De pescados, un pato y acciones de guerra en la Cuba surreal

Por Aurelio Pedroso  (Progreso Semanal)

Jurel. Foto: progreso semanal.us

HAVANA TIMES – En la barriada capitalina de Miramar, por indicaciones del gobierno y partido comunista municipales, la población residente en la zona conocida como La Puntilla, ya estaba advertida desde días atrás que este domingo se escucharían fuertes explosiones y ráfagas de armas de fuego en razón de un simulacro de desembarco en ese sitio donde el mar se une a nuestro poco caudaloso río Almendares.

En honor a la verdad, el ejercicio fue suspendido o el “ataque” se produjo con armas y silenciadores de ambos bandos, incluyendo bombas silentes. La gente despertó sobresaltada no por razones bélicas, de confrontación militar con el eterno enemigo, sino por los gritos de aviso de varios vecinos que a voz en cuello advertían la llegada del pescado a la bodega correspondiente. Una unidad para entre una persona y tres; dos pescados jureles, para entre 3 y 6 consumidores. A 20 pesos cubanos la libra.

Lejos de la advertencia de los organizadores del ejercicio, la gente no subió a las redes sociales el desembarco, ni mucho menos lo tergiversó como si fuese una real invasión. Los intrépidos mini reporteros de Facebook se concentraron en la distribución del jurel. Tal vez lo más significativo del acontecimiento fue el de uno que subió la comunicación del carnicero donde, por escrito, dejó por sentado que su pesa era la que valía, que no admitía otras pesas llevadas por clientes que han sido timados tantas veces que optaron por adquirir una.

Un par de horas más tarde, el pescado en venta libre y también muerto de risa en nevera porque la gente lo consideró muy caro. Y tenían razón. Si le cargamos grados militares al descontento e inconformidad de la población, había que colocarle las insignias de general.

La mañana terminó con un final que no pudo ser más surrealista. Algo calmados los ánimos, apareció a esa hora algo que ni los dermatólogos especializados en oncología recomiendan a sus peores enemigos, una anciana con un pato vivo bajo el brazo. Voceaba que lo vendía por 60 pesos, pero podía considerar rebajarlo al 50, el equivalente a dos pesos convertibles.

Por puro ejercicio de regateo e interés profesional, entablé negociaciones con la señora. No miento si el pato alternaba su mirada hacia ella al tiempo que me observaba preocupado por su destino inmediato. Finalmente, desistí de la oferta. Ella continuó la angustiosa y calurosa marcha gritando hacia los balcones. Una vez más comprobé que la alimentación es el principal combate de todos nosotros y para el cual, son imposibles los juegos de guerra.

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