengo la certeza de que serían felices de tener los gastos de la casa garantizados, porque cuando hay dinero en casa no se discute, y seriamente me pregunto si se aman, y si se aman, ¿qué significa amar para ellos?

Un amigo muy allegado me contó que desde niño su mamá le dice que se casó con su padre para no tener que seguir aguantando las goteras del techo, que hubiera sido mejor no haberlo parido, porque al final todavía pasa trabajo y los padres de mi amigo también se la pasan discutiendo por temas económicos.

A mí me hierve la sangre de ver cómo la avaricia de algunos puede calar en lo más profundo de la gente, negando lo básico que necesita un ser humano para vivir como tal. La búsqueda de la felicidad es inherente al hombre y aún en los lugares más hospitalarios resulta una polémica sentirse realizado ¿Por qué hacernos, entonces, más difícil la felicidad? ¿Por qué les resulta imposible a algunos poner el bienestar de su pueblo por encima de todas las cosas? La verdad es que para todas esas preguntas ya conocemos la respuesta.

Y qué decir de las niñas; sí, porque muchas son tan solo niñas, que llegan de provincia para encontrar algún habanero con vivienda, y si tienen suerte el sueño del extranjero que se las lleva en el avión y felices para siempre, sí, porque después de salir todos aseguran un “felices para siempre”, pero qué se hizo del amor de ellas, qué nos hacemos con el sueño en su estado puro.

La lista sigue con los maestros, doctores, gastronómicos, choferes y un sinfín de trabajadores que se atienden los unos a los otros hundidos en el desamor y la apatía por su trabajo. Un clarinetista magnífico como mi amigo trabajando en una cafetería, con el amor tan grande que tiene por la música, con un amor tan grande, pero con una necesidad aún mayor.

El dinero es tiempo de vida, tiempo que inviertes para ganarlo, que no puede ser recuperado luego y es inaceptable que los cubanos nos gastemos la vida para ni siquiera poder disfrutar de nuestro salario, y que eso nos obligue, sí, porque obliga, a recurrir a los llamados medios ilegales y luego se nos injurie por ello, que se conviertan nuestras familias en jaurías de lobos que se muerden unos a otros, las necesidades insatisfechas animalizan al hombre y eso explica gran parte de los agravios que se ven en las calles de Cuba a diario.

Me angustia decirlo, pero muchas veces el amor no puede más que el dinero; me entristece, pero es cierto. Mis padres se casaron por amor, me tuvieron por amor, siguen vivos por amor, pero no son felices porque no tienen tiempo para amar, porque en Cuba no existen las condiciones para amar; sin embargo, el amor se abre paso aún en estas tierras, los cubanos aman como pueden y aman con ganas, con cubanía.

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