Renovando la residencia en Cuba

Un carnet, burocracia, advertencias y xenofobia

Fernando Ravsberg

Aeropuerto-Jose-Marti-terminal-3. Foto: Raquel Pérez Díaz

HAVANA TIMES — Desde hace 26 años cada 12 meses tengo que hacer todos los trámites migratorios en Cuba; renuevo la acreditación en el Centro de Prensa Internacional, con lo cual me dan la residencia, un nuevo carnet de identidad y la reconfirmación de mi contrato telefónico.

El asunto es engorroso, sobre todo, porque se hace de forma muy burocrática, con mecanismos que machacan a la gente. Para no cortarme el servicio de Internet, por ejemplo, la compañía telefónica me exige que les presente anualmente mi nuevo carnet.

La renovación de la cédula de identidad es uno de los trámites más complejos que enfrentamos los extranjeros y resulta imprescindible tenerlo, porque para viajar al exterior es necesario presentar en el aeropuerto tanto el pasaporte como el carnet vigentes.

Tuve que renovarlo recientemente, para lo cual se necesita salir del trabajo tres veces, el primer día para entregar el viejo, dos fotos y la solicitud, después se recibe una citación para acudir, de 8:00 a 12:00 am, a “poner la huella” y otra vez más para recogerlo.

Me citaron este martes y cuando llegué tenía una decena de personas delante de mí. Entonces empezaron a pasar los “tramitadores” de los organismos sin hacer cola y las funcionarias se iban por 15 minutos sin dar ninguna explicación a los que esperábamos.

Este es el carnet de identidad, manzana de la discordia. Foto: Raquel Pérez Díaz

Tras una hora y media de cola me llegó el turno, pero entonces me dicen que mi carnet no aparecía, que me fuera y ya me volverían a avisar. Delante de las funcionarias de uniforme llamé al Centro de Prensa quejándome de lo que estaba ocurriendo.

“No puede quejarse”, me dijo muy indignada la militar encargada de tomar la huella.

“Sí que puedo, porque el mal trabajo que realizan me afecta directamente”, le respondí.

“Voy a llamar al “jefe”, me dice en tono amenazante.

“Estaré encantado de decirle al “jefe” las mismas cosas que a Ud”.

En segundos llegaba el “jefe” con cara de pocos amigos, tiene unos 70 años y viste uniforme café. Escucha mis reclamos, le confirmo que me estaba quejando con el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano y bastante enojado me dice:

“El Minrex no manda nada aquí. Ud. es extranjero y no tiene derecho a quejarse, este es nuestro país y nosotros hacemos las cosas como nos parece”.

“Yo como extranjero tengo derecho a quejarme cuando me tratan mal en La Habana, NY o Tokio”, le explico.

El “jefe” se queda un momento pensativo, pero de inmediato responde:

“Si tiene algo que decir se dirige a mí directamente. Viene y me dice jefe pasa esto o aquello, pero no puede hacerlo con la persona que lo atiende”.

“Es que yo no soy militar, por lo tanto no tengo que seguir ninguna cadena de mando –le respondo- y mucho menos decirle “jefe” porque Ud. no es mi jefe”.

Pone “cara de menos amigos” aún y me dice que le estoy faltando el respeto, esto me sorprende así que pregunto:

“¿Qué fue lo que dije que Ud. considera una falta de respeto?”

“No se trata de lo que dice, sino del tono en que lo dice”, me responde el “jefe”.

“¿Y en qué tono hay que hablarle a Ud.?”, pregunto.

“Mire, le aconsejo que pare esta discusión porque es lo que más le conviene a Ud.”, me expresa apuntándome con el dedo.

“¿Me está amenazando?

“Le estoy diciendo que por su bien termine esta conversación”.

“¿Y qué me va a hacer? ¿Me va a expulsar del país o a meterme preso por criticar su forma de trabajo?”

“¡Váyase de nuestras oficinas!!!!!”, me grita fuera de sí y yo obedezco.

Quienes entregan los carnet de extranjeros no parecen conocer esta frase de Martí que nos recibe en el aeropuerto. Foto Raquel Pérez Díaz

Pensé que me había convertido en un emigrante ilegal o que volvería a ser “joven e indocumentado” pero, finalmente, intervino el Centro de Prensa Internacional del Minrex y resolvió el problema en un solo día, sin necesidad de hacer más colas.

Ninguna “migra” del mundo se caracteriza por su simpatía, pero esta es la dependencia que tramita a quienes vivimos en Cuba. Se podría esperar un trato más amable, menos burocrático y con funcionarios que no se dirijan a los extranjeros como si fuéramos ciudadanos de segunda clase.

Quedo preocupado y atento a lo que pueda ocurrir, los latinoamericanos nunca tomamos a la ligera las “advertencias” de un uniformado. En Cuba no existe el peligro de vida, pero algunos saben amargártela y con migración topamos en cada viaje y en muchos otros trámites.

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