Colas para ¿mejorar la salud? (II)

Por Pilar Montes

Médico de la familia. Foto: cubadebate.cu

HAVANA TIMES — Cualquier visitante de la Isla se maravilla o se preocupa, de lo mucho que van los cubanos al consultorio de la familia, al policlínico o al hospital, incluso estando saludables.

Es que desconocen que solo así pueden adquirir las recetas para los medicamentos que necesitan, renovar sus tratamientos u obtener las recetas de dipirona o aspirina, simples analgésicos que solo se adquieren por receta médica.

Por otra parte, hay muchos hipocondríacos que tienden a acumular recetas de cualquier tipo por “si las necesitara”. De ahí se calculan en miles e incluso millones los que acuden a las farmacias para adquirir las medicinas requeridas de inmediato y las que puede necesitar en el futuro.

También en los consultorios se empiezan los trámites para ser atendidos por especialistas en el policlínico, la solicitud o renovación de dietas alimenticias, certificados médicos para los que trabajan o, simplemente, para que se les tome la presión arterial o medir el nivel de azúcar en sangre, pues carecen de los instrumentos con los que esas pruebas se hacen rápidamente.

Sobre todo, los ancianos de escasos recursos buscan que el médico encuentre la patología idónea para que le indiquen y otorguen una dieta alimenticia.

Una periodista del diario Granma describió así el malestar de las colas en un artículo sobre ese tema raramente tratado en la prensa cubana: “A veces exceso de burocratismo, en otras, falta de competencia; lo cierto es que la prolongación de la cola se convierte en la señal de alerta ante el mal funcionamiento de un servicio y la evidente apatía por tratar de cambiar o mejorar las cosas.”

“Bien es sabido que aquel que la­bora atendiendo al público, ha de tener una dosis extra de paciencia y carisma. Pero si prevalece la mentalidad de trabajar menos, porque el salario no alcanza o los empleados no se sienten motivados para realizar correctamente sus funciones, seguiremos en el camino de las respuestas fáciles y el cúmulo de problemas sin resolver.”

En las colas de un turno médico, aunque tenga usted el número uno, primero pasan los discapacitados, las embarazadas y los que vienen a chequearse como recién operados. Luego se atiende a los de la cola por orden de llegada.

En esas consultas, tanto en el nivel primario, como en hospitales, de donde puede salir sin un diagnóstico, porque no se puede hacer las pruebas necesarias, se entablan largas conversaciones y pacientes locuaces le cuentan a usted sobre las dolencias actuales, pero también las que tuvo de niño, las de otros familiares y las que podría sufrir en el futuro.

Una vez cumplido ese punto de su agenda, se virará hacia el vecino, a quien someterá a un interrogatorio de tercer grado, como los que hacen en las series policiales. Una vez satisfecha su curiosidad, le dará sus conclusiones, a favor o en contra de tal o más cual diagnóstico, haciendo el suyo propio que es ley.

Así, la economía nacional sufre adicionalmente la falta de esas personas a su trabajo, pero los ausentes se sentirán recompensados en sus angustias y malestares o, por el contrario, caerán más profundamente en sus depresiones a causa de la conversación con el paciente vecino.

Otra fuente de disgusto y estrés puede ser que le comuniquen que no hay material para realizar los Rayos-X o el aparato está roto, lo que se repite en las pruebas de ultrasonido o ecografías. Eso implica volver o llamar reiteradas veces hasta que esos análisis se estén haciendo.

Estos no son motivos para echarle la culpa al sistema de Salud, carente de medicamentos o piezas de repuesto para los instrumentos de diagnóstico, por efecto de las leyes del bloqueo de Estados Unidos, pero lo que más molesta es la indolencia de técnicos y profesionales ante las molestias y dolores de los pacientes, que bien pudieran ser avisados por los consultorios cercanos a las casas de estos para evitarles viajes y colas en vano.

Farmacias

La desesperación en la cola para comprar medicamentos en una farmacia es muy común: de pie, esperando que llegue el tur­no para comprar, el número de personas en la fila se multiplica, aunque detrás del mostrador no falten los dependientes.

Pasa una hora y todavía hay que esperar. Algunos son presas de la ansiedad cuando se escucha decir a un se­ñor una de las frases más tristes so­bre el tema: “es que ya nos acostumbramos a la cola y ellos, a hacernos esperar”.

Hablando sobre las farmacias, trato de adquirir mis medicamentos los domingos cuando hay menos personas, pero también solo una dependiente. Los pacientes crónicos, de diabetes, hipertensión, alérgicos, asmáticos, con problemas circulatorios y otros, compran sus medicinas por una tarjeta que se conoce comúnmente como “tarjetón” que debe resistir todos los embates del tiempo y los daños que le ocasiona el propio dueño.

En una línea de decenas de personas, la mayoría de la tercera edad, abundan los aficionados a la Medicina y a la Farmacéutica, aunque no las hayan estudiado. Cualquiera puede recomendar o precaver contra tal o más cual tratamiento indicado por el médico.

Toda suerte de preparaciones de plantas, raíces, recomiendan los “expertos empíricos”, quienes ofrecen hasta soluciones de las ciencias “ocultas”, videntes y profetas que dicen quién le hace mal de ojo o le quiere quitar a su ser más querido. Tampoco falta quien le diga que algún familiar o conocido suyo murió de la misma enfermedad que usted, a quien le mandaron igual tratamiento.

El próximo artículo de la serie abordará la situación del transporte urbano e interprovincial, las variantes de colas que se hacen para abordar los vehículos, que pueden ser por tierra, mar o aire.

Tambien vea: Colas en Cuba: Fenómeno social no estudiado

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