La cultura de los cubanos y la guerra de león contra mono amarrado

Fernando Ravsberg*

Esta cafetería, propiedad de cuentapropistas cubanos, muestra que el desafío cultural no se debe subestimar. Foto: Raquel Pérez Díaz

HAVANA TIMES — Entre los mayores desafíos que enfrentará la nación cubana en el futuro está el que se desarrollará en la cultura. El proceso de normalización de relaciones con la potencia cultural del norte implica grandes beneficios pero también enormes riesgos.

En otras latitudes ya parecen olérselo y se ha desencadenado una furia por visitar la isla “antes de que lleguen los americanos”, antes de que los McDonalds sustituyan al pan con lechón y los yates no les dejen ver los barquitos de pescadores.

Pero a los cubanos no los tomará por sorpresa. Desde niños crecen viendo los dibujos animados de Walt Disney y los adultos las series, películas, documentales y videoclips de EEUU, que la TV cubana emite sin pagar derechos de autor, por cortesía del Embargo.

Pesa a favor de Cuba su reserva cultural: buen cine, excelente ballet, grandes artistas plásticos y músicos prodigiosos. Sumado a intelectuales brillantes y un acervo religioso que resistió a la colonia católica, la influencia del capitalismo protestante y al socialismo ateo.

Muestra de esa fortaleza cultural es que, apenas derribadas las primeras barreras, Cuba se cuela en Hollywood con “Cuban Quartet”, una serie basada en las novelas policíacas del escritor cubano Leonardo Padura y protagonizada por Antonio Banderas.

Sin embargo, aun así existen retos no se es capaz de “cernir” individualmente el consumo cultural. Aprender a separar la basura de las buenas producciones de cine y TV, será tan importante como evitar la tentación de alimentar a nuestros hijos con comida chatarra.

La “ineficiencia” de la censura de los cubanos

Durante 20 años una de las mejores películas hechas en Cuba estuvo prohibida en la televisión nacional, a pesar de que se había pasado en los cines cubanos. Foto: Raquel Pérez Díaz

El Departamento Ideológico del Partido juega el papel de “Gran hermano”, diciéndoles a los cubanos que programas pueden ver y cuáles no. En su historial ha prohibido desde la música de Celia Cruz, por anticastrista, hasta The Beatles, sin que nadie sepa explicar por qué.

Pero no pueden con la avalancha que viene, será incontrolable. La mejor prueba de ello es que los censores ya han sido superados por El Paquete, un tera de contenidos que llega cada semana a millones de cubanos sin ningún tipo de filtro oficial.

Como si no fueran capaces de percibir la realidad, siguen censurando la TV, la radio, los periódicos, el cine o al teatro. Así, mientras prohíben programas de humoristas nacionales la gente ve a los cómicos de Miami, en el Paquete o la antena.

Viven en el siglo XIX, vetan un documental sobre beisbol durante 5 años, tardan años en aprobar el guion del mejor dibujo animado cubano, retiran de cartelera obras de teatro y prohíben videoclips de “Buena Fe” por un “pecaminoso” beso entre dos mujeres.

Durante 20 años mantuvieron censurada la película “Fresa y Chocolate” en la pantalla pequeña, mientras “Guantanamera” sigue proscrita de la TV. En ambos casos se le está negando a una gran parte de la población el acceso a lo mejor del cine nacional.

Si el gobierno no frena la mano de los extremistas el costo cultural será muy alto. Nada debilita hoy más a la nación que un aparato de censura que amarra a la cultura impidiéndole desplegar sus alas y obliga a emigrar a algunos de sus mejores talentos.

Liberar las fuerzas culturales de la nación

El Paquete ha desbordado a la censura, llega a 5 millones de cubanos con contenidos extranjeros que no pasan la revisión de los Defensores de la Fe .

Al inicio de la revolución se les dijo a los cubanos: “no te pido que creas sino que leas”. Después llegaron los stalinistas, reglamentaron lo que se podía leer y enterraron a los más brillantes intelectuales en sótanos, fábricas de acero o en la emigración.

Querían crear una “cultura revolucionaria”. Julio Cortázar escribió entonces a Fernández Retamar: “¿Podrías tú imaginarte a un hombre de la latitud de un Alejo Carpentier convirtiendo la tesis de su novela (…) en una inflexible bandera de combate? Desde luego que no”.

Los tiempos han cambiado y hoy la censura más estricta no puede contra la universalidad de las nuevas tecnologías. El control sobre los consumos culturales de los cubanos es una batalla que ya se perdió, aunque los que viven de eso no quieran aceptarlo.

Desde hace unos años, con las antenas satelitales de TV y el Paquete, la selección de contenidos ha pasado a ser individual pero los cubanos tienen dos armas poderosas para discernir, un alto nivel de educación y una cultura propia, muy viva y arraigada.

Aumentar sus conocimientos en el uso de Internet, a la par que se les permite navegar libremente parece un buen camino de aprendizaje. Ya se abrieron cibercafés y zonas WIFI en las calles y los “peligros”, anunciados por los agoreros, no se han materializado.

La cultura cubana es capaz de medirse con cualquier león pero no podrá hacerlo amarrada. Necesita liberarse de la mediocridad de los censores, esos que sospechan de todos porque no entienden los códigos de los intelectuales y artistas horneados en el sistema de educación de Cuba.

La nación ha invertido muchos recursos en la formación cultural de sus hijos. Hay que confiar en que los cubanos son capaces de sumar las mejores expresiones universales sin perder sus raíces. Eso es lo que le permitirá a Cuba seguir evolucionando sin perder su identidad.
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(*) Visita el sitio de Fernando Ravsberg.

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