Cuba y EE.UU. con Obama y en la espera de Trump

Barack Obama durante su visita a Cuba en Marzo, 2016.

Alberto N Jones

HAVANA TIMES — A pocos días de finalizar la difícil y convulsa presidencia de Barack Obama, opiniones encontradas no permiten precisar cuál ha sido la resultante de su gestión y menos aún cómo será recordado por  historiadores y académicos.

Lo único cierto es que Obama asumió la dirección del Gobierno de los Estados Unidos en las  peores condiciones de su historia, al heredar dos grandes guerras en Iraq y Afganistán con cerca de 200,000 soldados en el teatro de operaciones, el colapso de la industria de bienes raíces, la amenaza de  quiebra bancaria y financiera y la pérdida de miles de empleos todos los días.

Peor aún fue la abierta hostilidad del Congreso en manos del partido Republicano que juró entorpecer cuantas leyes fueran  sometidas a su consideración y un compromiso público de reducir su Administración a un periodo de cuatro años. Envalentonados, se escucharon las peores manifestaciones racistas  al cuestionar su lugar de nacimiento  y de llamarlo mentiroso en medio de un solemne discurso del Estado de la Nación.

Cualquier criterio a favor o en contra que se tenga de su mandato, es imposible negar que al cabo de 2-3 años de su toma de poder y a pesar de los enormes obstáculos que le interpusieron, los grandes males que heredó habían sido detenidos o revertidos y los soldados comenzaron su regreso a casa.

Contraviniendo toda lógica, el presidente Obama ganó arrolladoramente su reelección que le permitió dedicar más tiempo a las relaciones internacionales y  a su legado, entre ellos Cuba.

Las delicadas negociaciones entre los Estados Unidos y Cuba, bajo los auspicios del Vaticano, culminaron con la histórica declaración conjunta  del 17 de diciembre del 2014, en la cual ambos países expresaron su intención de trabajar para normalizar las relaciones diplomáticas interrumpidas y saturadas de conflictos y odios por medio siglo.

Pocos en el mundo estaban preparados para el arribo a Cuba del presidente Barack Obama con toda su familia sin gala, protocolo ni pretensiones, cuya modestia impactó positivamente en el cubano promedio, que pudo verse reflejado en este hombre sencillo.

Niños en Matanzas. Photo by Bill Klipp.

Cuba le permitió moverse libremente por La Habana, visitar donde quisiera, hablar con cuantas personas pudo y se le ofreció el podio del teatro Alicia Alonso donde habló en vivo y directo al pueblo de Cuba y el mundo.  Su discurso conciliador y esperanzado en consolidar su legado sugirió erróneamente que se echara a un lado el pasado.

La reacción no se hizo esperar con la reflexión del Comandante Fidel Castro dirigida al “Hermano Obama”, que debió haber bastado.  Lo inesperado, lamentable y autodestructivo fue el barraje de artículos oportunistas subsiguientes que creyeron encontrar una presa fácil, haciendo leña lo que debió haber sido una visita exitosa y unificadora para ambos pueblos, que terminó dolorosamente ofendiendo a millones de afroamericanos y otras minorías alrededor del mundo.

En uno de los primeros discursos pronunciados por Fidel Castro en 1959, él  alertaba acerca de los bombines o los aparecidos a última hora que tratarían de aprovechar la coyuntura para montarse en el carro de la victoria.

La nueva dinámica entre los Estados Unidos y Cuba ha propiciado la aparición en  años recientes de infinidad de personajes de procedencia desconocida al frente de grupos, asociaciones y comité de embullo, que aparecen en primera plana en cuantas actividades inaugurales, conmemorativas, políticas, económicas o sociales que tienen lugar en ambas embajadas.

Mientras, hombres y mujeres humildes del pueblo, que enfrentaron cuantos ataques se llevaron a cabo en contra de las instalaciones de Cuba en los Estados Unidos, que combatieron físicamente en las calles de Miami, que fueron marginados, amenazados y algunos perecieron, participaron en cientos de actividades solidarias, viajaron a Cuba cuando era prohibido y sufrieron represalias, estigmas y rechazos por amigos y familiares, han sido excluidos de estos eventos.

Tal vez influenciados por los nuevos amigos de Cuba, las negociaciones entre los dos países se movieron a paso de jicotea, se llegaron a acuerdos secundarios como el de Internet y las visitas de celebridades de la farándula, mientras se desaprovecharon oportunidades comerciales clave y se persistió en la derogación del embargo y la devolución de la Base naval, ambas dependientes del Congreso y fuera de la autoridad del presidente.

Donald Trump en Miami durante su campaña. Foto: miamiherald.com

Esa lamentable dilación pudiera afectar negativamente al país ante las incertidumbres, inestabilidad y conducta errática de Donald Trump, quien pudiera tratar de revertir la región a los días trágicos y lúgubres de George W. Bush.

Aunque de manera tardía, Cuba puede propiciar la creación inmediata de empresas mixtas millonarias con los Estados Unidos en la industria azucarera, citrícola, piñas, café, cacao, ganaderia, fresa, vegetales y plantas ornamentales, producidas en terrenos costosos, sin agua y alto consumo de insumos.

El estancamiento económico del país, la reducción de las importaciones, mejoría alimentaria, normalización del abastecimiento y la erección de un escudo económico capaz de neutralizar cualquier zarpazo de la nueva administración, es un deber ineludible para preservar la paz y el futuro de la región.

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