Por Karla Perez
HAVANA TIMES – Amir Valle es escritor, pero a veces parece maestro. Cuando habla, te lo explica todo. Uno, joven, aprende cosas.
Continuamos con nuestra entrevista. Vea la primera parte aquí.
Amir también se pone serio y empieza a dibujar el periodismo cubano. Para él, la censura y los censores son una especie de hidra de Lerna, y como sucede cuando un héroe se enfrenta a una hidra, el animal te hace saber que estás allí, te muestra sus horrores, con la intención de que te asustes y dejes la intención de enfrentarla.
Las líneas, los límites. De eso también me enseña.
¿Dónde había más censura de los lugares en que trabajaste?
Amir Valle: Los periodistas que han querido entrar en la universidad, o que han ejercido el periodismo en la Isla, han tenido que tragarse ese lema que proclama que “son el ejército ideológico de la Revolución” y que un periodista es un soldado de la Revolución.
Todos, sin distinción, aceptamos las condiciones; unos, con la esperanza de que las cosas podrían ser distintas o cambiar o incluso que desde dentro podíamos trasformar ese estado de cosas; otros, porque estaban ilusionados con poder estudiar un oficio que, sin duda, es hermoso y apasionante, y no imaginaban el laberinto de condicionamientos ideológicos absurdos y servilismos forzados en los cuales se estaban metiendo. Y otros, porque querían ser, como se les exigía, soldados ideológicos de la Revolución.
Para los censores hay algo claro: el enemigo puede estar en la mesa de al lado, incluso aunque su trabajo sea escribir crónicas sobre el apareamiento de los peces dorados del jardín japonés; es decir, cualquiera puede llegar a ser el enemigo.
AV: Ahí están mis cuentos, libros de cuentos y novelas censuradas en Cuba para demostrar que jamás me autocensuré.
Valle no olvida la primera llamada de la UPEC (asociación de periodistas). La primera advertencia porque estaba entrevistando a algunas modelos -sin pedir permiso oficial- que se prostituían con empresarios españoles
AV: Mi decisión fue simple: debía variar mi estrategia y seguir investigando sobre la prostitución por vías que no dependieran del Estado, en lugares que no hicieran visible mi investigación. Y quizás esa primera “advertencia/censura” fue lo que me lanzó a zambullirme en la marginalidad, a buscar vías alternativas de obtener la información que yo necesitaba y no a mirar el fenómeno desde la barrera y, mucho menos, a solicitar a las instituciones estatales una información que vendría con verdades, para decirlo suavemente, “contaminadas”.
Al escritor de Habana Babilonia no le gusta que le pregunte qué rescata de su vida en Cuba. Para él, lo suyo, lo que le queda, no necesita rescate, está ahí, clavado, presente.
AV: La Cuba de mis amigos, de mi familia, de mis amores de entonces, de los lugares y momentos que me marcaron como ser humano. Esa Cuba va conmigo allí donde voy.
Y del exilio, ¿algo que salvar?
El exilio fue para Amir, el rencuentro, tal vez, con todo lo de sus sueños. Volver a ser articulista, trabajar en la famosísima Deutsche Welle, educar en la libertad, me confiesa, a sus hijos.
También cree en Dios, y…
AV: Si mañana ese Dios en el que creo firmemente decide mandarme a otro sitio del mundo, allí iré, alegre, dispuesto de nuevo a vivir esa experiencia del único modo que creo enriquecedor para el ser humano: intensamente.
Por ahora, “ciudadano del mundo”, y bueno, alemán.
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