Desde Nicaragua, una historia muy personal

Ilustración por PxMolina / Confidencial

 

Esta historia es la mía y tuya, una historia de nosotros, una historia desde cada bando que solo mezclados hacen nuestra historia 

 

Por Faru

HAVANA TIMES – Ella podría llamarse Paz y él Justo o Justino. Y esta podría ser su historia. 

Paz y Justo eran hijos de dos bandos enfrentados en 1821, el que quería que Centroamérica se independizara de la corona española y el que quería seguir siendo provincia del Imperio. Sus abuelos habían luchado en esos dos bandos y cada uno de ellos había tenido un hijo y una hija.

Paz y Justo crecieron escuchando en sus casas dos versiones de la historia diferente, hasta que se conocieron, se enamoraron y decidieron dejar de ser leales a esas historias y construir la suya propia. De ese matrimonio nació Amor. Amor tenía en sus genes a los dos bandos, la herencia de unos y otros abuelos. Y gracias a Amor sus dos familias pudieron reconciliarse, pues al mirar a Amor donde estaba su bando y el otro, se daban cuenta que, en el fondo, en lo más profundo solo hay un bando, el de Amor. 

Pero en 1856 llegó la Guerra Nacional, Amor tomó partido por un bando y se le olvidó que en su interior no había bandos. Mucho tiempo después una hija suya se enamoró del hijo de un general del otro bando y una vez más decidieron escribir su propia historia dejando de lado el peso del bando donde habían nacido. Y de esa nueva unión nació Alegría, que también llevaba en su genes los dos bandos de la Guerra Nacional, los dos de la Independencia y seguramente el mestizaje entre los conquistadores españoles e indígenas. Y Alegría pudo sentir la fuerza de haber reunido todos esos bandos dentro de ella. Creció enseñándole eso a sus hijos y a sus nietos y bisnietos. 

Uno de estos bisnietos ante la intervención estadounidense en su tierra, en 1926,  decide unirse a los montañeses y luchar por la soberanía nacional hasta la traición del otro bando en 1934. Y su hijo un tiempo después se enamoró de la hija de uno de los traidores y volvieron a mezclar genéticamente los genes.

Aunque ese cachorro siendo estudiante tuvo que luchar en la insurrección militar de 1979 para echar al tirano de turno que, como todos los anteriores que habían creado esas guerras, como los conquistadores, como el imperio español, como los filibusteros, como liberales y conservadores en cada momento o como la guardia Somocista habían olvidado que el otro bando, que los que piensan diferente, son tan necesarios para la historia de su tierra como ellos mismos y que en vez de invitar que sean parte con sus genes y sus ideas, se les criminaliza y extermina en algunos casos tratando de crear una raza más pura, que no se mezcle con el otro bando, al más puro estilo fascista.

 Y es que el poder tiene efectos amnésicos y no te permite recordar que cada uno es parte de esa mezcla, de ese darle lugar y reconocer al otro, que la historia de la humanidad y de su evolución es justo esa mezcla. 

Y para finalizar, el nieto de ese gran guerrillero de 1979, para honrar la memoria de su abuelo también tomó partido en abril del 2018…y aunque sabe que el destino de su hijo es enamorarse de una hija del otro bando o del suyo, que en el fondo son el mismo, el de la vida, hoy lucha por lo que cree y siente.

Y podría decir que me la contaron o que la viví…pero no, es mi historia, mi abuelo de la España franquista y hombre de confianza del dictador, mi otro abuelo torturado en la cárcel por republicano y sindicalista. Mis padres treinta años después se casan, anteponiendo su amor a las lealtades de los bandos y en mis genes los dos bandos, la concreción de su mezcla y de la reconciliación. Y yo hoy en Nicaragua pudiendo sentir hasta un dolor genético por la intolerancia, incomprensión e irrespeto entre los bandos y sabiendo que son uno mismo. Y para eso escribí esa historia para poder recodarme que somos una sola cosa, uno solo bando, la humanidad, la vida. 

Desde las montañas Nicaragüenses, desde un 19 cualquiera.