Horizontalidad como estrategia: “tomar el Estado no lleva a la verdadera liberación” (I)

Dmitri Prieto

Marina Sitrin en Cuba.

HAVANA TIMES — Marina Sitrin es jurista y tiene un doctorado en Sociología, pero prefiere auto-definirse como escritora, soñadora y revolucionaria. Es conocida en el ámbito de la contestación planetaria por haber compilado el libro “Horizontalidad” sobre la auto-organización en Argentina a partir de la crisis de 2001. También escribió “They Can’t Represent Us!: Reinventing Democracy from Greece to Occupy”.

Nos conocimos durante su estancia en Cuba, y ahora accede a respondernos unas preguntas…

HT: Viviste en Cuba parte de tu juventud…

Marina Sitrin: Para mí fue una experiencia maravillosa, en muchos sentidos, fue abrir mi imaginación a las muchas posibilidades y problemas que confrontan las luchas revolucionarias, cuando se proponen la toma del Estado como “la” estrategia.

Bueno, no fue como tal siendo una muchacha, sino ya una adulta joven. Tampoco viví permanentemente en Cuba, pero visitaba a mi madre y a su esposo regularmente por cerca de 15 años, viajando a Cuba una o dos veces al año, frecuentemente por largos periodos. Residí en Cuba de 2008 a 2009, pero ya era distinto… Por cuanto estuve viviendo principalmente en los EEUU y sólo viajando a Cuba de tiempo en tiempo, no puedo reflexionar cómo era la vida para cubanos y cubanas sino sólo mediante una observación sistemática…

Mi tiempo de vivir y observar Cuba comenzó durante la fase final del “periodo especial”, y también fue un reto, por muchas razones – mayoritariamente por lo que observé de lo difícil que se hacía la vida de la gente mientras se esforzaban esencialmente por sobrevivir. Tan difícil era, de hecho, que muchos de mis amigos de aquellos primeros años en Cuba después abandonaron el país, no tanto por razones políticas como por las económicas.

Los años 1990 fueron tremendamente difíciles: resolver las necesidades básicas ya era entonces un reto, por no hablar de otras cosas. A pesar de tales retos, casi todas las personas que conocí en aquel tiempo eran de algún modo defensoras del proceso revolucionario cubano, y estaban orgullosas de sus logros. Esto no les convertía en acríticos –casi cada una de esas personas criticaba muchísimas cosas, o al menos algunas cosas-; simplemente, además de críticas eran también revolucionarias.

Sé que esto no tiene sentido para mucha gente fuera de Cuba, pero parecía casi una broma: cuando yo le decía a cualquier persona algo realmente positivo sobre la revolución, mi interlocutor/a siempre me contradecía con duras críticas al proceso; pero si yo asumía una posición crítica, me respondían defendiendo la revolución. Y eso sigue ocurriendo hoy.

HT: Tus trabajos en Argentina y el libro Horizontalidad… ¿aprendiste ahí otra forma de confrontar la opresión, de soñar, de hacer izquierda?

MS: Viví en Argentina después del colapso económico y durante los años tempranos de la construcción del poder popular en algunos segmentos de la sociedad. Me mudé allá después de enterarme de ese fenómeno tan corriente: la horizontalidad. No había nunca escuchado tal palabra en ningún idioma, en el sentido en que se usó en Argentina (y hoy se usa en muchas otras partes del mundo) para significar una relación social.

Después de diciembre de 2001 (cuando el pueblo respondió al colapso económico con cacerolazos, y derrocó 5 presidentes seguidos), la gente de Argentina hablaban de crear un tipo de poder diferente, y relaciones sociales nuevas. En realidad, antes de hablar de eso primero lo hicieron.

Los miles y cientos de miles que habían estado en las calles en los días de la rebelión popular reflexionaron que no deseaban tomar el poder del Estado, sino más bien hacer el cambio: que eso de tomar el Estado era un tipo de política que había ya tenido lugar en muchas partes, y en su opinión no llevaba a la verdadera emancipación.

Marina Sitrin at Occupy Wall Street.

La gente una y otra vez me decían que el poder está en otra parte, y hay que construirlo entre todas las personas, juntas. Cómo lo hacían y lo hacen era también algo nuevo. El pueblo no se organizó en partidos políticos, sindicatos o grupos tradicionales de izquierda; fueron a las calles y desde ahí organizaron juntos las asambleas, parados en círculos en las esquinas o en barrios con desempleo.
No querían que unas personas tuviesen poder sobre otras. Querían, en cambio, asegurar que todas las opiniones se fuesen oídas y tomadas en cuenta. De modo que se organizaron en lo que ellas mismas llamaron “horizontalidad”.

Ya después, se habló de esto como de una forma de democracia no-jerárquica y directa, pero en sus inicios fue parte de un rechazo al modo [acostumbrado] de hacer política, y de la creación de una nueva forma de inter-relacionarse en común.

Me movilicé por ahí con la intención de escribir algunos artículos, pero después de encontrarme con la gente de los diversos movimientos y de presenciar y participar en esa horizontalidad, decidí estar un tiempo más para registrar la historia de lo que estaba ocurriendo en las voces de sus protagonistas. Así, el libro “Horizontalidad: voces del poder popular” nació en 2005, impreso en un centro productivo recuperado por quienes ahí trabajan. Después, se publicó en inglés (2006), y más recientemente en griego – traducido colectivamente por la gente de las asambleas, para así ser también un instrumento para los movimientos sociales.

HT: Occupy Wall Street…

MS: Fui parte de la Asamblea General del movimiento en New York City, que se convirtió en Occupy Wall Street cuando ocupamos Zuccotti Park por más de un día. Fue una experiencia increíble –por un lado, un shock total, y por el otro, algo que tenía y sigue teniendo tremendo sentido-.

No estamos representado/as: eso es lo que la gente alrededor del mundo dicen en los diversos movimientos nuevos (post 2011). No estamos representado/as, y no queremos ningún “mejoramiento” en los sistemas de representación: queremos decidir las cosas por nosotros/as mismo/as.

Y fue por eso que Occupy fue tomando por asalto cientos de metrópolis, ciudades y pueblos en los EEUU.

Por supuesto, había y hay desigualdad y opresión en nuestra cotidianidad – pero la manifestación del “¡NO!” a esa opresión consistió en mirarnos entre sí, mirar la posibilidad de vivir de otro modo y comenzar a hablar e imaginar sobre cómo las cosas podrían ser distintas. Como podrían ser si “nosotros” hacemos las decisiones que importan en nuestras vidas. Y por supuesto, esto fue un verdadero, verdadero caos, por toda una variedad de razones. Pero fue un primer paso increíble y hermoso: mover un músculo que había estado dormido por tanto tiempo aun no puede generar demasiada fuerza… Pero habíamos empezado.

Occupy continúa, por las más diversas vías, en los más diversos sitios. No tan frecuente en la ocupación de plazas como antes, pero sí en los grupos de acción directa por la vivienda, y más recientemente, hace unas semanas solamente, en Detroit, donde la gente se niegan a que les corten el agua por no haber pagado… (algo más allá del escándalo en el país más rico del mundo: que la gente pueda tener todo el suministro del agua durante el verano a causa del no pago… hay tanto tan horriblemente injusto en esto que ni siquiera puedo comenzar a exponerlo acá…) y el vecindario junto con quienes les apoyan vuelven a conectar el agua – utilizando acción directa colectiva. Hay miríadas de ejemplos de Occupy –no es una cosa, sino algo que es relacional- que es una relación y es constatado en nuestros modos de organizarnos y relacionarnos mutuamente: creando nuevos mundos y pequeñas revoluciones todo el tiempo.

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