Reencuentro con la Habana

Por Caridad

El Malecón de La Habana.

Dejar Caracas ya no fue tan alegre como esperaba. Si digo otra cosa dejaría de ser sincera. Aunque a principios de enero todavía pedía a gritos acabar de llegar a mi Habana, cuando menos lo imaginé encontré el amor en una de esas plazas llenas de palomas, justo como en las películas románticas y melodramáticas.

Pero estar enamorado no es asunto para andar contando. Generalmente al que está fuera de ese romance le interesa muy poco conocer detalles del primer beso o la primera mirada o la noche cerquita de las estrellas.

Así q me monto en el avión sin contar nada más al respecto, con lagrimitas y no precisamente de emoción por el regreso. De todos modos nadie iba a creerme que estuviera desesperada por caminar por las calles de la Habana.

Esa que sigue igualita después de casi un año, pero que agradezco el doble por sus olores tan vívidos, por el fresco que corre en estos días entre las calles estrechas, por el horizonte siempre abierto y el cielo azul apenas sin nubes. Pero falta algo.

Si, lo que dejé en Caracas.

Mientras tanto el mar me consuela, la noche me entretiene, porque pasó demasiado tiempo sin que pudiera disfrutarla, está este muro del malecón en un atardecer extrañamente silencioso, con vendedores de maní que aparentan querer pasar desapercibidos.

El Malecón de La Habana.

Los hombres pegados a sus varas de pescar, como si nunca se hubiesen despegado del arrecife, como si no tuvieran ninguna esperanza de que pique algún pez; es suficiente con ir cada anochecer.

A lo lejos una voz comenta a sus amigos que él no necesita irse de Cuba. Este país le gusta, aquí él es un personaje. No tengo que mirarlo, sé que es el mismo hombre que me interceptó antes de sentarme en el muro del malecón. Quiso saber si tenía fósforos…lo que en realidad quiere decir que necesitaba escuchar mi acento. Cubana o no. Eso podría resultar definitorio para iniciar una conversación conmigo.

Por suerte soy cubana, tengo acento de cubana a pesar de la cámara, colgada de mi cuello, que puede confundirlo; si soy cubana no tendrá interés ninguno en iniciar una conversación. A mí tampoco me interesa conversar con él. Tampoco tengo muchos deseos de conversar con nadie más.

Me siento sola en el muro del malecón y miro al mar que me hace señas…no quiero comprenderlas por ahora.

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