En busca del médico chino en… Guyana

Georgetown, Guyana

Por Aurelio Pedroso  (Progreso Semanal)

HAVANA TIMES – La famosa y verídica historia del médico chino Chang Pon Piang, tal era su nombre real, y sus andanzas por la provincia Matanzas, allá por la segunda mitad del siglo XIX, bien que pudieran ya tener algo de competencia actual desde la hora en punto en que los imprescindibles chequeos de salud para viajar a Canadá no pueden realizarse en Cuba, sino en esa nación caribeña bajo la oblicua mirada de una especialista de la Gran Muralla.

El quid está en que, fiel a la tradición popular, el galeno logre salvarlos con tal que el reporte sea satisfactorio, para que sean abiertas las puertas de la helada y multirracial Canadá.

Todo, gracias a las disposiciones del gobierno canadiense que ha seguido el mismo caminito que sus vecinos estadounidenses al exigir que cualquier gestión migratoria deba efectuarse fuera de las fronteras cubanas, por ese todavía inexplicable caso de los llamados “ataques acústicos” que en su momento “sufrieron” diplomáticos gringos y los de la hoja de arce con once puntos.

Así las cosas, como decía un comentarista político cubano que trabajaba para la televisión, una anciana insular debe tomar el avión y emprender un sorprendente viaje a Guyana con el objetivo de que un Medical Center certifique, básicamente, la ausencia del VIH, sífilis, normalidad en los pulmones y salud mental, además de un rápido examen e interrogatorio de carácter clínico.

La doctora china Ching Lee es la encargada del procedimiento. Habla perfectamente el español. Cuenta una testigo que ella mira poco a la cara, que casi todo el tiempo permanece de espaldas al paciente fijando su atención en el ordenador durante un chequeo más que simple y casi rutinario. Muy difícil interpretarle su rostro y adivinar el parecer en torno a la salud. Es que así son los asiáticos en general, inexpresivos. Los resultados son enviados a Ottawa para que allá decidan. Al paciente-cliente no se le informa absolutamente nada. Ni que goza de salud envidiable para competir en Tokio ni si debe hacer testamento cuanto antes.

¿Dónde alojarse y qué comer?

No hay sitio donde últimamente acuda el cubano en busca de compras o trámites migratorios, en que no pueda encontrar la presencia de sus paisanos dispuestos a brindar cualquier tipo de ofertas o servicios. Sea en alojamiento, alimentación, traslados en taxis, cambio de moneda, gestiones aduanales y hasta de traducción. Rápidos para olfatear negocios. “Luchando” también en el exterior.

Sin chovinismos. Somos grandes, osados y a veces, atrevidos. Subimos a Arnaldo Tamayo al cosmos, y a Jorge Mario García lo hicimos bajar a pulmón hacia las profundidades marinas para imponer un récord mundial. En tierra firme, ni se diga, héroes a izquierda y derecha. Pero esto del hotelito es otra cosa.

Georgetown no es la excepción de la regla. Internet de por medio se hace la reserva que, en este caso, anuncia un atractivo todo incluido. Si en casi cualquier sitio de este mundo civilizado, el desayuno tradicional es un café con leche, aquí en este inmueble rentado por unos camagüeyanos (oriundos de la provincia de Camagüey) el primer alimento de la mañana resulta ser un licuado del venenoso refresco en polvo Piñata, hecho en Cuba, y dos tostadas sin tostar. Más tarde, el almuerzo compite en maldad culinaria: espaguetis sin salsa de tomate, chícharos aguados o algo de arroz con pedazos de pollo cortados con navaja de afeitar en afán del prodigio de convertirlo en múltiples racione

El colmo de los colmos es que nuestra pareja testimonial, la anciana y la joven, a pesar de tenerlo todo facturado desde Canadá, optaron por asistir a una iglesia cercana donde brindaban desayuno gratis a gente desamparada. ¿Y saben qué? Regresaron medio cristianas dando gracias al Señor por cualquier motivo. Tanto, que quien suscribe recibió como regalo de viaje una estampita de San Martín de Porres, su santo preferido, porque el peruano logró hablar con los perros y burlar al Diablo durante una persecución al mejor estilo de Charles Chaplin, entre otros milagros confirmados en Roma.

La operación total comprende, a lo sumo, tres días inolvidables. También para quien paga todo ese ajetreo que puede aproximarse a los cinco mil dólares canadienses sin garantía inmediata, sino a largo plazo.

Mírese desde el ángulo que se prefiera, la vergüenza debe llegar a todos y cada uno de los implicados y responsables en esta desatinada y díscola empresa. Empezando por las autoridades canadienses y terminando con estos “cuentapropistas” cubano-guyaneses que por una respetable cantidad en dólares ofrecen como complemento un adiestramiento de subsistencia alimentaria.

Una historia con todos los ingredientes necesarios para filmar una tragicomedia en la que no debe faltar la advertencia inicial de que se trata de hechos reales o, en inglés, “Based on true events” pa’ que los cinéfilos gringos y canadienses se enteren mejor de lo que propician sus mandatarios. Mucho ojo donde producción aloje a los protagónicos…