Cien días de Díaz-Canel

Por Repatriado

Miguel Diaz Canel durante uno de sus recorridos por La Habana.

HAVANA TIMES – En el poco tiempo que Díaz-Canel lleva como presidente de Cuba, ya se han ido desvelando importantes indicios que nos dicen cómo piensa gobernar.

Su total falta de carisma personal le imposibilita ser un populista al modo verborreico de Fidel o Chávez, y gracias a Dios tiene la suficiente dignidad personal para no intentar convertirse en un fantoche vergonzante como Maduro o un nuevo cristiano comunista a lo Ortega.

Esa carencia la ha intentado compensar con un enérgico despliegue de reuniones que puedan ser popularmente entendidas como potencia ejecutiva y liderazgo; lamentablemente, ese modo de gobierno, tan populista como el de sus predecesores, queda en el presuntuoso gesto de las vacuas obviedades que a modo de consejo paternalista da a sus interlocutores.

Uno de los defectos de la centralización política y económica es que la cabeza del Estado debe saber y ser el mejor en todo, esfuerzo por el que era bien conocido el finado Fidel, primer ingeniero, médico, biotecnólogo, deportista, agricultor y astrólogo del país.

Hemos visto en las noticias al actual mandatario cubano dando orientaciones tan etéreas como decirle a los ganaderos que hay que ordeñar más para tener más leche, a los transportistas que deben manejar con cuidado y a los científicos que deben ser más inteligentes, terminando cada una de esas teatrales reuniones con indicaciones sobre la importancia de producir más, modernizar la economía y controlar, controlar, controlar.

Su discurso de clausura en el congreso de la UPEC (Union de periodistas de Cuba) fue una diatriba propia del más anquilosado castrismo, enroque del conservadurismo tropical más absoluto, en el cual el único cambio será su anunciada cuenta en Twiter para Diciembre (¿).

Se mantienen los mismos amenazantes llamados a la unidad dentro de la Revolución, se impide la más mínima libertad de expresión apretando las tuercas a aquellos periodistas que como muy despectivamente se dijo “para ganarse unos dólares” compaginaban su trabajo estatal con alguna incursión en pequeños medios digitales no oficiales, el nuevo Código de Ética prohíbe tal actividad, los periodistas cubanos son soldados de la Patria, y “La patrie, c’est moi”.

En la economía, lo más relevante es el anuncio de la reactivación de los permisos para ejercer las pocas labores no estatales legalizadas. Reactivación que se hará bajo un modelo aún más restrictivo, diseñado para impedir cualquier prosperidad económica que conduzca a una clase media, seguiremos siendo el país donde mayor concentración de poder y riquezas hay en menos manos si exceptuamos la Corea de los Kim.

Sobre la Constitución que están cocinando, ya advirtieron que se mantendrá el rol del Partido Comunista como fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado, excluyendo así cualquier ventana a una mínima democratización asociativa. Por el contrario, “no se abandonará, ni por un instante, el legado martiano y la doctrina del marxismo-leninismo que constituyen el principal fundamento ideológico de nuestro proceso revolucionario».

Para que nadie se equivoque y piense que siendo ciudadano de otra nación puede sentirse más seguro e independiente del Gobierno, anuncian que la Constitución establecerá que «los ciudadanos cubanos, en el territorio nacional, se rigen por esa condición y no pueden hacer uso de una ciudadanía extranjera», asusta.

La orientación internacional sigue siendo la misma, alineación acrítica con los gobiernos amigos de América Latina, sin importar cuántos ciudadanos asesinen y el retorno a un cada vez mayor acercamiento a Putin, del cual se marcó cierta distancia cuando pensaron que con Obama se les abrían las puertas del mercado estadounidense.

Al anodino presidente hay que reconocerle, eso sí, que está cumpliendo con la única promesa que hizo cuando tomó posesión del cargo, que su gobierno sería el de la continuidad. Sea por falta de maniobrabilidad política, oportunismo o debilidad personal, cualquier esperanza de mejoras para un pueblo absolutamente necesitado de un revulsivo, se difumina como niebla bajo el sol de los hechos, Díaz-Canel va demostrando que sus jefes se equivocan en todo menos en eso de saber cómo mantener el poder, aunque sea indirectamente.

 

 

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