Una luz al final del túnel de la agricultura (II)

Fernando Ravsberg

Fernando Funes y su esposa Claudia Alvarez tardaron 7 meses en abrir su pozo de agua rompiendo la roca a mano, armados tan solo de una barreta. Foto: Raquel Pérez Díaz

HAVANA TIMES — Hoy presentamos la segunda parte de la entrevista con Fernando Funes, quien con su esposa Claudia Alvarez y sus trabajadores ha transformado un terreno infértil en un paraíso de cultivos y agroecología. Fernando habla de su filosofía de una vida productiva y sana en el campo. Su finca está a unos 20 km. de La Habana.

Vea la primera parte de la entrevista

¿Como se conocerá tu experiencia?

Fernando Funes: Mis colegas y mi papá estaban preocupados porque yo me iba a enterrar en el campo. Sin embargo, en estos 4 años he podido ver que el impacto mediático del proyecto tiene mucha más difusión que los artículos que yo publicaba desde la academia. Mis publicaciones científicas las habían leído 1200 personas pero por la finca han pasado miles. Hubo muchas publicaciones y cada vez tenemos más espacio para transmitir lo que hacemos. Este año empezamos una serie de talleres con niños, con científicos y con personas de la zona. Vamos a diseñar sistemas de distribución para el territorio, ya tenemos un proyecto de desarrollo local. Queremos contactar a los que viven aquí con las autoridades locales, con las nacionales, con las ONG y con empresas comerciales. Combinar estos 4 actores es la clave para un desarrollo sustentable.

¿Uno de los ministerios con más burócratas en Cuba es el de la agricultura, como lidias con ellos?

FF: Como filosofía yo no veo obstáculos porque a veces estos son imaginarios. No hay obstáculo que no puedas vencer si te lo propones. Cuando llegué aquí nadie me hacía caso, este era un lugar abandonado y me puse a cavar a mano un pozo en la roca durante 7 meses. Ese pozo se convirtió en una metáfora, un aprendizaje, demostró la decisión de lo que estábamos dispuestos a hacer. Nos decían que estábamos locos, que aquí no había agua y hoy nos da más de la que necesitamos para toda la finca. Lo hicimos y así creamos prosperidad porque esta no llega sola, hay que construirla igual que el pozo. La burocracia en todo el mundo retarda muchos procesos pero uno tiene que tener los grados de libertad mental para entender que la burocracia es franqueable. Colándote por las grietas que deja puedes demostrar desde la práctica que esa burocracia era disfuncional.

La Finca Marta está a unos 20km de La Habana, esta a cargo de Fernando Funes y su esposa Claudia Alvarez. Foto: Raquel Pérez Díaz

Sin embargo, la agricultura depende de los insumos que esa burocracia le niega.

FF: Es que para nosotros los insumos no son una aspiración porque los químicos no nos sirven en nuestro sistema ecológico. Nos basamos en los recursos locales y logramos así enriquecer el proceso mucho más. Ahora vamos a recibir una donación de la embajada de Japón a partir de que se dieron cuenta del impacto de lo que estamos haciendo. Vamos a importar desde México las cosas que necesitamos para seguir avanzando. Compraremos un molino de viento para bombear agua y una máquina para hace canteros. Hasta ahora hacíamos los canteros a mano pero si no los hubiéramos hecho así, no tendríamos hoy el apoyo de Japón.

¿Crees que la gente en Cuba pueda volcarse al campo?

FF: Yo estoy consciente de que no mucha gente está dispuesta a “cavar el pozo” pero una vez que lo ve abierto muchos se dan cuenta de que es posible. Irse al campo tiene que ser algo natural, guiado por los deseos de las personas. Para lograrlo hace falta una nueva ruralidad que conecte mejor a la ciudad y el campo. Que se revalorice la vida en el campo como vida más sana, como empoderamiento y enriquecimiento. La revolución cubana ha dejado valores éticos y culturales que no van a desaparecer como mismo no desapareció lo generado por la cultura antes de la revolución. Y nosotros queremos también sembrar en esta región una forma de hacer las cosas.

¿Es factible la agricultura ecológica a gran escala en Cuba?

FF: Bueno llevamos 20 años luchando por eso y hoy somos menos ecológicos que entonces. Con la crisis económica hubo un renacer, como resultado de las dificultades la gente fue a cómo hacer producir la tierra con sus propios esfuerzos. Pero todo eso se ha ido perdiendo en la medida en que mejoró la situación económica porque no hubo una política suficientemente fuerte ni una estructura para multiplicar esas prácticas. Y también la mentalidad de los agricultores y de los políticos agrícolas es industrial, de monocultivo, la que arrastramos desde hace 400 años. Hay que cambiar la conciencia hacia una alimentación más sana y diversa, no por decreto sino por desarrollo de las ideas de la gente.

 

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