De año en año, más tazas de capitalismo

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Aliento de ajo.  Foto: Amelia Cabatit Marcopoto

HAVANA TIMES — A finales del 2015 un periodista de Juventud Rebelde proclamó que el año anterior hubo una ligera disminución de los precios a los productos del mercado cubano. Los asiduos de Havana Times compartirían el estupor generado por toda la evidencia existencial en contra.

En general, muchos sitios mediáticos, con mayor o menor apertura según el origen, discuten sobre el galopante costo de la vida en nuestras calles. La preocupación llegó a tales extremos, que la última sesión del Parlamento cubano se manifestó por tomar medidas de emergencia. Justo por esos días los medios oficiales pretendían alegrarnos con la noticia de un crecimiento del Producto Interno Bruto nacional de un cuatro por ciento.

Se recordará la reiterada promesa gubernamental de que el crecimiento de la producción traería aparejada la disminución de los precios. No pocos hemos criticado tales ideas, por su completa falta de objetividad.

Personalmente, encuentro deprimente la mayoría de las intervenciones sobre el tema en los medios, así como de la actitud de los diputados parlamentarios. Y es por razones sencillas, porque se le da vueltas a un asunto sin la disposición de reconocer su verdadera naturaleza; se desprecia la necesidad de documentarse y estudiar el tema que, por demás, no es tan complicado. Es el capitalismo.

Sin la capacidad de los grandes expertos de la economía política, acá hemos apuntado en materiales anteriores un par de verdades elementales sobre esta situación. Aquellos que se precian de marxistas deberían conocerlas muy bien, y se han confirmado hasta la saciedad. Mientras tales realidades no se reconozcan, de nada valdrán las enardecidas arengas de los políticos; los golpes en el pecho de los dirigentes; los llamados a la conciencia de las personas trabajadoras sin ningún poder para cambiar la situación.

No cuestiono la cifra de crecimiento ofrecida por las autoridades. Una economía que basa su funcionamiento en resortes del mercado liberal, bajo ciertas condiciones externas positivas, puede crecer en términos macroeconómicos. Y eso es lo que hemos tenido aquí. Materias primas de importación abaratada, arreglos financieros y crediticios favorables, más una considerable suavización de las condiciones del embargo/bloqueo estadounidense: en el caso del turismo, reflejado en un aumento del 30 por ciento de visitantes. Súmesele una política interna de desregulación, y ya tiene un caldo de cultivo excelente para el crecimiento… capitalista.

Por su naturaleza intrínseca, el beneficio de este tipo de crecimiento no puede llegar a las personas trabajadoras, que componen la mayoría de la población. Este es el primer punto sobre el que hemos llamado la atención.

Por Alma Acosta

Ha crecido la producción, y ha crecido la oferta. Han crecido, porque las políticas implementadas han permitido el desenlace de ciertas trabas, previamente existentes. Pero esas mismas políticas han condicionado el tipo de crecimiento de tal oferta, de modo tal que se produce para acompañar el aumento de la demanda solvente. En Cuba ha entrado más dinero, y florece una capa afortunada que puede pagar precios más altos, que dispara el nivel de vida.

Échese un vistazo, por ejemplo, por el barrio de Miramar. Los nuevos ricos han llenado todos los espacios vacantes con el crecimiento de sus mansiones. Ha florecido un buen número de restaurantes, donde una comida cuesta mi salario mensual –que es el doble del promedio del país. Esos restaurantes no son para mí, pero tienen su clientela.

Las mercancías y servicios ofrecidos por el Estado tampoco favorecen la disminución de los precios. Un funcionario de Etecsa –monopolio estatal cubano de las telecomunicaciones– le explicó a un periodista que muchos clientes, especialmente jóvenes, les solicitan equipos de altas prestaciones, de los que cuestan ocho o diez salarios. Y yo les paso por al lado a estas personas, en las zonas públicas de navegación. Con todas las deficiencias del servicio, pagan, por un rato del mismo, de dos a tres días de mi salario. Otros productos básicos mantienen unos impuestos de circulación y al valor agregado, leoninos, dentro del mismo espacio estatal, antes de ofrecerse al consumidor final.

Hay más dinero en circulación por las remesas, la inversión extranjera, el turismo, los nuevos empresarios privados… Dentro del mismo Estado hay más recursos, sin mejores mecanismos de control, o sea, que también hay más para robarle. No se trata de que haya más justicia, sino más solvencia.

Para ser objetivos y no ignorar alguna parte buena, en el sector de la Salud se hizo un ajuste de salarios, aunque ya la inflación se lo ha comido en su mayor parte. Y también me constan otras inversiones para elevar el nivel de atención, con todo y las deficiencias internas que se presentan. Pero todavía están lejos de satisfacer todas las necesidades, y la mayoría de las personas no visita todos los días los hospitales. Y como reporta otro cronista de HT, paralelamente se aplican medidas para recortar actividades, gastos y salarios.

Entonces, en el espacio de la economía privada, la ley de la oferta y la demanda simplemente viene a establecer el equilibrio a través de los precios. Llueven las quejas sobre la retención de mercancías, la especulación, la coordinación monopólica entre empresarios para optimizar ganancias a costa de los clientes. Son todos mecanismos propios, naturales, para nada ajenos, al mercado y a la dichosa oferta y demanda. Es necesario despojarnos de toda candidez. Sencillamente, así se explica en todo el rango de las teorías objetivas de la economía política. En el capitalismo no se juega “al suave”.

Foto: Ali Assef

En estas condiciones, alegar que “Cuba es un país socialista, no puede funcionar así” constituye otra cándida abstracción. Lo que determina el funcionamiento de un sistema socio económico son sus fuerzas productivas y sus relaciones de producción, no palabras teóricas. “El Estado tiene que intervenir, regular precios, multar las infracciones”, son retrocesos a medidas requete probadamente ineficaces. La insatisfacción popular volvió a alcanzar niveles de efervescencia, y los políticos volvieron a la actitud demagógica de pretender defender al consumidor del demonio que ellos mismos alimentan con las reformas actuales.

¿Qué consecuencias se reportaron, tras el último intento de regular los precios del agro? Desabastecimiento, la felicidad del mercado negro. Si hay algo que funciona peor que el mercado “libre”, es la intervención de un ente burocrático y funcionarios (inspectores y sus escalas jerárquicas) corruptibles.

En resumen, el crecimiento, se ve. Pero no es para todos, ni siquiera para la mayoría. El nuevo juego ha establecido nuevas reglas, y los ganadores se lo llevan todo. Lo más doloroso será el crecimiento de la desigualdad, de la pauperización de las mayorías trabajadoras sin accesos a las nuevas fuentes de enriquecimiento.

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