Yasser Farrés Delgado
Como no puedo argumentar todo esto en un post, me limitaré a exponer algunas ideas sobre los dogmas heredados en relación con la diversidad socio-cultural (entendida en todo su espectro) así como la necesidad de fomentar nuevas actitudes. Para ello profundizaré en la relación entre los conceptos colonialidad y racismo epistémico. Cada quien saque sus propias conclusiones.
Un marco para el análisis
Iniciaré señalando que si la colonialidad afecta a todas las esferas de la subjetividad moderna, no ocurre menos con nuestra percepción sobre las diferentes cosmovisiones; por tanto, también está pendiente que descolonicemos nuestras mentes de prejuicios que impiden construir espacios de coexistencia entre todas las cosmovisiones.
Uso el término cosmovisiones a propósito: para agrupar a todas las religiones, el ateísmo y el agnosticismo. Al respecto quiero destacar que el ateísmo ha dado continuidad al racismo epistémico que el catolicismo instauró como fenómeno mundial en 1492; esto es, una jerarquía de dominación colonial donde los conocimientos producidos por los sujetos occidentales son considerados a priori como superiores a los producidos por los sujetos no-occidentales [ver Grosfoguel 2011, 2013].
En efecto, cuando Colón clasificó a nuestros indígenas como “sujetos sin secta”, no sólo se convertía en «el primer teórico moderno de la religión (y) el primer racista en Occidente» [ver Maldonado-Torres, 2008], sino estaba sentando las bases para un concepto de “barbarie” que Bartolomé de Las Casas aplicará luego a turcos, moros y judíos (en su Apologética historia sumaria), del cual derivará una clasificación racial global que después se reforzará con los escritos “científicos” de Hobbes, Locke y Kant [ver Mignolo, 2003:35-43]. Esta noción de “barbarie” sigue presente en el proyecto civilizatorio globalizado.
Esta jerarquía epistémica se estableció en tres cuerpos de conocimiento: la ciencia, la filosofía y la teología [ver Sousa Santos, 2010]. Todo conocimiento (entiéndase, todas las “experiencias” empíricas, sensoriales, espirituales, etc.) que no pueda ser explicado en términos de alguno de esos tres grupo, es simplemente negado en un claro ejercicio de poder.
En el caso de las cosmovisiones originarias de África, han sido subyugadas por la esclavitud y el dominio del catolicismo en el período colonial, por el racismo y el catolicismo neocoloniales, y por el ateísmo materialista convertido en filosofía de Estado. Siempre le han negado la posibilidad de existencia, por tanto, han tenido que sobrevivir clandestinamente; y siendo cosmovisiones eminentemente rurales, lo han tenido que hacer en un contexto urbano contrario a muchas de sus prácticas.
El racismo epistémico
Todas esas cuestiones marcan el devenir de las prácticas rituales afrocubanas. En ese sentido, podemos mantener las posturas contrarias a ellas o contribuir al diálogo entre su comunidad religiosa y el resto de la ciudadanía. La opinión de Verónica no va en esta otra dirección; más bien, es ofensiva y exageradamente tendenciosa. Veamos:
R/ ¿Acaso no hay más podredumbre en las alcantarillas, en las aguas albañales que corren por décadas han corrido por las calles de La Habana, en el vertido de las industrias estatales a los ríos, en la mala gestión de los residuos urbanos, etcétera, etcétera? Ante esto, aquella “podredumbre” es realmente ridícula.
R/ Las religiones afrocubanas también han sido redes de fraternidad y ayuda mutua. Y si no han sido más, es porque ningún gobierno cubano les ha permitido la libre asociación y acción. Compárese con el rol social del Candomblé en Brasil. Muy lejos está la actuación del llamado “Consejo de Sacerdotes de Ifá de Cuba”, criticado fuertemente por su parcialidad política.
R/ Existen este tipo de personas pero no son la mayoría, y lo que respondo arriba lo demuestra. Además, la falta de cortesía es un fenómeno generalizado en la sociedad cubana y no exclusivo de este grupo religioso.
R/ Olvida que las comunidades de donde son originarias estas religiones fueron arrasadas por el proceso imperial/colonial que cometió contra ellas genocidio y epistemicidio (destrucción de todos los saberes acumulados, que se compartían por tradición oral). Este proceso benefició -y aun beneficia- a esas otras sociedades “que han conseguido erigir ciudades altamente desarrolladas”.
Podría analizar más pero no tengo espacio. Concluiré diciendo que si las religiones afrocubanas tuvieran las facilidades para efectuar un debate teológico interno entre su membrecía y guías espirituales, si tuvieran lugares sagrados normalizados (como sí tienen las religiones judeocristianas a las que el Estado cubano apoya cada día más), otra sería la situación; pues todas las religiones actualizan sus prácticas ceremoniales en función sus contextos socio-territoriales históricos.
Considero que el ejercicio de la democracia debe incluir también al ejercicio ecuménico. Quienes apostamos por lo primero deberíamos hacerlo también por lo segundo.
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REFERENCIAS
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