Los tiempos han cambiado

By Safie M. González

HAVANA TIMES – Hace algunos meses tuve la oportunidad de conocer a una persona bien peculiar. Un joven inteligente, profesional y, de hecho, trabaja en el mundo de las artes, por lo cual no fue difícil empatizar con él.

No tardó mucho en decirme que no tiene Facebook, ni Instagram, ni nada que tenga que ver con las redes sociales, lo cual llamó mi atención, dado que hoy en día no es lo más común.

La era de la tecnología, y con ella un espacio virtual, ha venido a invadir nuestros hogares de desarrollo. Cuánto no ansiábamos los cubanos la oportunidad de poder acceder a Internet, ya fuera para trabajos de la escuela de nuestros hijos, sobrinos o simplemente para tener otra vía de llegar a lainformación más inmediata.

Y para aquellos, que como a mí, les surge una duda y a la velocidad “casi” de luz podemos encontrar la respuesta, mejor, imposible. Es cierto, algunas fuentes no suelen ser tan confiables, pero de seguro, al concluir con la búsqueda, quedamos satisfechos con el resultado, y tan solo con escribir un par de palabras Google nos brinda la información pedida.

Sin embargo, no es menos cierto que desde que “la conexión” llegó a nuestras vidas, le ha quitado protagonismo a las relaciones interpersonales.Esta era tecnológica ha venido a deslumbrarnos con sus luces y colores, capaz de llevarnos a través de la pantalla a cualquier parte del mundo.

Y no es que quiera o navegue contra la corriente, tanto es así que, gracias a ello puedo llegar a ustedes y me pueden leer desde cualquier latitud, pero, no por tal motivo dejo de reconocer que lo que se ha ganado en desarrollo, por otro lado, le ha ido cediendo espacio a la soledad personal, a las sonrisas individuales, solamente compartidas por emoticonos felices.

El tiempo que le dedicábamos a nuestros seres queridos, a los amigos, poco a poco ha sido remplazado por un aparato “inteligente”.

Antes no teníamos celulares ni tabletas, pero éramos muy felices, jugando en el patio, a los escondidos, trepando un árbol. En eso me quedo pensando cada vez que veo a mi sobrino obnubilado con el dichoso aparato.

Por eso, ante la confesión de mi peculiar amigo, no pude más que celebrarlo, convencida de que le prestará más cuidado a nuestra conversación “en persona” que a toda la parafernalia encandiladora que puede y provocan las redes sociales.