En Cuba hay que cambiarlo todo

Por Verónica Vega

Ernesto Carrolero

HAVANA TIMES – Ernesto Carralero Burgos es de esos jóvenes a los que le tocó vivir sin uno o ambos padres, porque salieron años a cumplir una misión internacionalista, o emigraron buscando una alternativa de progreso para su familia. 

Su estancia de niño en Holanda, que debía ser definitiva, se interrumpió por factores circunstanciales y terminó instalándose en Cuba. 

Cuando aún era adolescente escribió para Havana Times en la sección de Diarios. Ahora es colaborador de Diario de Cuba; escribe narrativa y poesía con un lenguaje pródigo, certero, permeado del imaginario vertiginoso del videojuego y matizado por la rispidez de su tiempo. Un tiempo donde la velocidad y la virtualidad desplazan lo tangible, y donde en la realidad, paradójicamente, las cosas son lo que son y no lo que impone la herencia de los nombres.

HT: ¿Qué recuerdas de la etapa en que viviste en Holanda?

Ernesto Carralero Burgos: Uno de los recuerdos más claros que tengo fue el primer día en la escuela. Yo estaba esperando que hicieran el matutino, y resulta que no había matutino, como tampoco había uniforme. Simplemente llegabas, sonaba el timbre, y entrabas al aula. No se mencionaban efemérides, no se recordaba que ese día murió, por ejemplo, Guillermo de Orange[1]… Igual me impresionó que no vi la bandera y tuve que preguntar cuál era. Entonces me la enseñaron, pero no es que estuviera ondeando en cada parque o rincón de la ciudad. Y al mismo tiempo, los holandeses sabían que eran holandeses y estaban orgullosos de ello.

HT: ¿Cómo cambiaron esas impresiones cuando regresaste, ya con más edad?

ECB: No soy muy impresionable con la grandiosidad de los edificios, o el desarrollo tecnológico, pero sí me impresionaban mucho las pequeñas cosas. Detalles como que los semáforos hacen un ruido para que los ciegos sepan cuándo pueden cruzar la calle; el hecho de que si reciclas los pomos en la tienda, la compra te sale más barata… O la increíble limpieza. Igual me llamaba la atención la propaganda, carteles que anuncian “Coca Cola” en lugar de “¡Resistiremos!” Ver que no hay esa saturación de política.

HT: ¿Cómo influye en la formación de un joven que uno o ambos padres estén en otro país?

ECB: Creo que te hace más independiente. Creces un poco más rápido, aunque en mi caso siempre tuve a toda mi familia alrededor, que es algo maravilloso, pero en cierto sentido te ayuda a tomar más pronto tus decisiones.

HT: ¿Cuando eras estudiante, creías en el discurso oficial?

ECB: Nunca, ni siquiera cuando estaba en la primaria.

HT: ¿Cómo lidiabas con la contradicción de tener que defender ese discurso en las clases, en los exámenes?

ECB: Realmente fue bastante sencillo. A mí siempre me gustó la historia, y uno de los primeros libros que leí, en cuarto grado, fue una biografía de Napoleón Bonaparte. En general, los profesores sabían menos que yo. Por otro lado, si me pedían, digamos: “Valora la figura de Camilo Cienfuegos”, yo personalmente contra Camilo no tenía nada, pensaba y sigo pensando que era un buen hombre, como José Antonio Echevarría que era un demócrata convencido o Frank País, que era un anticomunista. ¿Que lucharon por una revolución? Sí, es verdad, y cuando esa revolución se convirtió en el monstruo que es, ya ellos ni siquiera estaban vivos. No se les puede achacar la culpa. Yo mismo, de haber vivido en la época de Batista, quizás no habría puesto ninguna bomba, pero sí habría luchado contra él.

Por lo demás, todos mis compañeros sabían cómo yo pensaba, recuerdo haber llevado una vez un disco con un programa de María Elvira, y lo vimos. Curiosamente en la secundaria, la secretaria de la Juventud (Unión de Jóvenes Comunistas) me propuso pertenecer a la organización, porque decía que jóvenes como yo eran los que podían cambiar el país. Y en el pre fui secretario ideológico de esa organización, porque mis compañeros decidieron que, como yo era el menos comunista, era el más indicado. Claro, no era una Juventud como la de los 90, todo estaba ya muy desgastado. Yo asumí el cargo por más o menos una semana, pues fue el tiempo que la organización funcionó en mi escuela, luego todo se desmoronó y entregué mi Carnet.

Supongo que era distinto en los altos niveles, donde están esos que van a gritarle a la sociedad civil en Panamá y ni siquiera creen sinceramente en lo que dicen. Si creen que la Revolución es lo más grande, es solo en el sentido del beneficio que pueden incorporar a sus vidas. Beneficios económicos, la posibilidad de viajar, aunque eso les exija tener que comportarse como gorilas para demostrar que son parte de un sistema macabro.

HT: ¿Cómo conseguiste adaptarte al Servicio Militar? ¿Qué fue lo mejor y lo peor?

ECB: Lo peor fueron los primeros tres meses, fue un choque abismal, me estaba hundiendo. Puedo decir que fue la peor etapa de mi vida. Lo mejor fue la gente que conocí allí, gente con la que en circunstancias normales jamás hubiera intimado o tal vez siquiera tenido contacto, porque venimos de mundos totalmente diferentes. Me divirtió conocer gente marginal, ver cómo se comportaban, y lo mejor fue eso, sí, los amigos que hice.

HT: ¿Fue una experiencia traumática?

ECB: Creo que “traumática” es una palabra muy fuerte. ¿Qué no repetiría la experiencia? Cien por ciento no. ¿Que estoy de acuerdo en que nadie tenga que pasar por algo así? Cien por ciento. Ahora, es verdad que me hicieron malgastar dos años de mi vida, donde lo único que aprendí fue a fugarme, a mentir, a encontrar maneras de no estar ahí. Pero mentir nunca fue un conflicto, porque no le estaba mintiendo a mi mamá, a mis amigos, a mi familia, sino a gente que prácticamente me tenía secuestrado. Y es un juego táctico: tú les mientes y ellos hacen como que te creen. Están conscientes de que, si no lo hacen así, el sistema entero colapsa.

HT: Yo he escuchado que la mía es la generación perdida. Oí decir a una joven que la suya es la de la apatía. ¿Cómo definirías tu generación?, si es que te sientes parte de una y crees que es posible definirla con una palabra.

ECB: Con una palabra es difícil. Pienso que el lío con mi generación es que está tratando de resolver su vida. Sí, quisiera pensar que mañana se va a levantar diciendo “¡Vamos a exigir nuestros derechos!” Pero no va a suceder. Todo el mundo está buscando su espacio, tratando de encontrar una manera de vivir dignamente en lo que a economía se refiere, o trabajando en su proyecto personal. Porque ya esos mega relatos del siglo pasado, de fervor revolucionario, (y no me refiero a este armatroste al que le siguen diciendo revolución, aunque hayan pasado 60 años, lo cual es una locura), sino al espíritu de “¡Vamos a cambiar el mundo y vamos a volcar en eso nuestras vidas!”, eso, no creo que exista.

Si tu proyecto personal es como el mío, colaborar en la medida de lo posible porque vivamos en un país mejor, trabajas por eso. Pero si tu proyecto personal es tener una casa en la playa, un carro, montar un negocio, cada cual traza su línea. Y pienso que no hay prejuicios porque tengo amigos que saben que viven en una dictadura y su proyecto personal es tener dinero, así que trabajan en una paladar y salimos, comemos juntos, nos reímos, me hablan de su trabajo, yo del mío. Es como vivir en la normalidad.

HT: ¿Están tratando de recuperar una normalidad que nos quitaron?

ECB:  Sí pero no tratando, simplemente es lo cotidiano, está sucediendo. Me preguntan, por ejemplo: “¿En qué trabajas?” Y les digo: “Soy periodista independiente”. Responden: “Ah, mira, qué bien”, y ya.

HT: ¿Ha cambiado tu vida el hecho de ser periodista independiente?

ECB: No. Sé que vivo en una dictadura, pero que se está derrumbando, resquebrajando, y cuando no saca las garras todo se parece bastante a una vida normal. Cuando las saca es algo que te sacude, claro, pero al mismo tiempo es lo que me hace constatar que estoy en el buen camino.

HT: ¿Has vivido alguna experiencia de intimidación o represión?

ECB: Sí, mi esposa, que también es periodista de DDC y está embarazada, y yo, fuimos citados por la Seguridad del Estado. En la “entrevista”, entre las muchas amenazas que nos hicieron, dijeron que ni ella ni mi hijo iban a salir del salón de parto (vivos). También dijeron que ellos hacen cosas, pero su mano nunca se va a ver, porque ese es su trabajo. 

HT: ¿Cómo definirías el sistema social en el que estamos viviendo?

ECB: Es complicado, porque para mí el comunismo ni siquiera existe, es un capitalismo de Estado y además, salvaje, avasallador de la dignidad humana. Comunismo es solo una palabra bonita para que un grupito tenga todos los privilegios políticos, económicos, y se someta al resto del país. Es el cuento de reivindicar a los pobres para que sigan siendo pobres. En Cuba hay clases sociales, la misma lucha de los pueblos de América Latina, pero con un discurso populista. Y yo diría que a estas alturas ni siquiera es populista, sino una oligarquía al peor estilo, que ya no promete nada y se mantiene con lo mismo que prometió hace 59 años. Te dice que “resistas y resistas”, y que “te dimos, y te dimos”. Nos dieron, ¿qué? A mí personalmente no me dieron nada, solo dolores de cabeza.

HT: De lo que consiguió esa Revolución trunca, ¿hay algo que se pueda salvar?

ECB: Yo diría, (y voy a caer en un lugar común), que la relativa tranquilidad de las calles de Cuba. Aunque no es tal, porque hay gente que fabrica sus propias pistolas, hay pandillas, broncas, pero si lo comparas con Centro América donde hay, digamos 30 asesinatos por día, no es nada.

Tengo amigos latinoamericanos que me dicen sentirse mejor aquí que en sus países, pues  pueden caminar por las calles. Sin embargo, hay una violencia social reprimida, por tantas hijeputadas, tanta frustración, que, si el sistema solo se tambalea un poco, va a explotar.

Igual está todo ese asunto de la droga y teorías como que es el Gobierno mismo el que la distribuye, porque sabe que no la puede eliminar, pero al menos mantiene el consumo equilibrado. No sé, es un tema delicado y es irrelevante lo que piense de eso, ya que  no tengo información de primera mano. Pero si un día las cosas se desbocan, con tanta pobreza que hay, puede aparecer gente dispuesta a entrar en el negocio y nos vemos entonces como México, con una violencia espantosa.

HT: Cuando estudiabas en las escuelas del Estado, ¿podías opinar abiertamente?

ECB: La cosa no es “si puedes”,  sino “si debes”, porque todo el mundo puede pararse en cualquier parte y gritar lo que quiera. Siempre he dicho lo que pienso y no me ha pasado nada, pero no puedo garantizar que a otro no le pase. De hecho, tengo un amigo que cuando estaba en el preuniversitario, una profesora, que era la secretaria del PCC, (Partido Comunista de Cuba) dijo que lo suspendieran en una prueba de Historia porque era un contrarrevolucionario.

Afortunadamente otra profesora lo defendió. Todo depende de si hay un extremista y su grado de bajeza. Y en cierto modo es como que el país se está haciendo menos denso, yo mismo tuve debates con esa profesora secretaria del Partido y ella no tenía argumentos para rebatirme, y en las pruebas tenía que darme 100, aunque no le gustara.

HT: Ahora estudias Licenciatura en Humanidades en el instituto Félix Varela, una institución de la Iglesia Católica. ¿Es posible ahí opinar abiertamente?

ECB: Cien por ciento. Y de alguna manera es como ir de un extremo al otro porque, después de pasar el Servicio Militar, empezar a escribir en Diario de Cuba y estudiar en una universidad católica, es como vivir en una Cuba alternativa, al menos en lo que a nivel político se refiere. Vives en una total libertad. Mi trabajo se basa en escribir sobre la verdad, en mi escuela se me anima a que diga la verdad en todo momento, lo cual me ayuda a mantenerme sano mentalmente.

HT: ¿Cómo es la calidad de la enseñanza, en comparación con las universidades del Estado?

ECB: Yo nunca he puesto un pie en una universidad del Estado, pero tengo amigos que sí y por lo que hablamos, la calidad en mi centro es muy superior, sobre todo, porque es una carrera de humanidades y nuestras asignaturas son Antropología, Historia de Cuba, Filosofía, Sociología, Economía… Y aquí sí quiero aclarar que no es lo mismo estar en un pre que en una universidad porque sé de jóvenes que han expulsado de la Facultad de Derecho, de Historia, solo por decir lo que piensan.

El gobierno sabe que históricamente la universidad es un centro de rebeldía. En cambio, en mi escuela puedes estar a favor de que el Banco Central sea estatal o privado, estar a favor del neoliberalismo o en contra, expresar tu opinión de por qué el país no está avanzando económicamente; puedes decir que es viable privatizar la educación y la salud. Y la verdad es que las universidades son escuelas de pensamiento, deberías poder pensar y expresarte con libertad.

HT: ¿Prima algún tipo de dogmatismo religioso?

ECB: No. De hecho en mi aula la minoría somos católicos. Aunque el trópico difumina bastante los términos, el católico no es tan católico; el comunista decide bautizar a su hija, no va al trabajo voluntario porque viene un familiar del Yuma, se saca la ciudadanía española para poder ir de visita… sabes, todo se relativiza.

HT: ¿Hay ateos entre los estudiantes?

ECB: Creo que sí, y hay mucha gente fascinada con Nietzsche. Se nos imparte Teología, porque es una asignatura muy interesante, pero no se nos exige que vayamos a misa. Nuestros profesores son curas, pero su premisa es: “Usa tu razón para discernir, incluso sobre lo que yo te estoy enseñando”. La razón y la fe no pueden estar reñidas, porque si no, te conviertes en un fundamentalista.

HT: ¿Qué cambios desearías para Cuba? ¿Crees que sean posibles?

ECB: Bueno, en la Isla hay que cambiarlo todo. Y sí, creo que son transformaciones posibles en la medida en que los cubanos no se conformen con el actual estado de cosas. Cuando estaba en noveno grado pensaba que lo mejor era instalar una socialdemocracia, un sistema al estilo de los países bajos, dejar que el Estado intervenga hasta un punto… Luego me fui moviendo más hacia el centro, pensaba que hay cosas que se pueden coger de la izquierda y la derecha. Y ahora estoy en la centroderecha. Tanto tiempo viviendo en un país comunista, viendo lo que un discurso de izquierda puede hacer a una nación, y eso me asusta.

Yo votaría por el que privatice, dé ayuda para que las personas de menos recursos puedan acceder a la salud y a la educación; para evitar que pase lo que vivimos mi esposa y yo; que el sistema de Salud Pública pueda ser utilizado por un gobierno como un método de represión, porque no tienes otra opción. Y si después de instaurar una democracia, un dictador toma el poder, las personas que piensan diferente pueden, al menos, tener hijos tranquilamente porque hay clínicas privadas, aunque tengan que conseguir el dinero para pagar el servicio. Ahora mismo, ¿de qué le sirve al cubano tener salud y educación supuestamente gratuitas si tiene que vivir con 300 pesos al mes? ¿Qué quiere decir eso? ¿Que cuando se esté muriendo de hambre puede contar con ir al médico y que le pongan una intravenosa gratis?

También pienso que con respecto a Cuba los políticos se pierden en los análisis de que si izquierda, derecha, centro. La cosa es: ¿queremos una apertura democrática, o no? ¿Queremos libertad de expresión, elecciones libres, pluripartidismo? Los que creamos que sí, pongámonos de un lado, los que no, del otro. La clave es estar a favor de esa apertura y cuando sea posible votar libremente, todo el mundo tendrá, dentro de unas reglas establecidas, la oportunidad de presentar su discurso. Ahora mismo hablar de izquierda o derecha es una discusión estéril.

HT: En unas semanas vas a ser papá. ¿Te gustaría que tu hijo creciera en Cuba?

ECB: Sí, me gustaría porque me siento cubano, y a pesar de todas las limitaciones que te impone una dictadura, creo que he vivido una vida plena. Y claro que me gustaría que mi hijo pasara menos trabajo, pero eso será una decisión de él. Si está dispuesto a quedarse y a intentar cambiar las cosas, bien, si decide romper con todo y emigrar, bien. Creo que lo importante es encontrarle un sentido a tu vida y cuando lo encuentras, da lo mismo dónde estés.

Guillermo I de Orange el Taciturno (1533-1584), Príncipe de Orange, fundador de la Casa de Orange-Nassau, Estatúder de Holanda, Zelanda y Utrech, líder de la revuelta contra la soberanía española en los Países Bajos y considerado el padre de la patria holandesa. (Wikipedia)

 

 

 

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