Vivir en la calle

Yenisel Rodríguez Pérez

Calle de La Habana

Hace unos años estuve conviviendo con personas en situación de pobreza extrema que ocupan diferentes áreas de la avenida Galiano, una de las más concurridas de la Ciudad de la Habana.

Estas personas generalmente son inmigrantes de otras provincias que debido a una política migratoria excluyente no logran el status de ciudadano capitalino.  Como respuesta a la exclusión, los inmigrantes ilegalizados ocupan lugares públicos de la capital como forma de resistencia y perseverancia.

Desarrollan diferentes estrategias de sobrevivencias. Entre las más utilizadas está la de hurgar en la basura (conocida popularmente como buceo, y entre ellos mismos como tanqueo).

En la basura, estas personas buscan sobre todo objetos recuperables para el mercado de artículos de primera necesidad, donde generalmente compran gente de pocos recursos y transeúntes ocasionales. Esta venta puede llamarse venta de acera.

Otros con unas pocas herramientas logran arreglar zapatos recuperados de la basura: otra muestra de la creatividad autogestionaria del pobre. Los zapatos son cosidos con una aguja artesanal y un carretel de hilo encerado. Los precios de venta al público son sugerentes: no sobrepasan los dos dólares.

Estas personas amenazan la imagen edulcorada de la atención a la pobreza en Cuba, donde aparentemente los pobres cuentan con un mínimo de subsistencia asegurado.

Las instituciones oficiales que atienden  (controlan) las situaciones de extrema pobreza son el Hospital Psiquiátrico de la Habana y la policía. Así, quienes habitan en la calle son marcados como locos o delincuentes, exponiéndose a   sanciones inmediatas.

Cuando visité la “Colonia” –una especie de asilo psiquiátrico–  pude ver a dos hombres encerrados en un pequeño calabozo, con muy malas condiciones higiénicas. Estaban encerrados solo por haber “reincidido” como limpiadores de parabrisas en los semáforos de la capital.

Los indigentes se reconocen por el nombre de sus provincias de origen. Uno –apodado “Ciego de Ávila”- me confesó que muchos de ellos intencionalmente destruyen sus carnés de identidad para evitar que las autoridades los “clasifiquen.”

Las clasificaciones van desde enfermos psiquiátricos hasta vagos. Cada una implica cierta sanción, que puede llegar hasta el ingreso obligado en una institución psiquiátrica o la retención injustificada en una estación de policía. En la mayoría de los casos no se hace un diagnostico riguroso.

Continuará.

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