De un “cubano de a pie” sobre Espacio Laical

Vicente Morín Aguado

Sentados en la parada. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — A propósito del revuelo mediático creado en torno a la renuncia de los editores de Espacio Laical, no puede olvidarse su antecedente inmediato, Espacios, una revista cuyo abrupto final hace casi una década, motivó el cambio de nombre de la publicación por el actual, determinando variaciones mucho más significativas que el detalle mencionado.

Tanto el proyecto inicial como el actual, están bajo los auspicios de la iglesia católica, pero igualmente tienen encima el ojo inquisidor del departamento ideológico del Partido Comunista de Cuba (PCC), en este caso utilizando los cristales de otro “gran hermano”, la Oficina de Asuntos Religiosos de la propia agrupación política dirigente del país. De hecho, los laicos que trabajaron o trabajen en el futuro en la revista, tendrán la doble censura del PCC y la Iglesia.

Espacios, la revista antecesora, tenía un perfil más directo, abordando asuntos de la cotidianeidad, tal y como lo haría cualquier publicación periódica nacional, pero desde una perspectiva más liberal, fuera del control directo del funcionariado estatal. Todo indica que en su atrevimiento cruzó la “línea roja” imaginaria, pero real, no permisible a un medio de difusión editado en Cuba, llegando la consabida advertencia de parte del Gran Hermano.

La alta jerarquía católica, bajo el liderazgo del Cardenal Ortega Alamino, vivía lo que el prelado llamó “una primavera de la Fe”, después de la primera visita papal y decidió aflojar la parada evitando malquistarse con el Partido Único, luego de tan largos años sufriendo una tenaz discriminación por parte del liderazgo histórico representado en esa organización política.

Entonces hubo renuncias, como la de su antiguo editor, Andrés Benítez, pero sin algarabía mediática. Andrés era un laborioso periodista, con talento demostrado además, sin embargo, ni la revista tenía el lugar prominente de hoy en cuanto a los debates en torno al futuro de Cuba, ni aquel editor era reputado en calidad de pensador-filósofo, tal como se nos presentan Veiga y Mederos.

Lenier Gonzalez Mederos y Roberto Veiga.

Aquella Espacios llegó a ser temida porque trataba directamente los asuntos que entienden “los cubanos de a pie”, una frase muy gustada por su editor. El coscorrón del PCC, apoyado por otro cocotazo de asentimiento propinado desde la iglesia, determinó cambiar hacia Espacio Laical, se adoptó un nuevo perfil más abstracto, con énfasis en el pensamiento, lejos de los derrumbes, las penurias del cuenta propismo o cualquier otro asunto peliagudo de la vida diaria.

Aún así Espacio Laical conservó el interés de numerosos lectores porque al fin y al cabo nos inducía a reflexionar en torno al impostergable debate que es el presente y el futuro de nuestro país. No obstante, en los últimos tiempos este medio impreso andaba errando el camino.

Considerando su periodicidad trimestral, con un promedio de 110 a 120 páginas por número, fuera de la red estatal de ventas, junto a su exigua tirada, eran factores que exigían un mayor espectro si se trata de los colaboradores, evitando centrarse en unos pocos, algo que lastró su pretensión de foro pensante a favor de la nación. Tal situación se agravó porque los recurrentes escritores terminaron enrolaron en largos debates entre ellos, alejándose de la mayor parte de sus lectores habituales, conformando lo que casi puede llamarse una nueva escolástica.

Bicis en la ciudad. Foto: Juan Suárez

Por su parte, ni corto ni perezoso, el PCC plantó una contrapartida, elevando la parada con Temas, otra edición impresa trimestral, de unas 140 páginas, contando a su favor los poderes del estado en toda línea, incluyendo tirada, calidad de la impresión, pago a colaboradores extranjeros, comercialización, en fin, una competencia difícil de llevar, sobre todo porque Espacio Laical mantuvo su habitual lenguaje enrevesado, timidez disfrazada, cuando su ventaja debió ser la osadía al estar fuera del sistema partidista de la prensa cubana.

En estos momentos, cuando asistimos la agitación mediática por la renuncia de los editores, ni Roberto ni Lenier nos aportan claridad sobre el asunto, al parecer les resulta muy difícil sustraerse del lenguaje utilizado por ellos en la revista durante años. Si al menos hablaran de forma clara y directa por una vez, ahora libres de las responsabilidades al frente de la revista, tendríamos argumentos para juzgar un problema del cual somos parte. Se trata de la responsabilidad compartida entre quien escribe y quien lee.

Queda por delante la incógnita del futuro, del viejo proyecto tal vez con un nuevo nombre, quizás conservando el anterior, pero es de esperar otro perfil editorial, el tercero en dos décadas. Lo importante será mantener abierto el foro, ampliarlo, diversificarlo, ganando y no perdiendo a “ese cubano de a pie”, la razón de ser de cualquier organización política o religiosa a la hora de promover un medio masivo de difusión.

Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu

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