Más allá de preferencias personales…

Por Paula Henríquez

Vendedor por cuenta propia. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — No ejercer lo que uno estudió porque existe la necesidad de buscar el sustento por otras vías es algo serio, al menos yo lo veo así, porque se supone que uno estudia una carrera con la ilusión de vivirla después.

Pero me he tropezado con jóvenes, y no tan jóvenes, que han tenido que buscar caminos alternativos por problemas económicos. No es mi caso, yo ejerzo y no ejerzo, por suerte, es una simple decisión mía, pero no deja de preocuparme la cantidad de personas que viven esta situación y que han querido contarla…

Esta es la primera de una serie de entrevistas a jóvenes que se graduaron de carreras universitarias y que, por motivos económicos, no pueden ejercer sus profesiones.

Adrián estudió Arquitectura en la Cujae (Instituto Politécnico Superior José Antonio Echevarría). Hace solo cuatro años que se graduó, sin embargo, no está ejerciendo su profesión. Lo conocí hace unas semanas, buscaba una resistencia para mi ducha eléctrica y en el pequeño puesto que tenía justo lo que andaba buscando, estaba él. Era el vendedor. No recuerdo cómo entablamos conversación, debe haber sido hablando sobre los precios, lo difícil que es conseguir algo… El caso es que terminamos conversando sobre las profesiones y los jóvenes que no las ejercen. Y la plática se volvió entrevista, claro, con la aceptación del joven que respondió gustoso a mis preguntas.

¿Y cómo llegaste a estudiar Arquitectura?

Adrian: Siempre quise estudiarla. Dice mi madre que de niño me fijaba mucho en las construcciones, en las columnas de los portales, las ventanas, etc. Refiere, también, que llegaba de la calle y me sentaba a dibujar lo que había visto durante el paseo: portales con columnas, edificios, muchos edificios… Creo que me llamaba la atención la forma en que estaban construidos, cómo se mantenían allí, en pie… Entonces, cuando terminé el preuniversitario, tuve la oportunidad de escoger esa carrera, y no lo pensé dos veces.

Y cuando terminaste, ¿te vinculaste a algún centro de trabajo?

Por supuesto. Hay que pasar el servicio social, tuve que trabajar dos años en el lugar al que fui asignado. No estaba mal el centro y el equipo de trabajo tampoco…

¿Y por qué no continuaste allí?

Porque ya debes saber que el salario de un adiestrado es mínimo, unos 345 pesos solamente. Después me enteré de que, al terminar el servicio social, mi salario aumentaría un poco, pero no mucho más, creo que serían unos 500 pesos en total, tal vez un poco más.

Me quedé allí, quería ejercer la profesión que había estudiado por 5 años, pero necesitaba, a la vez, resolver algunos problemas de vivienda, y como no podía con ese salario, pues al final decidí irme a trabajar por cuenta propia. No fue fácil tomar la decisión, porque sabía que si me iba y comenzaba a trabajar como cuentapropista me desvincularía de la profesión y no era lo que quería.

Pero al final tuviste que hacerlo…

Sí, porque para vivir dignamente necesito reparar mi casa. Mi mamá no puede, es una persona mayor y solo tiene una jubilación y con mi salario tampoco podemos, porque hay que comer, vestir, etc. Algo tenía que hacer, pensé, y la solución estaba en convertirme en trabajador por cuenta propia, que me daría un poco más y la posibilidad de poder ahorrar.

Cuentapropistas. Foto: Juan Suárez

¿Crees que algún día puedas volver a ejercer tu carrera?

Eso espero. Por ahora es impensable, debo seguir aquí, no sé hasta cuándo. Pero sí, espero volver a ejercer algún día mi carrera…

¿Esta mesa donde vendes la mercancía es tuya o la rentas? ¿Cómo es un día de trabajo aquí?

La mesa es mía, lo que rento es el espacio para vender. Un día normal es cuando logro vender más de tres cosas, del mismo tipo o diferentes. (Adrián tiene en su mesa calentadores de agua caseros, resistencias para duchas eléctricas, cables de antena y de corriente, interruptores, extensiones, etc.) Hay días en que no vendo absolutamente nada, pero es muy difícil que sea así, puesto que en una casa siempre hace falta algo.

¿Cuánto ganas vendiendo estos productos y cuánto pagas por la renta del espacio?

Depende de la venta. A veces gano 100 pesos en el día, en otras ocasiones solo la mitad, pero tengo días en que me voy a casa con 200 o más pesos. Lo que pasa es que hay gente que está reparando su casa y cuando va a los lugares estatales donde venden estas cosas, no las hay y acuden a nosotros.

La renta del espacio se paga semanalmente y me cuesta unos 150 pesos semanales. En ocasiones me veo “apreta’o” (casi sin ganancia), pero, por suerte, la mayoría de las veces la puedo pagar bien y me llevo a casa algo extra.

Adrián, ¿qué opina tu mamá al respecto?

Mira, ella no estaba contenta al principio. Mi mamá es una persona mayor, por lo que sus costumbres, su ideología están, como decimos nosotros, chapadas a la antigua. Yo sé que ella ha sufrido con mi decisión, pero creo también que lo ha comprendido finalmente. Sabe que yo no lo hago porque quiero, sino porque estoy buscando un camino para ambos, para el futuro.

¿Y tú? ¿Cómo te sientes tú?

Es complicado. Por un lado, sé que me gano la vida honestamente, por otro, no es lo que quiero, pero sinceramente, es lo que necesito ahora mismo. No siempre uno puede hacer lo que quiere, sino que se necesita, muchas veces, tomar decisiones más allá de las preferencias personales.

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