Preguntas al regresar

Caridad

¿Qué vienes a hacer a Cuba?, esa es una pregunta que me hicieron la noche que llegué al aeropuerto José Martí, después de casi un año en Venezuela.

Ya había pasado por la taquilla donde me revisan el pasaporte, en ese momento pasaban por rayos x mi equipaje de mano y yo andaba hecha un lío para desenredar de mi cuello los collares que siempre llevo conmigo y que en ese momento, en el que hay que ser muy rápido para no detener la cola, se empecinaron en enredarse con las correas de mis bolsos.

¿Quien me hizo la pregunta?: una mujer vestida de uniforme, encargada de mirar la pantalla de los rayos x. Delante de mí tenía otra uniformada encargada de pasar por mi cuerpo unos de esos aparatos detectores de metales y vaya uno a saber cuántas cosas más.

Muchas veces he pasado por el susodicho detector, y ni hablar de los rayos x; pero era la primera vez que alguien me hacía una pregunta tan intimidante, tan extraña.

Tengo la mala costumbre de andar con mi mente un poco fuera de lo que la mayoría de la gente nombra como Realidad; otros dirían que me la paso en la Luna de Valencia, o para ser más “cubana”: comiendo mierda; nadie me advirtió que me harían una pregunta como esa, cuando llegué a Venezuela no encontré ninguna pregunta similar, y quizá hasta la habría esperado.

¿Qué vengo a hacer a Cuba?, repetí mirándola como si su idioma no fuese el mismo que el mío. Lo primero que me vino a la mente fue ¡Ir pa mi casa!, ¿qué otra cosa haría a esa hora de la madrugada?

La mujer miró la pantalla de los rayos x y me miró a mí, supongo que continué con mi cara de total “comemierda” porque no acababa de entender el rumbo de su pregunta.

La otra, la del aparatito que acariciaba mi cuerpo – por suerte exento de operaciones quirúrgicas en la que me hayan dejado dentro algún tornillo – me miró más atormentada que la otra, creo que por el nivel de mi estupidez.

¿Qué fue lo que fuiste a hacer fuera de Cuba?

Escuché esa nueva pregunta con cierto alivio, porque entendí de pronto que me había liberado de contestar la anterior.

De todos modos continuó pareciéndome extraño que la encargada de revisar mi maletín de mano tuviese de cumplir la tarea de preguntar qué había ido a hacer yo fuera de Cuba.

¿Acaso no bastaba con mirar mi pasaporte? Pero como quiera resultaba ser una pregunta menos rara que la anterior.

¡A trabajar, me mandaron a trabajar!

De eso hace más de un mes y hoy he recordado ese momento tan simpático y curioso. Pero sobre todo me he repetido un poco, ¿Qué es lo que vine a hacer a Cuba?

Supongo que la palabra clave era: Regresar.

Aunque no siempre el regreso implique encontrar las cosas que se dejaron en las mismas condiciones. Y mucho menos es uno quien permanece igual o ni siquiera parecido a cuando dejó de estar en un sitio determinado. Por suerte.

Aunque no siempre el cambio implique una mejoría. Al menos no a los ojos de quienes te pueden preguntar ¿qué viniste a hacer a Cuba?

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