Barrio pobre, personas ricas

Rosa Martínez

En Guantánamo.  Foto: Caridad

HAVANA TIMES — Los lectores que siguen mis publicaciones, espero no sean solo uno o dos, deben saber que resido en una de las zonas más pobres de la ciudad de Guantánamo, en el barrio de San Justo, en el este de la urbe.

Sobre mi vencidad y su gente ya he contado algunas historias, que dan alguna idea de cómo se vive aquí.

Habitar en un barrio marginal, como todo en la vida, tiene su lado bueno y malo.

Entre las desventajas, una de las que me ha molestado siempre es que como todo el mundo se conoce y se lleva bien, la gente se cree con derecho a opinar o inmiscuirse en tus asuntos. En más de una ocasión he tenido que parar a más de uno que se cree con derecho a intervenir en la educación de mis hijas o en algún otro asunto familiar.

Pero que algunos estén al tanto de la vida de los otros no siempre es malo, créanme.

Hace solo unos días me ocurrió  algo que hasta hoy me tiene asombrada y quiero compartirlo, principalmente, con los lectores que no han vivido nunca en la Isla, para que vean cómo somos los cubanos.

En mi casa es costumbre comprar los productos de la tarjeta de abastecimiento para el 20 de cada mes, puede ser un día más, uno menos, pero por ahí.

Ese hábito fue inculcado por mi padre, que decía que con lo que dan en la bodega nadie vive, pero si se tiene a fin de mes, cuando más complicada está la cosa (apretada se mantiene siempre),  se puede medio resolver la situación, por lo menos con el arroz y el aceite (que son de los pocos que quedan por la popular libretica).

Pues, el mismo lunes 20 compré todos los mandados (raciones) de cinco personas de la casa. Como no había nadie en casa para ayudar, le pedí apoyo a un cochero con la pesada carga.

Cuando fui a acomodar los alimentos en sus respectivos envases sentí un olor característico que llamó mi atención, pero no supe en ese momento de qué se trataba.

Esa misma jornada en la noche, cuando preparé  la cena y usé lo que había comprado en la mañana supe de dónde provenía el olor extraño.

-Mami, esto tiene sabor a luz brillante- me dijo la más pequeña de mis hijas, que como es tan glotona siempre es la primera en cenar, no espera por nada ni nadie.

-¡Dios mio!- ahí comenzó la tragedia.

Todo el arroz se había contaminado. Analizamos lo sucedido y concluimos que había ocurrido en la carriola y como ya había mezclado el de las dos bolsas, no quedaba más remedio que botarlo todo.

Cubanos como somos, con las hijas que tengo, y en un barrio como el mio, la historia se regó como pólvora  por toda la cuadra y, al parecer, también que estábamos sin dinero para revertir  la situación.

Dos días después de lo sucedido, regresaba del trabajo, a pocos metros de mi vivienda me rompía la cabeza pensando en qué dar de comer a mis pequeñas –todos sabemos que el arroz es el producto fundamental en la dieta nacional–, un vecino se acercó con una bolsa en la mano.

-Mira, no es mucho, pero para hoy te sirve. Son dos laticas para que resuelvas.

-Pero, no, no…, no me dejó terminar la frase, me hizo un guiño y se fue.

Pero él no fue el único, varias personas se aparecieron, unas con dos, otras con cuatro laticas de arroz para ayudar.

Primero sentí mucha vergüenza y no sabía qué hacer o decir. No quería causar molestias, menos a personas que la mayoría de las veces pasan más trabajo que yo. Pero una señora mayor me dijo: no vayas a rechazar la ayuda de nadie, la gente se sentirá ofendida, tú sabes que aquí somos así, ya podrás retribuir tú de alguna manera…

Articulos recientes:

  • Mundo
  • Noticias

Haití estrena presidencia colegiada de nueve miembros

De los 11,5 millones de habitantes en este país, unos 4,5 millones necesitan ayuda humanitaria…

  • Foto del dia
  • Mundo
  • Noticias

Lake Sabrina, California, EUA – Foto del día

Jodie Newell de Estados Unidos tomó nuestra foto del día: "Lake Sabrina" en California, EUA.

  • Cuba
  • Opinión

Discurso deshumanizante y represión en Cuba

En Cuba, el discurso oficial de intolerancia se entrelaza directamente con la deshumanización de aquellos…

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.