Un librero cubano que disfruta la literatura

 

Por Ivett de las Mercedes

HAVANA TIMES – En nuestros días cada vez se hace más difícil encontrar un buen librero. Dígase que un librero es aquel que nos ofrece una sinopsis de la obra que vamos a comprar, así como cualquier dato curioso referente a esta o a su autor. En un cuarto, Domingo Galindo, de 82 años, tiene obras maestras de la literatura en general.

Havana Times: ¿Para ser un buen librero qué piensa que sea lo más importante?

Domingo Galindo: En la época actual muy pocas personas conocen lo que es ese oficio. Para la mayoría somos vendedores de libros, y en nuestro carnet como trabajadores cuentapropistas es así como aparecemos. En mi caso, soy amante y conocedor de la literatura, aunque no soy un profesional. Esa cualidad no solo me permite comprar buenos libros, sino venderlos. A veces se presenta en el negocio alguien muy entendido buscando algo específico, o una nueva obra de algún escritor, es muy gratificante poder ayudar a otros y, a la vez, ayudarnos a nosotros mismos.

Un librero sin conocimiento de la literatura solo amontonará ejemplares que en la mayoría de los casos no se venderán. Hay que estar al tanto de las novedades en el mundo editorial tanto cubano como extranjero y tiene que primar el orden, los libros deben estar clasificados, no solo por países, sino por temáticas. A veces me detengo ante los negocios de otros libreros y en realidad no sé cómo logran vender. Conozco uno que tiene sacos de libros amontonados sin saber su temática.

HT: Está un poco apartado de las calles principales de la Habana Vieja. ¿Lo visitan muchos extranjeros?

DG: No me gusta la competencia, prefiero la tranquilidad. La mayoría de los visitantes extranjeros saben lo que quieren comprar cuando vienen. Los que llegan por primera vez generalmente, a no ser que tengan algún encargo, compran libros sobre la Revolución cubana y sus héroes, religiones afrocubanas o alguna novela de los grandes escritores, sobre todo Ernest Hemingway. Si no es porque ellos los compran la mayoría de las veces, habría que desempolvarlos años tras años.   

HT: ¿Cómo hace para conseguir tantos ejemplares?

DG: Hay proveedores y vendedores. Hay quienes, necesitados de  dinero, se ven impulsados a vender libros que le son muy queridos, y es una situación muy penosa. La gente no se quiere desprender de ellos y los aprieta junto al pecho, hasta que no tienen más opción que dejarlo sobre mi mesa.

En esos casos, le digo al cliente que no se preocupe, que solo los venderé a quien sepa apreciar su valor. Generalmente me traen los textos hasta aquí, pero en ocasiones cuando son muchos me traen la lista, los selecciono y después paso a recogerlos, por supuesto eso conlleva un gasto de dinero y de tiempo. Una vez en mi cuarto los reviso uno por uno, para comprobar si tiene alguna página rota o está desencuadernado, además de verificar si tienen rastros de polillas; todos los meses fumigo por si las moscas.

 

HT: ¿Se considera un bibliófilo?

DG: Siempre he estado rodeado de grades obras. Mi padre tenía una enorme biblioteca, los libros fueron mis primeros amigos. Por desgracia, hay personas que desconocen su valor y él nos enseña a soñar, visitamos lugares remotos y conocemos gente increíble. Desafortunadamente, los jóvenes cubanos de hoy no gustan de la lectura, para ellos todo es música y baile. Imagino que un 99% tenga que ver con la familia. Todo sabemos que si en una familia los padres leen, sus hijos, en la mayoría de las ocasiones, serán lectores. Es triste pensar que las futuras generaciones desconocerán la belleza que implica el acto de leer un libro de papel. 

HT: ¿Tiene alguna noción de qué sucederá con el libro impreso cuando pasen algunos años?

DG: Tengo la seguridad de que los libros impresos nunca desaparecerán. Siempre existirán coleccionistas, al igual que sucedió con los discos de vinilo y la vitrola. El contacto con un libro es tanto personal como especial, cada quién lo vive desde su espiritualidad. No podemos negar los avances de la tecnología y la ciencia, el libro digital cumple y cumplirá su objetivo. Ambos brindan conocimiento, compañía, pero solo uno impreso nos remitirá al aroma de la madera, creo que también nos acerca más al escritor, a todos aquellos que han intervenido en su proceso de creación. Estoy convencido que pasarán décadas para que eso suceda, antes le queda un largo camino a la familia y a la sociedad para que las nuevas generaciones retomen el buen hábito de la lectura.

HT: ¿Piensa que su trabajo es bien recibido por los visitantes?

DG: Estoy seguro que sí, estar en contacto con los libros genera una sensación de tranquilidad, todo el que atraviesa las puertas de mi cuarto encuentra un ambiente acogedor, donde la sabiduría y el gozo le tienden la mano. Además, para un lector no existe mejor compañía que un avezado librero que siempre le recomendará lo que necesite y le sugerirá nuevos temas. 

 

HT: ¿Conoce de las nuevas teorías sobre el uso prolongado de computadoras, tablets y celulares para leer?

DG: He visto algunos documentales que comentan sobre la sequedad en los ojos y la necesidad de usar gotas, creo que eso tiene remedio, menos exposición o más gotas, lo importante es que a cada minuto aumente el número de lectores. Los libros digitales también son una maravilla, ¿se imagina que en un bolsillo de su camisa pueda llevar miles de obras?

HT: Ser cuentapropista le exige pagar una cuota mensual. ¿La venta le da para vivir?

DG: Fui profesor de la asignatura Español-Literatura en la secundaria. Me jubilé hace muchos años, tengo una chequera, la cuota mensual que debo pagar es de 60 pesos. Hay clientes que me dejan propinas, pero hay días en que no vendo nada y otros en que tengo que hacer rebajas, lo hago de corazón, para mí es más importante que se lleven la obra a casa.     

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