¿Al fin triunfará la diplomacia de los arados y los tractores?

“Jamás hemos dejado de seguir la admonición de convertir las espadas en arados”. (Calvin Coolidge, La Habana, enero de 1928)

Vicente Morín Aguado

Los tractores Cleber a ser fabricadas en la Zona Especial de Desarrollo de Mariel.

HAVANA TIMES — Barack Obama acaba de autorizar en la Zona de Desarrollo del Mariel, la opción de ensamblar tractores estadounidenses, con destino a la maltrecha agricultura de nuestro país. Pronto arribará a La Habana el máximo representante de la Administración 44 de los Estados Unidos, 88 años después de que lo hiciera Calvin Coolidge al frente de la número 30, diríamos que finalmente los tanques pudieran convertirse en maquinarias agrícolas, sería el auténtico camino hacia la normalización de las relaciones entre ambos países.

La pasión del actual mandatario estadounidense por avanzar “pueblo a pueblo” anda lejos de hacerse realidad, no obstante, vale recordar la presencia en Cuba de su antecesor cuando se reunieron en La Habana los jefes de estado de todo el hemisferio occidental en la VI Conferencia Panamericana, cuyo recuerdo persistente es una ceiba plantada junto al capitolio habanero con tierras de todas las naciones presentes en aquel cónclave.

Entonces se debatió un asunto todavía vigente, tomado como obligada retórica defensiva del actual Gobierno cubano: la doctrina de la no intervención. En 1928 América vivía los detalles de la heroica gesta de Augusto César Sandino, combatiendo al modo guerrillero a las tropas estadounidenses en Nicaragua. El conflicto tenía sus orígenes en un proyecto ahora renovado, la posibilidad del canal interoceánico.

El enunciado que discutieron los plenipotenciarios decía así: “Toda nación tiene derecho de existir y de proteger y conservar su existencia; pero ese derecho no justifica el Acto de un Estado de protegerse o de conservar su existencia con la comisión de actos ilícitos en contra de otros Estados inocentes que no lo han ofendido.”

El debate contó con el protagonismo del embajador argentino en Washington, Dr. Honorio Pueyrredón. Su nombre puede leerse en la verja de bronce que protege la mencionada ceiba, centro del Parque de la Fraternidad Americana.

Al cabo de 88 años, Josefina Vidal, a nombre de la cancillería cubana, reitera el controvertido postulado: “Sobre el tema de los derechos humanos nosotros hemos tenido intercambios con el Gobierno de Estados Unidos sobre bases de respeto, igualdad, reciprocidad y de no intervención en los asuntos internos de ninguna de las partes.”

El asunto es salirse de la acostumbrada descontextualización propia del andamiaje propagandístico comunista. La No intervención valía y vale, según la justa expresión de aquel 1928. ¿Puede alegarse ahora tratándose de los derechos humanos? ¿Tiene vínculos directos esta perorata política del 2016 con la declarada intención estadounidense de un contacto pueblo a pueblo?

La primera respuesta es NO. Los derechos humanos son inalienables, fuera de toda discusión. No se discute la atención médica de un condenado a muerte días antes de su programada ejecución, lo mismo vale para la libre expresión y asociación en términos de la plena prevalencia de los derechos humanos reconocidos por la inmensa mayoría de las naciones del planeta, firmados y aceptados formalmente por el actual Gobierno de la Isla.

La segunda contesta es SI. La élite gobernante en nuestro país teme como el diablo a la cruz la creciente demostración de #TodosMarchamos, liderados por las Damas de Blanco armadas de flores, junto a los cientos de manifestantes de UNPACU, cada día sumándose nuevas personas que dicen NO AL MIEDO. Habrá detenciones, pero la sensibilidad política nacional no está preparada para hacer desaparecer a la gente como sucedió en Argentina y, mucho menos, sacar los tanques a la calle.

La propia prédica fidelista, reiterada durante medio siglo, protege, tal cual escudo magnético, semejantes extremos represivos.

Ahí está la encrucijada de Raúl Castro, heredero y, a la vez, destinado al cambio, al menos en su fase inicial de arar el terreno propicio.

El presidente de la Casa Blanca le tiende la mano con su fábrica de tractores, pidiendo el inevitable contacto pueblo a pueblo: productores individuales, cooperativas, hasta empresas estatales; de paso los derechos de asociación y expresión, porque ¿cómo concretar acuerdos honorables si tales derechos no se ejercen plenamente?

Desde John Calvin Coolidge a Barack Hussein Obama, 88 años y 14 administraciones, valió la resistencia por alcanzar la completa independencia de la nación, vale ahora la propuesta de vivir con esa dignidad por la cual murió

Nos queda cambiar espadas y tanques de guerra por arados y tractores.

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