Cuba y su mercado inmobilario

Por Fernando Ravsberg

HAVANA TIMES — Leí hace poco un artículo en CNN-Expansión donde se recomienda que “con su acercamiento a Estados Unidos, la Isla deberá aprender a desarrollar un ecosistema de mercado inmobiliario que supere los años de estancamiento y atraiga inversiones”.

Me asustó porque el famoso “mercado inmobiliario” fue el que casi hunde las economías de EE.UU. y Europa, cuando explotó la “burbuja” que había elevado el valor de la vivienda a niveles inalcanzables para la gran mayoría de la población.

Recuerdo que poco antes de la explosión, los precios habían subido tanto que los bancos de España estudiaban la posibilidad de crear una hipoteca a pagar en 70 años, es decir que tú comprabas la casa y les dejabas en “herencia” la deuda a tus hijos.

La economía no puede prescindir del mercado, pero darle demasiadas libertades en ciertos territorios puede traer consecuencias fatales. Así ocurre cuando el derecho humano a la vivienda se transforma en una mercancía para obtener beneficios.

La legalización de la compra-venta fue un paso positivo que hizo la vida de la gente más fácil, evitándoles las transacciones ilegales que se hacían bajo el manto de permutas, herencias, matrimonios falsos y un sinnúmero de triquiñuelas.

La especulación con la vivienda en Cuba puede tener efectos desastrosos en un país donde escasean y en el que casi la mitad de las existentes están en mal o regular estado. Foto: Raquel Pérez Díaz

Ya han surgido empresas inmobiliarias privadas para “facilitar” las compraventas, en realidad se trata de intermediarios que aumentan los precios de las casas entre un 5 y un 10%, por hacer un trabajo para el que bastaría un periódico de anuncios.

Esas agencias no solo encarecen la vivienda, además tienen todos los contactos para hacer las trampas legales que sean necesarias. A través de algunas de esas inmobiliarias están comprando propiedades extranjeros que invierten en la Isla.

Este flujo de capitales del exterior, dispuestos a pagar más con tal de blanquear sus riquezas, está sirviendo también para incentivar el aumento en los precios. Un proceso que ya venía desde que comenzó la inversión de emigrados cubanos.

La diferencia es que los cubanos, ricos o pobres, residentes o emigrados, son parte de esta nación y tienen derecho a comprarse una casa de acuerdo a sus posibilidades. Si eso produce más o menos inflación el país tendrá que aprender a vivir con ello.

El peligro está en que Cuba caiga en los circuitos internacionales inmobiliarios, con todas las taras que tiene este sector: hipotecas impagables, activos tóxicos, lavado de dinero, burbujas de precios o la compra de viviendas como simple mecanismo de inversión.

En España, por ejemplo, llegó un momento en el que hubo 3 millones de casas vacías, compradas solo para especular, y seguían construyendo como posesos hasta que un día todo se derrumbó. Entonces los bancos comenzaron a desalojar a miles de familias de sus hogares.

Algunos trataron de impedir los desalojos, otros las entregaron callados y no pocos se suicidaron. En Barcelona el grupo creado para luchar contra los desahucios llegó a ser tan numeroso que su líder, Ada Colau, fue electa y es hoy la alcaldesa de esa ciudad.

En esta película se ven claramente las maniobras suicidas que se produjeron en el mercado inmobiliario de EE.UU. y las terribles consecuencias que estas tuvieron para la gente común.

En EEUU cientos de miles de familias perdieron sus viviendas. Lo ocurrido aparece reflejado en el film La gran apuesta” Es la historia real de unos inversionistas que descubren los pies de barro del mercado inmobiliario y ganan miles de millones cuando se derrumba.

La parte buena de llegar tarde al mercado es que se puede estudiar los errores de los demás para no repetirlos. Una reforma necesaria como la aprobación de compra-venta de viviendas podría revertirse en una crisis si no se regula convenientemente.

Ahora que en la presidencia de los Estados Unidos hay un empresario inmobiliario, seguramente empujarán a Cuba más hacia la apertura de ese mercado, llamado pomposamente “ecosistema”, tal y como si se tratara de algo creado por la propia naturaleza.

Para evitar la especulación en este espacio es imprescindible crear leyes regulatorias y controles estrictos. Tratándose, además, de un bien social básico para la vida, se debería “blindar” frente a la acción de los especuladores que buscan ganancias rápidas a cualquier costo.

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