Cuba, un “ejemplo” para el mundo

 “La organización actual de las rivalidades en la sociedad, hace mucho para nutrir a los peores elementos de la humanidad” -Bertrand Russel

Por Repatriado

Trabajadores del siglo XXI. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – El periodo Thatcher-Reagan aceleró un proceso de concentración de riquezas que nunca se había detenido, pero no fue demasiado notable mientras el incremento económico anual era alto.

Al reducirse la velocidad del crecimiento, algo esperable por la pérdida de ventajas competitivas entre naciones desarrolladas, la concentración repercute en las grandes masas disminuyendo su poder adquisitivo, esas mayorías ya no admiten, con la naturalidad de siglos anteriores, esa iniquidad estructural, aunque están desorientadas en qué hacer al respecto.

Actualmente los países desarrollados democráticos se mantienen en tasas de crecimiento inferiores al 2%, y siguen creciendo más las grandes fortunas que los salarios. Stiglitz, Amartya Sen o Pikkety advierten que nos acercamos a los niveles de iniquidad existentes al inicio del siglo XX, los cuales solo disminuyeron por las guerras mundiales, el manejo monetario del Crack del 29 y las políticas distributivas del periodo postguerra, antes ensayadas en el New Deal.

En términos relativos un súper rico de hoy es tan súper rico como uno del siglo XIX, Carnegie lo era tanto como lo es hoy Amancio Ortega, pero un trabajador de hoy está infinitamente mejor que uno del siglo XIX, y esto se ha logrado por la evolución democrática dentro del capitalismo.

Creo que el gran problema con la iniquidad no es que unos pocos tengan muchísimo, sino el grado de influencia política que otorga en un régimen representativo, que si sigue creciendo pervertirá, como ya lo está haciendo, la esencia misma de la democracia, y con la pérdida de la democracia se detienen las mejoras sociales, incluso se puede llegar a una involución.

Foto: Juan Suárez

Cuba es un ejemplo del peligro de la concentración extrema de la riqueza nacional y un buen caso de estudio de cómo esa concentración agota la vitalidad de una sociedad.

Aquí no se llegó a eso mediante la deriva sistémica que toma varias generaciones y de la que nos alertan los estudiosos, sino como resultado de que una microfacción de no más de 10 personas, menos del 0.000001%; mediante un atajo denominado Revolución, se apropió de la totalidad de la riqueza nacional sin variar en lo más mínimo las relaciones de producción capitalistas, mantenidas y férreamente defendidas por este 0.000001%.

Pero el cómo se llega a esa hiperconcentración es irrelevante para el análisis de sus consecuencias para la vida democrática.

Era inevitable con esa polarización de recursos no descarriar la creación de una democracia que con avances y retrocesos íbamos construyendo en la Isla. Ninguna persona o grupo que concentre tal poder lo entrega, por el contrario, se convierten en guardianes de un sistema que sacralizan (carácter irrevocable y no negociable del socialismo).

En el caso cubano, el 0.000001% usa la ideología comunista, y el totalitarismo que esta engendra, como su mejor herramienta e ilusión hipnótica para así mantener el status quo, del mismo modo que las máquinas usaban la Matrix en la famosa película.

En el caso nuestro ese espejismo se desvaneció cuando el pueblo comprendió, aunque no sea capaz de verbalizarlo, que la propiedad social es en realidad del Gobierno, y el Gobierno es ese 0.000001% intocable, con lo cual trabajan para un único y todopoderoso gran propietario que se apropia de lo que ellos producen.

El caso de Cuba deja de ser útil en este punto, pues, aunque esta realidad socava la productividad laboral y lleva al desastre y la miseria generalizada, el 0.000001% gobernante ha evitado la más absoluta inopia material, y conseguido el mantenimiento de su régimen, mediante transfusiones de recursos obtenidas desde la URSS y de Venezuela por coyunturales alianzas políticas, pero imaginemos si el mundo entero tuviese el sistema cubano, ¿quiénes nos salvarían? ¿los marcianos?

Foto: Juan Suárez

El capitalismo ha demostrado no poder autorregularse, su tendencia a la concentración de riquezas es congénita a su funcionamiento, tanto Ricardo como Marx lo vieron clarísimamente. Esa concentración, como Cuba demuestra, termina asfixiando la democracia y con ella los inmensos logros sociales obtenidos en los últimos 150 años por y para la humanidad.

Hasta ahora solo la combinación de democracia y economía liberal ha funcionado, puede que esta combinación necesite mejoras profundas, pero hay que reconocerle lo mucho que hemos mejorado desde los tiempos de Balzac o Dickens.

No dejemos, entonces, que el mundo se convierta en una gran Cuba, recuerden, no tendríamos a nadie para salvarnos.

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