Amistades peligrosas en Cuba

Fernando Ravsberg*

Así se presentaba hace unos años a uno de los que hoy están siendo juzgados por corrupción. Foto: Raquel Pérez

HAVANA TIMES — Algunos de los más importantes hombres de negocios instalados en Cuba desde hace décadas están siendo presentados ante  los tribunales de la isla para responder a graves acusaciones de corrupción. Son la cara visible de una campaña de limpieza mucho más amplia.

Lo sorprendente no es que el gobierno cerrara estas compañías sino que hayan tardado tanto tiempo en investigarlas cuando todo el ambiente empresarial conocía cómo hacían sus negocios, la forma en que operaban y hasta los mecanismos para repartir las prebendas.

La creación de la Contraloría General de la República provocó un cambio radical en la lucha contra la corrupción porque permitió que se elevara el punto de mira hacia las alturas, donde nadan los peces gordos, generalmente intocables aunque sean el origen del delito.

Recuerdo que cuando Raúl Castro anunció que la Sra. Gladys Bejerano sería la Contralora mencionó que a algunos dirigentes no les había gustado la propuesta. Tal vez ya sospechaban que esa mujer no se detendría ante ministros, “hijos de papá” o empresarios extranjeros.

Y estaban en lo cierto. Por lo menos en los últimos 20 años no se había impulsado en Cuba una campaña anticorrupción que fuera tan amplia, tan profunda y, sobre todo, tan sostenida en el tiempo. Me aseguran que los tribunales no dan abasto para procesar a tantos implicados.

Conozco a algunos empresarios cubanos que, tras el descubrimiento de una trama de corrupción, pasaron más de un año sin que los molestaran. Sin embargo, cuando ya creían que se habían librado los llamaron a juicio y los condenaron a varios años de prisión.

En las granjas de trabajo hay tantos corruptos presos que uno de los jefes del sistema penitenciario me aseguró que está cambiando el componente racial de los internos, con la llegada de estos dirigentes empresariales o políticos, mayoritariamente blancos.

Algunos se lamentan del encarcelamiento de estos funcionarios aduciendo que se vieron obligados a corromperse por los bajos salarios que perciben. Eso puede ser verdad para un obrero o para un maestro pero no lo es para esta élite empresarial.

Gladys Bejerano está al frente de la Contraloría General, institución directamente vinculada al presidente que ha permitido un salto de calidad en la batalla contra la corrupción. Foto: Raquel Pérez

En general ellos viven muy por encima del resto de sus compatriotas, habitan en buenas casas, manejan automóviles, tienen cuota de gasolina, teléfono celular pagado, reciben viáticos para sus viajes al extranjero. Son los que menos necesidad de corromperse tienen.

Pero ahora hay mucho más revuelo porque no solo están procesando en los tribunales los empresarios corruptos cubanos sino también los extranjeros, aunque estos tengan ciudadanías de países tan influyentes como Canadá o el Reino Unido.

En realidad no debería sorprender a nadie que, cuando aparece un caso de corrupción empresarial, se detenga no solo al que recibe el dinero sino también a quien lo entrega por debajo de la mesa para obtener privilegios sobre sus competidores en una negociación comercial.

Al gobierno cubano no se le puede criticar que se defienda de los halcones que planean por los cielos del mundo en busca de presas dispuestas a vender a sus compatriotas por un poco de dinero, pero se le podría pedir sí una mayor transparencia.

La necesidad de informar sobre los procesos judiciales es útil para que los cubanos conozcan los éxitos que se logran en la lucha contra la corrupción y que los empresarios, tanto nacionales como extranjeros, sepan el precio que se paga por los sobornos.

Un experto del Brookings Institution decía a la agencia Reuter que “si el Gobierno cubano pretende que las sanciones sirvan como una disuasión eficaz a la corrupción -y no como disuasión a la inversión extranjera legítima- debería aclarar la naturaleza exacta de las supuestas infracciones y hacer el proceso legal más transparente”.

La diferencia entre eliminar la corrupción empresarial y desalentar la inversión radica justamente en la transparencia. Por ejemplo, sería interesante conocer si las acciones judiciales se corresponden a delitos que también serían sancionados en cualquier otro país.

En Cuba la pasión por el secretismo sigue siendo un boomerang que retorna peligrosamente contra quien lo lanzó. En este tema, como en muchos otros, el silencio sigue siendo la peor de las respuestas.
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(*) Publicado originalmente por BBC Mundo.

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