Hablando de secuestros

Caridad

La policía motorizada suele resolver en caso de accidentes, pero son pocos los que piden sus servicios en caso de asaltos.

Por estos días estuve en un estado fuera de Caracas. No voy a mencionar ahora su nombre, porque no quiero implicar a nadie en esta historia.

Una de las formas habituales de violencia por estas ciudades de Venezuela es el secuestro. Los malandros con mayores intereses económicos ya no gustan de arrancar una cadena de oro del cuello de algún ingenuo; o de pedir a punta de pistola lo que lleve un chofer o  caminante en su bolsillo.  El secuestro rinde mayores dividendos.

Pueden entrar a una casa y llevarse a cualquier persona para pedir un rescate, esta persona no tiene que ser alguien famoso y ni siquiera resaltar por su entrada económica, basta con que solo tenga “un poco.”

Hace unos días la hermana de un buen amigo que fui a visitar fuera de Caracas viajaba en su auto por el centro de esa ciudad, iba camino al trabajo. Supongamos que ella se llama Anais.

Abundan los negocios de ventas de autos.

En una esquina dos autos le cerraron el paso y de ellos bajaron cinco o seis individuos con armas largas y cortas, no se molestaron en cubrirse la cara con medias negras al modo de las películas, nada de eso.

Sacaron a la mujer de su auto (ni soñar con ofrecer resistencia) y se lo llevaron. Por suerte a ella no le hicieron nada, no es nada raro que golpeen o maten; esta vez Anais tuvo suerte.

El auto, por suerte, estaba Asegurado, y en unos pocos meses la hermana de mi amigo tendría un auto igual o su equivalente en dinero; pero la burocracia – que no es solo propia de este “nuevo” sistema – convertirían estos meses de espera en amplias pérdidas económicas para Anais, pues depende de su auto para subsistir.

La llama eterna del infierno para quien robe este auto.

Así que no lo pensó dos veces y habló con algún amigo que,  a su vez – como en las películas -,  tiene otro amigo que conoce a “alguien” conectado a una de las tantas bandas de malandros.

El  buen jefe amigo de ese otro amigo contactó con el jefe de la banda que asaltó a Anais. Dos horas después ella recibió una llamada: por cinco mil bolívares fuertes tendría su auto de regreso.

Cinco mil es demasiado para ese tipo de rescate.  Ok, acordaron finalmente 2 mil bolívares y asunto resuelto.

Anais tiene su auto de regreso. Se evitó el largo y engorroso papeleo de la burocracia de los seguros. Pero no hay nada que le asegure que dentro de una semana, un mes, dos meses, vuelvan a quitarle su auto para pedirle otro rescate por él.

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