Cuba: a salvar todo lo que debe ser salvado

“Cambiar todo lo que debe ser cambiado”

Por Fernando Ravsberg

Fidel y Raúl Castro.

HAVANA TIMES — La muerte de Fidel Castro no cambia nada o, para no ser absoluto, cambia muy poco la situación de la Isla. El Comandante en Jefe quiso pasar su última década de vida como un “soldado de las ideas”, que no intervenía -de forma pública- en los asuntos internos.

Durante los primeros años del gobierno de Raúl Castro, el apoyo de Fidel fue clave para poder iniciar las reformas y consolidar un nuevo liderazgo que las impulse, garantizando, además, el cambio generacional, imprescindible para cuando hayan desaparecido los “históricos”.

Sin embargo, ya el General-Presidente se ha consolidado en el poder y en poco más de un año entregará el gobierno a dirigentes más jóvenes. Los encabeza el vicepresidente Miguel Díaz Canel, quien nació un año después que Fidel y sus barbudos coronaran la Revolución.

Millones de personas en Cuba rindieron homenaje al líder desaparecido, pero pasado el duelo tendrán que seguir buscando soluciones a los retos que enfrenta la nación. Foto: Raquel Pérez Díaz

Cuando se sequen las lágrimas de sus seguidores y pase la resaca de la borrachera de sus enemigos, Cuba volverá a estar exactamente donde se encontraba el pasado viernes 25 de noviembre. Con sus mismas fortalezas y debilidades, con sus mismos aciertos y errores.

Los retos que enfrentan los cubanos de inmediato son enormes. La nación está cruzando el río, con la certeza de que donde estaba no encontraría la prosperidad, pero sin saber muy bien cómo atravesar la corriente ni qué encontrarán en la otra orilla.

El gobierno espera poder construir un modelo políticamente socialista, económicamente próspero y ecológicamente sustentable. La tarea sería gigante para cualquier país, pero mucho más para una pequeña isla, sin recursos naturales y cercada por la mayor potencia del mundo.

Para empeorar las cosas heredan una burocracia lenta, ineficiente y corrupta que pone traspiés a casi cada cambio realizado para ordenar la economía nacional. Una burocracia que prefiere mantener el rio revuelto porque en él pesca sus privilegios.

Fidel y sus barbudos legan a Cuba una salud pública universal, educación al alcance de todos, enorme desarrollo cultural y sorprendente en los deportes. Foto: Raquel Pérez Díaz

Pero del modelo anterior también se hereda la principal fortaleza de Cuba, una enorme reserva de recursos humanos. Millones de personas solidarias, profesionalmente bien preparadas, con un gran talento natural y con una astucia que les permite colarse por el ojo de una aguja.

Si en vez de amarrarles las manos, se les diera mayor libertad de acción, los trabajadores de las empresas estatales se deshacerían de los burócratas y serían más eficientes, crecería el número de trabajadores por cuenta propia y la prosperidad estaría al alcance del trabajo.

Sin embargo, mientras se cruza el río con una lentitud proverbial, Cuba pierde parte de su mayor riqueza. Se dejan llevar por la corriente migratoria miles de jóvenes, preparados y con ganas de trabajar, que terminarán generando las riquezas de otras naciones.

Algunos dicen que se trata de un robo de cerebros, mas se parece bastante a una donación de órganos. Y lo peor es que junto a la materia gris se pierden también los orgasmos fértiles de óvulos y espermatozoides que necesita Cuba para no morirse de vieja.

Y será difícil que los jóvenes echen raíces mientras no se les dé una participación en la toma de decisiones, más allá de la aprobación formal de políticas trazadas por otros. Cuba necesita de toda su “inteligencia” para acelerar el paso y pensar el modelo que se construirá en la otra orilla.

Las generaciones futuras de Cuba merecen que se les legue una economía capaz de sostener las conquistas sociales. Foto: Raquel Pérez Díaz

El reto que enfrenta la nación es de tal magnitud que requiere abrir espacios para que todos los cubanos con ganas de trabajar encuentren un lugar, donde, buscando su propia prosperidad, contribuyan a la prosperidad general, como recomendaba José Martí.

Fidel y sus barbudos legan un país con salud pública universal, educación al alcance de todos, enorme desarrollo cultural y sorprendente en los deportes. Sin embargo, no supieron o no pudieron construir un sistema productivo eficiente para financiar esos logros.

El gran reto es construir una economía apta para sostener esos beneficios sociales. De lo contrario, todo lo alcanzado se irá escurriendo como arena entre los dedos, hasta que una mañana nos levantemos y veamos que se ha perdido todo, que nuestras manos están vacías.

Esta larga marcha hacia “la tierra prometida” no puede ni debe terminar así, no se lo merecen los hijos y nietos ni los que aún están por nacer, los descendientes de las generaciones de cubanos que se han sacrificado por la fe de que es posible construir una nación mejor.

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