¿Es Cuba como el aceite, siempre flotando?

Fernando Ravsberg

Foto: Raquel Pérez Díaz

HAVANA TIMES — Decía un presidente de la época prerrevolucionaria que Cuba es un país de corcho, porque pase lo que pase siempre se mantiene a flote. Y si nos guiásemos por lo ocurrido durante el pasado medio siglo podríamos estar tentados a darle la razón.

Cuando Washington “le cortó el agua y la luz”, pocos apostaron por la sobrevivencia de una nación tan dependiente de EE.UU. Entonces apareció la Unión Soviética para rescatarla y, de paso, ganar un aliado en el patio trasero de su enemigo.

Se pagó un alto costo económico al cambiar la tecnología de origen estadounidense por la soviética, más atrasada e ineficiente. Sin embargo, nadie se preocupa demasiado de los efectos secundarios de un medicamento cuando el paciente está al borde de la muerte.

La URSS no lo pensó dos veces, tener una “cabeza de playa” a 90 millas de los EE.UU. no tenía precio, por lo tanto, abastecer a la isla del Caribe de lo necesario para que sobreviviera se convirtió en una prioridad de Moscú, era la lógica de aquellos tiempos de Guerra Fría.

Cuando EE.UU. cerró el cerco, los soviéticos se lanzaron al rescate de Cuba, incluso arriesgándose a una guerra nuclear. Foto: Raquel Pérez Díaz

Cuando “la ayuda desinteresada” de la Unión Soviética desapareció, las apuestas se tornaron de nuevo contra la Revolución Cubana. De un día para otro la economía perdió el 75% de su comercio exterior, incluyendo la única fuente de abastecimiento de petróleo.

En los 90 la crisis económica nos dejó sin electricidad, sin agua, sin transporte, sin alimentos, sin leche, sin comida para el ganado. Morían las vacas de hambre y la gente sufría de neuritis por falta de vitaminas y minerales, sin que se vislumbrara una salida.

Sin embargo, tras una década resistiendo semejante situación apareció la Venezuela Bolivariana y Cuba respiró. Médicos por petróleo, propuso Hugo Chávez y estableció un mecanismo de cooperación Sur-Sur que la Isla ha reproducido con otros países.

Según una negociadora venezolana, el gobierno cubano se negaba a cobrar por los cooperantes de la Salud, pero Chávez insistió en que fueran parte de un acuerdo mutuamente beneficioso. Hoy los servicios médicos representan el mayor ingreso de la economía nacional.

La solidaridad que Cuba despierta en muchas naciones del mundo no es casual, dudo que algún otro país haya enviado tantos médicos a tan diferentes puntos del globo terráqueo.

Durante los últimos años, los aliados económicamente más fuertes en América Latina, han ido cediendo terreno al avance conservador. Argentina y Brasil ya están en manos de la derecha y Venezuela tiene una situación que limita mucho la cooperación con Cuba.

Pero casi a la par de esta crisis aparece un presidente en EE.UU. decidió a cambiar la política hacia su vecino, restableciendo relaciones y criticando el bloqueo impuesto por su propio país. El mundo pierde el miedo y viajan a la Isla montones de políticos y empresarios.

La cola es interminable, franceses, rusos, belgas, holandeses, mexicanos, japoneses, surcoreanos, brasileños, australianos, italianos, austriacos. Buscan una tajada hasta los políticos españoles, del mismo partido que promovió la ruptura de relaciones normales entre la UE y Cuba.

Aprovechando ese interés, La Habana se propone cambiar su dependencia petrolera, logrando inversiones en campos eólicos, paneles solares y plantas de biomasa para quemar el bagazo de la caña y el maldito marabú, terror de los campesinos cubanos.

Solo quien no conozca la historia común de Cuba y África puede preguntarse por qué tiene la Isla esa trascendencia allí.

Realmente podría  parecer un país de corcho, pero nada ha sido casual. Mucha de la solidaridad que despierta Cuba en África, por ejemplo, es la respuesta a una historia en común. Ningún africano olvida el papel de la Isla en la caída del régimen del Apartheid.

Durante décadas Cuba envió médicos gratis a los países que lo necesitaron, trátese de una Argelia revolucionaria o de un Pakistán sin ninguna conexión ideológica. De alguna forma la nación está cosechando la misma solidaridad que sembró.

Mientras con los estados ricos se renegociaron las deudas, lo cual permite comerciar con nuevos créditos y pagando intereses más bajos. Gracias a este paso, será posible saltarse intermediarios que incrementan sustancialmente el valor de los productos.

La reforma produjo importantes beneficios entre los cubanos ligados a la actividad económica privada y ahora se extiende lentamente al resto de la población con aumentos salariales regulares y la reducción de precios en algunos productos de primera necesidad.

El turismo resurge como una nueva tabla de salvación, hace dos años se despertó una fiebre internacional por conocer Cuba que ha roto todos los records. Foto: Raquel Pérez Díaz

La nación es más real que nunca, el poderoso vecino reconoce que no pudo doblegarla por la fuerza. La nueva realidad internacional que de eso se desprende le permite tener relaciones con todos los estados sin casarse con ninguno, un equilibrio sano para un país pequeño.

Un político estadounidense dijo hace unos años que el cambio climático sería la solución para el “problema” cubano, esperanzado en que la Isla se hundiera en el mar. Washington lleva siglos equivocándose, allí nunca han calculado bien la “flotabilidad” de Cuba.

 

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