Por Repatriado
HAVANA TIMES – Si Robin Hood en vez de en el bosque de Sherwood, trabajara en la 5ta Avenida de Miramar (1), no sería el “príncipe de los ladrones” sino “el príncipe de los resolvedores”.
Los cubanos le llamamos “resolver” a robar, en Cuba todos robamos pues todos resolvemos de una manera u otra, por sustracción o por receptación, todos somos parte del mercado ilícito que se nutre de lo que millones de trabajadores “resuelven” en sus puestos laborales.
Los salarios son tan bajos que nadie busca empleo preguntando cuánto pagan, sino cuanto o que se puede “resolver”.
El mercado negro no se nutre solo de mercancías, sino también de servicios, por ejemplo, es tan robo que un trabajador de acueductos venda las tuberías que debía usar para reparar cierta acometida, como que una maestra dé clases mediocres porque necesita tiempo para preparar las clases particulares de las que vive, o el médico que usa el equipo de Rayos X para “resolverle” a un conocido, que a cambio va a arreglarle el motor del agua de su vivienda.
Ahora, ¿es inmoral el robo en el que viven los cubanos? Yo creo que no, yo creo que no es inmoral robar para vivir cuando le estás robando al responsable de que tengas que robar para vivir. Pero aun no siendo inmoral, sí que es uno de los mayores motivos de la depauperación cívica de nuestra sociedad.
Cuando las personas nos acostumbramos a robar y a no sentir culpa por ello estamos maleando nuestra moralidad, lo que comenzamos a hacer por la imposibilidad de sobrevivir de otra manera, no tarda en convertirse en ajuste conductual que va a ejercerse siempre que se pueda.
El resultado de la acción moralmente aceptable de robarle a la fuente de tu necesidad, cosa que comienza a hacerse doblegándose la ética personal y que por lo tanto al principio se hace con cierta fricción interna, llega a convertirse en hábito, una adaptación que se expresa sin remordimientos y donde ya no hay fricción alguna, tu moral ha cambiado.
El fenómeno del robo generalizado comenzó antes de que se permitieran los pocos trabajos autónomos que están ahora permitidos, por ello aun cuando un empleado de una cafetería, un restaurant o un taller privado obtiene un salario 15, 20 o 30 veces superior a lo que el Estado paga por lo mismo, el dueño sabe que muy probablemente va a robarle, pues no hay una moral personal que prevenga tal acción, desaparecida esta a manos del capitalismo monopolista de estado ejercido por el Partido Comunista.
¿Es exagerada mi alegación de que el responsable de la paupérrima moralidad de los cubanos sea el Partido Comunista que ha administrado omnímodamente durante 60 años?
Siendo así es difícil encontrar otro culpable que El Partido de la insalvable brecha entre salarios y precios, ambos extremos controlados en exclusiva por ellos mediante un sistema de economía planificada, origen de la necesidad de todo cubano de vivir rodeado de delitos para poder sobrevivir.
Esta perversión moral nuestra, a la cual por cotidiana nos hemos acostumbrado, es uno de los mayores retos de futuro. La economía, como toda actividad social, tiene que descansar en una red de valores éticos compartidos que permitan un cierto grado de suposición de decencia en los demás, esto es difícil en una sociedad sin valores, donde la hipocresía, el engaño y la doble moral se aprenden en la escuela.
Las ingentes dificultades de los escasos y minúsculos empresarios cubanos, o los raros inversores extranjeros, para encontrar mano de obra confiable, es muestra de una de las mayores hipotecas que como pueblo habremos de pagar para integrarnos a la economía mundial.
Esta hipoteca la pagaremos los Robin Hood cubanos, mientras, los sheriff de Notthingham estarán bebiendo Margaritas a bordo de un yate en algún puerto de la Florida. Pero eso no tiene la mayor importancia, el daño está hecho.
(1) Avenida por donde circulan muchos de los altos funcionarios del Gobierno, conecta los barrios más exclusivos de la burguesía prerrevolucionaria, heredados por la más alta burocracia civil y militar del Castrismo, con el centro de la ciudad.
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