Informar en tiempos del cólera

Fernando Ravsberg*

La venta de alimentos en las calles de Cuba casi nunca sigue las normas sanitarias imprescindible. (Foto: Raquel Pérez)

HAVANA TIMES — Muy pronto tendremos que leer la prensa cubana acompañados de diccionarios técnicos que nos permitan entender de qué nos están hablando, ahora por ejemplo nos informan que se ha detectado la presencia de un tal Vibrión Cholerae en Manzanillo.

Al parecer evitan decirnos que se trata de cólera para ahorrarnos preocupaciones y, en ese mismo sentido, nos tranquilizan asegurando que los 3 cubanos muertos con ese diagnóstico eran viejitos que padecían además de otras enfermedades.

Dicen los colegas de Ediciones Martes que “por suerte el sistema de salud cubano no tiene nada que ver con el periodismo”. Afirman que los médicos están mejor organizados, tienen un plan de acción y los dirigen personas que se han “graduado de medicina”.

Sin lugar a dudas los medios de prensa pueden mirar con envidia el profesionalismo del sistema de Salud Pública en Cuba, su carácter preventivo, sus estrategias a largo plazo, su rápida capacidad de respuesta y el respeto que la sociedad siente por sus médicos.

Pero ahora la Salud tiene nuevos retos, como proteger a la población de las enfermedades que puedan traer los cooperantes cubanos, ejercer control sobre las decenas de miles de trabajadores autónomos que venden alimentos y sobre las compañías extranjeras asociadas.

A grandes empresas como Aguas de La Habana, se les debería exigir que cumplan su rol. Gastan parte del presupuesto en purificación del líquido cuando en la red existen miles de salideros, fuentes de contaminación por las que además se pierde la mitad del agua “potable”.

La misión de los cubanos en Haití luchando contra el cólera es loable pero lo cierto es que implica exponer a miles de médicos a la enfermedad por lo que a su regreso deberían establecerse controles o cuarentenas que permitan evitar una “polinización” de la enfermedad.

En el caso del Vibrión Cholerae el riesgo es doble, Cuba tiene miles de cooperantes trabajando en África en los más variados sectores, desde la salud hasta la construcción. Cualquiera de ellos puede llegar acompañado del cólera o de otros peligrosos microorganismos.

Con la cantidad de dinero que estos hombres y mujeres producen para el país, se podría incluso dedicar un hotel que combine la necesaria cuarentena con el merecido descanso. Seguramente costará menos que una campaña sanitaria como la de Manzanillo.

Pero no solo de fuera vienen los problemas. Durante la macrocrisis y la miniapertura de los años 90 hice un reportaje en “El Manguito”, un pueblo de la provincia de Matanzas en el que un vendedor particular de frituras mató a decenas de personas.

El hombre trasladó la malanga o el maíz -no lo recuerdo bien- en un saco contaminado con insecticida, hizo la masa, la frió y la vendió.

Terminó en la cárcel pero sufrió un castigo mucho más duro porque uno de los fallecidos fue su pequeña hija.

No quiero decir que el único peligro viene de los trabajadores autónomos porque me consta que en todas partes ocurren barbaridades pero lo cierto es que en el sector estatal ya existen ciertas normas y practicas sanitarias que reducen el peligro.

Una especialista en alimentos me explica que también en las empresas del Estado se violan normas de salubridad, la diferencia es que ante un problema es fácil establecer la “trazabilidad”, de cara a averiguar el origen, el lugar y el momento de la contaminación.

Con casi 400 mil cuentapropistas, la mayoría dedicados a la alimentación, se impone establecer en el país mecanismos de control sanitario eficaces que sirvan de garantía al consumidor, certificando que puede ingerirlos sin peligro para su salud.

Pero no bastará con legiones de inspectores, es clave abrir tiendas mayoristas que compitan en precios con el mercado negro. Cuando el trabajador autónomo compre sus productos en ellas se habrán reducido en gran medida los peligros para la salud de la población.

Esto es solo una muestra de cómo el tira-y-afloja interno podría impedir el desarrollo integral del Plan Maestro de reformas, creando un modelo deforme con peligrosos agujeros negros, producto de una negociación en la que cada ley es acompañada de un “pero”.

Se autoriza la compraventa de automóviles “pero” solo usados, reparten tierras “pero” se prohíbe a los campesinos construir casas en las parcelas y autorizan el trabajo autónomo “pero” sin tiendas mayoristas que les vendan los insumos imprescindibles.

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