Cuba: ¿Jóvenes Ingenuos?

Fernando Ravsberg*

Los jóvenes cubanos tienen muy poco poder de decisión. Foto: Raquel Pérez

HAVANA TIMES — En una reciente entrevista, la escritora cubana-americana Uva de Aragón me decía que la emigración de miles de jóvenes talentos de Cuba no se corresponde a un “robo” de cerebros sino una “fuga” en busca de mejores oportunidades en otros países.

El concepto es discutible, más aun cuando se trata de una nación a la que se le aplican fuertes restricciones económicas con el fin expreso de  provocar hambre y desesperación en la gente, a la par que les ofrecen residencia en la mayor potencia mundial.

Pero, más allá de las diferencias de criterio, lo cierto es que cada año decenas de miles de jóvenes abandonan el país por diferentes vías y muchos de ellos son científicos, médicos, deportistas, ingenieros o arquitectos, todos formados por Cuba.

Me consta porque tengo dos hijos en “edad de emigración” y muchos de sus amigos están ya en el exterior. La mayoría provienen de la vocacional V. I. Lenin, una de las escuelas donde supuestamente estudian los mejores talentos del país.

Y no solo se trata de prospectos académicos, también se considera que los jóvenes de ese centro son especialmente fieles a la ideología de la revolución. Se esperaba que allí se formaran los hombres y mujeres que dirigirían Cuba en el futuro.

Es verdad que la emigración cubana no es la mayor de América Latina, como se nos quiere hacer creer inflando cifras, pero tiene la característica de estar compuesta por la gente más preparada, desde técnicos medios hasta graduados universitarios.

Y se van porque son los que menos ganan, los que deben vivir de un salario de U$D 17 mensuales y no tienen la posibilidad de hacer trabajos extras, de montarse un negocio por su cuenta o llevarse algo del centro del trabajo para revender después.

Pero el dinero no es la única razón. Hace poco fui entrevistado por una periodista cubana sobre las características de la juventud de la isla lo que me obligó a informarme, a buscar jóvenes y conversar con ellos para saber cómo piensan y como sienten.

Descubrí que algunos emigran porque perciben que viven en un país que no es el de ellos, se sienten habitando una casa ajena donde las reglas de convivencia las imponen sus abuelos, quienes ante cualquier discrepancia les recuerdan todo lo que se les debe.

Y se cansan, se cansa el gay esperando años a que el parlamento se decida a aprobar sus derechos y también el joven científico que hace un doctorado en el extranjero y las leyes solo le permiten llevar a su mujer e hija si salen de forma definitiva.

Quino pidió que dejaran a los jóvenes inventar su juventud. Foto: Raquel Pérez

Cosas tan elementales como que los estudiantes de medicina deben cortarse el pelo al largo que estimen las autoridades universitarias por supuestas “razones de higiene” que, sin embargo, no se aplican cuando el estudiante es una mujer o un extranjero.

Sorprende que suceda esto durante el gobierno de Raúl Castro, aquel joven que bajó de la Sierra Maestra con el pelo largo hasta los hombros, algo que no era impuesto por la guerra porque muchos de sus compañeros lo llevaban más corto.

Recuerdo cuando los universitarios intentaron que la asistencia a clases no fuera obligatoria y como todo el aparato del Ministerio de Educación Superior se impuso, amenazando incluso al periodista que hizo un reportaje sobre el tema.

Es verdad que al final son las organizaciones juveniles las que toman la decisión pero eso es solo un espejismo porque en ocasiones estas, en vez de representar a sus afiliados, se convierten en herramientas para imponerles políticas, reglas y normas.

Por supuesto que los jóvenes quieren ganar salarios que les permitan divertirse, vestirse bonito y pensar en formar una familia independiente pero aspiran también a construir una nación en la que no todo esté escrito y en la que su opinión cuente.

Un joven comunista me dijo que está harto de que sus propuestas sean retrucadas sin más argumentos que un condescendiente “no se puede ser tan ingenuo”, tal y como si toda la sabiduría de Cuba estuviera en manos de las personas mayores.

El prejuicio no es nuevo ni exclusivamente cubano, en el siglo XlX, el poeta alemán Friedrich Hebbel, reconocía que a menudo la juventud cree que el mundo comienza con ella, pero enseguida advertía que la vejez cree aun más a menudo que el mundo acaba con ella.

“No entiendo cual es el temor, tenemos la misma edad que tenían nuestros dirigentes cuando tomaron el poder. Es verdad que nos vamos a equivocar, pero es nuestro derecho, igual que se equivocaron ellos”, me comenta un universitario

Los acusan de ser demasiado ingenuos e inmaduros pero semejantes “defectos” solo se curan con “fogueo”, dándoles poder de decisión sobre sus propias vidas y participación activa en el diseño de una nación que, al fin y al cabo, terminará irremediablemente en sus manos.
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(*) An authorized Havana Times translation of the original published by BBC Mundo.

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