Un mercado sin alma que duele en Cuba

Fernando Ravsberg*

Vendedores del mercado informal con los alimentos colocados a pocos centímetros de las aguas albañales. Foto: Raquel Pérez

HAVANA TIMES — Once cubanos han muerto a manos de otros cubanos que vieron la posibilidad de ganar un poco de dinero fácil robando alcohol en su centro de trabajo para venderlo después en el mercado negro. No es la primera vez que ocurre y probablemente no será la última.

Durante la crisis de los 90, estuve en un pequeño pueblo de la provincia de Matanzas, donde un vendedor de frituras mató a decenas de sus vecinos y a su propia hija porque sus “proveedores” trasladaron la materia prima en sacos de insecticida.

Más recientemente una treintena de enfermos mentales murieron de hambre y frío porque un grupo de bandidos con títulos de médicos y enfermeros vendían en el mercado negro los alimentos que Salud Pública enviaba para los pacientes.

Una vez vinieron a la puerta de mi casa a vendernos leche en polvo y cuando preguntamos por su calidad el vendedor nos respondió muy satisfecho: “es de primera, nosotros la sacamos de la escuela especial”, en otras palabras se la robaban a los niños minusválidos.

Los especuladores no tienen alma, durante la crisis económica aprovecharon el hambre para vender aves carroñeras como pollo, milanesas hechas de trapo de piso, pizzas cubiertas de condones derretidos en lugar de queso y hasta riñones humanos robados de la morgue.

Pero lo cierto es que aun hoy es difícil vivir al margen del mercado negro, es imposible adquirir legalmente madera, acero para rejas, oxígeno y acetileno para chapistear el automóvil y a veces “se pierden” de las tiendas la pasta de afeitar, el champú, las colchas de piso o los pañales.

Una vez vinieron a la puerta de mi casa a vendernos leche en polvo y cuando preguntamos por su calidad el vendedor nos respondió muy satisfecho: “es de primera, nosotros la sacamos de la escuela especial”, en otras palabras se la robaban a los niños minusválidos.

Los altos precios y la mala calidad de la ropa y zapatos que venden las redes comerciales del Estado han provocado que florezcan las tiendas particulares abastecidas con prendas que llegan de contrabando desde Ecuador, Miami, Panamá e incluso Rusia.

Es más fácil y más barato comprar un aire acondicionado o un televisor en la página web “Revolico” que en las tiendas del Estado. Incluso tienen mejor garantía porque estos particulares temen que se les acabe el negocio si son denunciados por un cliente.

De una u otra forma es la ineficiencia del sistema comercial estatal la que nos empuja a todos a los brazos de los especuladores, nadie puede vivir sin caer en sus manos en algún momento para resolver necesidades a las que no hay otra forma de acceder.

Pero casos como este nos recuerdan que lo más grave del mercado negro no son sus repercusiones económicas o morales sino los peligros que implica para la vida la existencia de un sector económico tan importante sin el menor control sanitario.

En este sentido, una de las grandes ganancias de la apertura económica al trabajo por cuenta propia es que saca de las sombras a muchísimos productores clandestinos y, al hacerlos visibles, le permite a Salud Pública y a otras instituciones realizar los controles pertinentes.

Reducir el mercado negro siempre fue una prioridad del gobierno pero el uso sistemático de la policía no ha dado resultado. Ahora parecen proponerse otros caminos como la creación de mercados mayoristas que eviten la escasez temporal de productos.

De una u otra forma es la ineficiencia del sistema comercial estatal la que nos empuja a todos a los brazos de los especuladores, nadie puede vivir sin caer en sus manos en algún momento para resolver necesidades a las que no hay otra forma de acceder.

Faltan aún otros pasos importantes, como la creación de tiendas para los autónomos con la variedad que reclama el mercado, con precios competitivos y con las calidades requeridas, una oferta tan atractiva como para garantizar que comprarán allí sus insumos.

La reducción del mercado negro o el fin de la escasez no es una garantía de que no habrá más casos como el que Cuba acaba de vivir. En España no faltaba nada en las tiendas cuando vendieron aceite de colza a la gente, provocando miles de intoxicados.

Por lo pronto las autoridades deberían revisar el sistema de reclutamiento y formación de sus empresas de seguridad, porque los guardias que sustrajeron el metanol no son una excepción, yo mismo he visto como muchos de ellos dejan robar a cambio de una “comisión”.

Si algo positivo se puede sacar de esta experiencia es la investigación paralela realizada por la prensa nacional para informar a la población. Es algo novedoso que podría marcar los primeros pasos hacia el objetivo de convertir los medios en un servicio público.

La divulgación periodística es clave, acerca a los cubanos a las causas del problema, les muestra cómo se produce, su costo humano y las consecuencias para los implicados. En casos como estos hacer pensar a la ciudadanía es una labor preventiva de primer orden.
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(*) Publicado originalmente por BBC Mundo.

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