Cinco razones para oponerse al matrimonio igualitario

Por Susana Hernández Martín (El Toque)

Pareja cubana en la VIII Jornada Nacional contra la Homofobia y la Transfobia. Foto: Claudia Rodríguez Herrera

HAVANA TIMES – La inclusión del artículo 68 en el proyecto de nueva Constitución cubana, parece llevarse toda la atención del debate nacional. La posibilidad de reconocer al matrimonio como la unión de dos personas, sin importar su género, ha motivado (si nos atenemos al reflejo de las reuniones en los medios oficiales) las intervenciones más recurrentes en cada asamblea.

He leído los argumentos que se expresan en esos encuentros, he acudido a varias de las asambleas, y puedo decir que los criterios en contra del matrimonio igualitario son escasos y repetitivos, porque en el terreno de la discriminación ya todo está inventado.

Por el contrario, las explicaciones que sustentan la justicia de ese paso aumentan cotidianamente ante la evidencia de que las familias “no tradicionales” existen y transitan por los mismos problemas y felicidades que sus pares.

¿Cuáles son, no obstante, algunas de las opiniones que se oponen a la aprobación del Artículo 68? ¿Es posible rebatirlas? Intentémoslo.

  1. “Es un paso apresurado, para el que la sociedad cubana no está preparada”.

Así como no existen estudios que demuestren el nivel de aprobación popular sobre el matrimonio igualitario, en Cuba tampoco contamos con investigaciones que evidencien un rechazo mayoritario hacia esta propuesta.

Quienes aseguran que la sociedad cubana no está preparada para ampliar los derechos de las personas LGBTIQ+, tienen como referente sus propias suposiciones y quizás las concepciones homofóbicas de algunas personas cercanas, lo cual no es, de ninguna manera, generalizable a contextos que les queden distantes.

El diálogo del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) con el Gobierno y el Partido Comunista, las Jornadas Contra la Homofobia y la Transfobia desde el 2007, el trabajo de activistas independientes, la apertura discreta pero real de los medios de comunicación hacia los temas relacionados con las identidades sexuales diversas y la inclusión de estos en las agendas de los medios alternativos, han preparado el camino para este momento en el que aun cuando no todas las personas abrazan la idea del matrimonio con euforia, muchas reconocen el acto de justicia que este paso representa.

2.“Antes que el matrimonio igualitario, hay otros temas más importantes que resolver en el país”.

Ningún tema, según proclama el propio texto constitucional vigente e inspirado en el ideario martiano, es más importante para nuestro país que el culto a la dignidad humana. Su garantía ocupa un lugar central en el proyecto humanista cubano.

La aprobación del matrimonio en todas sus formas democratizaría un derecho que hasta el momento permanece como privilegio exclusivo de una parte de la sociedad, reivindicaría el valor ciudadano de las personas LGBTIQ+ e impactaría positivamente en su bienestar, mediante la extensión de sus posibilidades legales y sociales.

El avance de los derechos humanos en Cuba y la respuesta a los problemas estructurales y económicos de nuestro sistema, no son procesos incompatibles, sino complementarios, que tienen igual relevancia en el camino por construir una sociedad más digna para todas las personas.

3.“Que las parejas del mismo género se unan, pero que no se llame matrimonio”.

La noción legal del matrimonio es una creación humana, con propósitos y consecuencias que dependen de los diferentes contextos históricos y, como toda creación, está expuesta a cambios durante el proceso de desarrollo de la humanidad. La vida misma dibuja los límites de ese concepto y nunca al revés.

Darle nombres diferentes a un mismo fenómeno solo sirve para remarcar jerarquías que en realidad solo existen en la cabeza de quienes discriminan, pues si la base del matrimonio es el amor, entonces todas las uniones que nazcan de esa motivación tienen el mismo valor y deben ser nombradas de la misma manera.

4.“La aprobación del matrimonio igualitario conduce a la extinción de la raza humana, porque dos hombres o dos mujeres no procrean”.

Ese pensamiento casi mágico olvida que la procreación no es un deber, sino una opción de las parejas, cualquiera sea su configuración, y desestima que las uniones “tradicionales” tampoco son garantía de reproducción, como lo demuestra la baja tasa de natalidad con la que lidiamos hoy en Cuba.

Las personas con identidades sexuales diversas de todo el mundo, han encontrado opciones creativas para formar sus familias: desde las más sencillas, como los acuerdos entre parejas LGBTIQ+ que comparten luego el cuidado de hijos e hijas, hasta otras más complejas que precisan el apoyo del Gobierno y el sistema de Salud, como la fecundación asistida.

5.“Hay que cuidar la inocencia infantil”.

La obsesión con la que muchas personas levantan la bandera de la discriminación en nombre de la niñez, refleja más sus propios prejuicios que un interés genuino por proteger la supuesta fragilidad de la infancia.

Los niños y las niñas son sensibles al amor, lo perciben en sus familias sin cuestionarse la configuración que estas tienen, hasta que la sociedad les obliga a enfrentar la incomprensión y la violencia que genera la diferencia en el corazón de los adultos.

Foto: Claudia Rodríguez Herrera

Existen estudios que desarman los tabúes más comunes en torno a la crianza de hijos e hijas en familias LGBTIQ+ y confirman que la paternidad y la maternidad no son cualidades que dependen de la orientación sexual o la identidad de género, sino de la capacidad de las personas para construir un hogar seguro y afectivo.

Después de varias semanas de consulta popular, quienes defendemos la aprobación de un concepto más justo e inclusivo de matrimonio en la Constitución, tenemos algunas certezas y no pocas incertidumbres sobre el desenlace de esta historia, que el periodista Francisco Rodríguez Cruz bautizó en su blog como La nueva revolución del 68.

Sabemos, de primera mano, por amistades, activistas, familiares y nuestra propia presencia en los barrios y centros de trabajo, que, aunque el Artículo 68 ha estado entre los temas más animados del debate, en muchos de esos espacios el diálogo ha concluido en entendimiento y el respaldo al matrimonio como la unión entre dos personas ha sido enfático.

También sabemos que la prensa oficial –con contadas excepciones– ha sido más eficiente replicando expresiones homofóbicas tras la cómoda fachada de las opiniones populares, que proporcionando argumentos esclarecedores, que ayuden a comprender los cambios a favor de la integración plena de las personas LGBTIQ+ en Cuba.

Hasta el momento de votar el proyecto que resulte de este debate, el reto principal para los que estamos a favor del matrimonio igualitario seguirá siendo el mismo: encontrar los mejores argumentos y aprovechar cada espacio de diálogo para convencer, incluso a los más escépticos, del sentido humanista que motivó la inclusión del Artículo 68 en el Proyecto de Constitución.

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