Cuba Vista por “Think Tank” de EE.UU.

Reseña de Philip Peters’ “A Viewer’s Guide to Cuba’s Economic Reform“, Arlington, Virginia: Lexington Institute, 2012

Por Samuel Farber*

HAVANA TIMES — Este es un estudio comprensivo, preparado para el Lexington Institute por Philip Peters, un perito sobre Cuba, sobre los cambios económicos que se han dado en la isla desde que Raúl Castro asumió el poder.

Describe en detalle las políticas económicas adoptadas en años recientes, desde la apertura  al crecimiento del trabajo por cuenta propia hasta los cambios en la agricultura y la reforma fiscal, y presenta un resumen junto con un “Guía para el lector” que agrupa los cambios por sector económico, y apéndices que incluyen una cronología de todos estos cambios.

Pero a pesar de ser informativo y útil, el estudio carece de perspectiva. No indaga, por ejemplo, si los miles de micro-negocios que recientemente se han abierto en Cuba pueden propiciar un despegue económico.

Peters no analiza el impacto que diferentes cambios pueden tener en la economía cubana. Por ejemplo, el gobierno cubano ha autorizado a los campesinos particulares a vender directamente, sin que el estado intervenga, a las empresas turísticas. Esta política puede tener consecuencias más importantes que el brote de miles de microempresas.

Asumiendo que los campesinos particulares puedan adquirir los insumos y el transporte necesario para aprovechar esa apertura, ésta nueva política puede tener consecuencias muy significativas, como un alza en los precios para los consumidores cubanos y el surgimiento de nuevos estratos prósperos de campesinos particulares, camioneros y distribuidores.

Las reformas aprobadas en el sexto congreso del PCC en el 2011, incluyen la posibilidad que las empresas estatales se declaren en bancarrota y que sean privatizadas o convertidas en cooperativas, así como la liberación de ciertos precios, lo cual estimularía la competencia entre empresas estatales y privadas.

Estas reformas pudieran conllevar a la privatización en gran escala a beneficio de los gerentes de empresas como sucedió en muchas otras transiciones post-Comunistas.

A la luz de estas reformas, y teniendo en cuenta la predicción de Esteban Lazo, un líder del PCC, en abril del 2012, que la producción del sector privado aumentaría del cinco al 40-45 por ciento del PIB en los próximos cinco años, era de esperar que Peters hubiera indagado sobre que tipo de estado y economía surgiría en Cuba si de hecho se llevaran a cabo todos estos cambios.

¿Se irá Cuba por la ruta de Vietnam o China? Es lamentable que el material tan paciente y comprehensivamente reunido por Peters no entre en este asunto.

El estudio está escrito en un tono blando que minimiza cualquier crítica e imparte un giro positivo, que a veces raya en alabanzas a las reformas de Raúl Castro.

Lo que pudiera pasar como un cierto tipo de crítica muy somera aparece en las secciones tituladas “En qué hay que fijarse”, y es frecuentemente formulada como una pregunta, en lugar de expresar directamente lo que el autor opina.

Por ejemplo, en vez de declarar abiertamente que la decisión de limitar el trabajo por cuenta propia a 178 tipos de empleos es una política errónea, Peters suavemente “pregunta” si el gobierno debiera cambiar su política y permitir el trabajo por cuenta propia en todo tipo de actividades económicas, exceptuando quizás, un cierto número de sectores o empleos cerrados a la iniciativa privada (13)

Peters es aún más tímido en lo que se refiere a los derechos humanos. Por ejemplo, menciona la liberación de 2,900 presos comunes, pero no aclara que ésta es una proporción bastante pequeña (4.8%, una cifra que yo calculé basado en datos oficiales del gobierno cubano) relativa al número total de presos comunes (26).

Cuba es todavía uno de los estados con las tasas más altas de encarcelamiento; está solamente unos cuantos países por debajo de los Estados Unidos, el carcelero número 1 del mundo.

En una sección muy amplia de su estudio sobre los medios de comunicación (27-30), cita la diversidad de puntos de vista publicados en la prensa Católica, realza los reportajes investigativos ocasionales en la prensa oficial y especialmente las quejas publicadas en la sección semanal de correspondencia del diario Granma, pero ni siquiera menciona la amplia y sistemática censura que existe en los medios masivos de comunicación oficial.

El Departamento Ideológico del PCC, encabezado por el miembro del Comité Central Rolando Alfonso Borges, “orienta” a los medios masivos de comunicación, cuya circulación es incomparablemente mayor a la de la prensa católica, con respecto a los tópicos por cubrir, y la línea política a seguir.

Esto incluye noticias del extranjero como en el caso de Siria, brindando un apoyo incondicional a Assad, así como noticias nacionales en donde, por ejemplo, se oculta el grado y naturaleza de los escándalos de los altos funcionarios del gobierno como en el caso de la compañía aérea estatal Cubana de Aviación.

Asimismo, mantiene un silencio selectivo sobre cuestiones de interés nacional como sobre lo que sucedió con el otrora muy celebrado cable de fibra óptica tendido desde Venezuela, con el que se esperaba aumentar la conectividad de un sistema muy deficiente.

Concediéndole credibilidad a Raúl Castro y a su tan encomiada apertura del sistema al debate público, Peters lo cita en el sentido de que “puntos de vistas opuestos, si no son antagónicos como en nuestro caso, constituyen un motor de desarrollo”.

Dado que es Raúl Castro quien define lo que es y no es “antagónico”, esto es un oxímoron.

Como Rosa Luxemburgo señaló, la libertad de expresión es para aquellos que están en desacuerdo, y dicha libertad tiene límites muy claros en la isla.

Asimismo, Peters presenta de manera favorable las reuniones que ocurrieron antes del sexto congreso del partido en abril de 2011, según el porque se ventilaron quejas abiertamente. Pero ni siquiera reflexiona si éste fue un proceso realmente democrático.

En primer lugar, ignora que los medios oficiales de difusión del partido tuvieron el control exclusivo de qué y cómo reportar lo que ocurrió en dichas reuniones; que la gente que participó en esas discusiones no tenía organización propia y se enfrentaron a la organización de los gobernantes, esto es, al PCC, como grupos aislados.

En vez de haber sido un debate democrático, este proceso se asemejó a un buzón nacional de quejas y sugerencias. A las opiniones y quejas que el pueblo de Cuba les presentó, los líderes del PCC respondieron de manera parecida a los gerentes de empresas capitalistas que adoptan las sugerencias que ellos consideran más útiles para administrar sus negocios.

El estudio de Peters fue patrocinado por el Instituto Lexington, un “think tank” situado en Arlington, Virginia muy cerca de Washington, que se dedica a asesorar a los señores a cargo de la política imperial, especialmente con respecto a asuntos militares y de defensa nacional.

El sitio en la red del Instituto muestra trabajos sobre temas como “La Modernización de las Flotas Aéreas del Departamento de Seguridad Doméstica” y “¿Debemos Permitir que los Chinos compren “Hawker Beechcraft?”

Philip Peters, el autor del reporte, es Vice Presidente del Instituto, y consejero del “Cuba Working Group” de la Cámara de Representantes. Antes de ser reclutado por Lexington, Peters trabajó en el Departamento de Estado bajo los presidentes Reagan y Bush, y como ayudante de alta jerarquía en la Cámara de Representantes. Lo que es muy buena y muy mala noticia.

Buena noticia porque sugiere que hay consejeros del imperio que ya no temen al chantaje de la derecha Cubano-Americana y han cesado de justificar el bloqueo económico criminal, entre las acciones agresivas del imperio.

Mala noticia porque este grupo aparentemente apoya una transición cubana orientada a la liberalización, especialmente del sistema económico, con concesiones políticas para grupos de elite como los intelectuales católicos y no creyentes, y no le preocupa y, peor aún, será hostil a la democratización de la economía – en el sentido de la auto-gestión obrera – y del sistema político – en el sentido de la libertad de organización política, la eliminación del estado unipartidista, y la creación de medios de comunicación masivos que sean verdaderamente abiertos y democráticos y no solo orientados a las élites.

La política del Instituto Lexington adquirirá influencia si el fin del bloqueo ocurre no como resultado de un reconocimiento principista del derecho de Cuba a la auto-determinación contra la injerencia extranjera sino, cómo es mucho más probable, como consecuencia de una transición animada por el espíritu de real politik y negociada desde arriba entre Washington y un gobierno cubano probablemente encabezado por aquellos que han sido designados para suceder a Raúl Castro.
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(*) Samuel Farber, el autor de esta reseña, nació y se crió en Cuba y es el autor de muchos libros y artículos sobre ese país. Su libro más reciente es Cuba Since the Revolution of 1959. A Critical Assessment (Haymarket Books, 2011).

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