¡No boten el sofá!

Fernando Ravsberg

De la recién concluida feria del libro. Foto: Elio Delgado

HAVANA TIMES, 10 marzo – Termino de ver el reportaje sobre “la penetración imperialista” a través de internet con certezas y temores. No dudo de que Washington este organizando una ciberconspiración pero temo que la respuesta sea cerrar puertas y ventanas.

Que EE.UU. intenten penetrar Cuba con su propaganda no debería sorprender a nadie cuando desde hace años financian -con dinero de los impuestos- una emisora de radio y otra de TV que trasmiten exclusivamente para la isla.

Los ingenieros cubanos han interferido con tanto éxito estas trasmisiones que ya muy pocos oyen la Radio y no conozco a nadie que haya visto Televisión Martí. Las autoridades de Cuba se burlan diciendo que es “la TV que no se ve”.

La nueva estrategia de EE.UU. se visualiza también en los cables “secretos” de sus diplomáticos, donde descartan a la vieja disidencia y apuestan por los blogueros, más ahora que el acceso a la red se multiplicará con la llegada del cable telefónico desde Venezuela.

El terreno es fértil teniendo en cuenta que el gobierno cubano, en lo que al ciberespacio se refiere, apenas está gateando. El desconocimiento sobre el funcionamiento de Internet le da gran ventaja a sus oponentes de dentro y fuera del país.

Al parecer la administración Obama no quiere perder semejante oportunidad y pone dinero para que personas como Alan Gross y Robert Guerra entren de contrabando medios de comunicación satelital que escapan al control del Estado cubano.

Y me cuesta creer que su objetivo sea “promover la democracia en el mundo” porque aún no he oído nada de operaciones encubiertas en Arabia Saudita para reclamar elecciones, los derechos de la mujer o la libertad religiosa.

Pero el mayor peligro que enfrenta Cuba es caer en la tentación de atrincherarse y adoptar una posición defensiva, “dinamitando” los puentes -en este caso Internet- para impedir cualquier avance del “enemigo”.

A mediados de los años 90 algunos economistas me aseguraron que se planeaba autorizar las cooperativas urbanas de trabajadores por cuenta propia, más o menos lo mismo que se está implementando en este momento.

Según mis fuentes, el proyecto se detuvo cuando el presidente de EE.UU., Bill Clinton, apoyó un plan de promoción de la sociedad civil en el que impulsaba las cooperativas para liberar a los trabajadores de la dependencia del Estado.

Conozco a cubanos que lo ven como una victoria, y es verdad que “los yankees no se salieron con la suya”. Sin embargo, no dejo de preguntarme quién fue el que realmente perdió cuando la adecuación de la economía cubana se retrasó una década.

El peligro ante la campaña cibernética de EE.UU. es pensar que la forma de impedir la “contaminación ideológica” es mediante una campana de cristal que restrinja las libertades, las comunicaciones y aísle a los cubanos del resto del mundo.

Limitar Internet sería como botar el sofá en el que encontramos a nuestra pareja siéndonos infiel. Además hasta ahora las prohibiciones solo han servido para crear un enorme mercado negro digital, con decenas de miles de usuarios clandestinos.

En una ocasión el ministro de Cultura, Abel Prieto, me comentó que llegará el día en que sea imposible detener una señal satelital por lo que él cree que la mejor apuesta es enseñar a la gente a procesar la información que recibe.

La batalla contra las antenas parabólicas debería servir de antecedente. A pesar de lo mucho que se gasta en perseguirlas se reproducen como conejos, trayendo a los hogares cubanos la particular óptica de los canales televisivos de Miami.

Si la Revolución tiene “razones” que expresar, la red es un lugar invaluable y el acceso masivo de sus ciudadanos la convertiría en un vehículo excepcional para la trasmisión de ideas. Además es tan barato que se vuelve casi democrático.

La mayor debilidad del gobierno de Cuba en Internet no radica en que los anticastrista de Miami y los blogueros disidentes tengan demasiado espacio sino en la escasa presencia ciberespacial de los cubanos residentes en la isla.

Los “planes del imperio” no son nuevos, también hay uno dirigido a provocar que se vayan para EE.UU. los médicos que prestan servicio en otros países y eso no impide que el proyecto de asistencia sanitaria continúe e incluso crezca.

Quienes no estén a la altura del reto deberían ceder su puesto porque lo que es seguro es que rehuir el debate nunca da buenos resultados. Un colega cubano lo sintetizó de forma brillante: hay que subir al ring a dar la pelea o seguir perdiendo por no presentación.

Publicado con la autorización de BBC Mundo.

 

 

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