Fallece el disidente Espinosa Chepe

Por Isaac Risco

Oscar Espinosa Chepe. Foto: desdecuba.wordpress.com

HAVANA TIMES (dpa) — Al final, su visión de Cuba estaba marcada por un profundo pesimismo. “Es por los problemas de salud”, decía Oscar Espinosa Chepe a finales de febrero, poco antes de dejar la isla para no volver a verla más. El opositor viajó en marzo a España para tratarse una compleja enfermedad hepática que arrastraba desde hacía años y que finalmente le costó la vida hoy en Madrid.

El economista, ex diplomático y ex funcionario del Banco Nacional de Cuba, estigmatizado como disidente tras ser expulsado del servicio público y declarado prisionero de conciencia tras la “primavera negra” de 2003, era un analista agudo, obsesionado con el declive económico cubano.

La solución a los problemas de su país pasaba para Espinosa Chepe inevitablemente por liberar las fuerzas productivas. Más allá de las libertades civiles que exigen otros opositores, el disidente, que murió con 72 años, clamaba ante todo contra la demolición de la economía.

La ausencia de rencor y el análisis sobrio caracterizaron su discurso en medio de la habitual crispación entre detractores y simpatizantes del castrismo. “Yo intento juzgar sin odio”, solía explicar Espinosa Chepe en su modesta vivienda en el barrio habanero de Miramar.

Ahí vivió durante años casi hacinado en unos pocos metros con su mujer, la activista Miriam Leiva, entre sus libros y muebles desvencijados, fotos de su detención colgadas en las paredes y respondiendo en persona o por teléfono a consultas sobre Cuba, siempre desde su punto de vista. Prefería la crítica certera al insulto fácil.

Lo de Raúl Castro “es un proceso con sentido común”, juzgaba sobre las reformas puestas en marcha por el menor de los Castro desde que llegó al poder en 2006. Es “un buen apparatchik”, sentenció a la vez en febrero sobre el designado sucesor del presidente, Miguel Díaz-Canel, del que no esperó nunca una apertura política.

Oscar Espinosa Chepe podía esgrimir razones propias para el resentimiento. En los 60 fue uno de los asesores económicos de Fidel Castro, antes de convertirse en representante de la joven Cuba revolucionaria en Belgrado, a cargo de los lazos económicos con el bloque del este. Su esposa y él eran parte de la élite diplomática.

Volvió a la isla como funcionario del Banco Central en los 80, una época en que el escepticismo del economista de formación iba en aumento. Sus críticas a la política de nacionalizaciones de Fidel Castro fueron dilapidando poco a poco su carrera dentro del sistema.

En los 90 cayó definitivamente en desgracia.

“Fui sancionado con dos años de trabajo obligatorio en el campo, trabajo forzado, por opinar que eran barbaridades”, contaba a la agencia dpa en diciembre de 2011 sobre sus críticas a la política económica de los 60 y 70.

Expulsado poco después del servicio estatal, Espinosa Chepe se dedicó desde mediados de los 90 a escribir análisis políticos y económicos como activista independiente. Colaboraba con programas radiofónicos para medios del exilio cubano en Estados Unidos y publicó libros como “Cuba, ¿Revolución o involución?”, una recopilación de sus artículos de prensa editada en España en 2007.

El 18 de marzo de 2003 fue arrestado junto con otros 74 disidentes en la “primavera negra”, una airada reacción de Fidel Castro por el enfado que le produjo la invasión estadounidense de Irak. Lo condenaron a 20 años de cárcel, aunque salió en libertad en noviembre de 2004 por sus agudizados problemas de salud. Desde entonces vivía en La Habana con una llamada “licencia extrapenal”.

Vio llegar las tímidas reformas de mercado de Raúl Castro aún con cierto optimismo, a pesar del recelo que le producía el sistema que conoció desde dentro y antes de que la enfermedad lo postrara del todo. El “raulismo” autorizó para él “la utilización de la fuerza de trabajo”, un “paso importantísimo” para salir de la crónica crisis económica.

Al mismo tiempo, dudaba de la voluntad de cambio del castrismo. Al gobierno lo acusaba de permitir sólo la creación de “empresas bonsai”, “bien controladas, bien pequeñas”, para evitar el surgimiento de un sector económico robusto e independiente. Y se mostraba optimista, pese a todo. “Las reformas crean la necesidad de otras reformas, se crea una cadena”, decía en 2011.

Era un optimismo que casi había perdido al final de sus días. “El futuro de Cuba lo veo sombrío”, vaticinaba semanas antes de dejar la isla, casi apagado por la enfermedad que extinguiría meses después definitivamente su vida.

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