Ese machismo cotidiano de los comentaristas deportivos cubanos

Yenisel Rodríguez Pérez

HAVANA TIMES — Las trasmisiones de las Olimpiadas de Londres por la televisión nacional estuvieron matizadas de opiniones prejuiciosas sobre la identidad de género en el deporte.

Aquellos criterios más discriminatorios se produjeron en deportes donde aún se excluye la participación de los hombres. Un ejemplo muy revelador fue la trasmisión del nado sincronizado.

El comentarista insinuó que el nado sincronizado no era un deporte para hombres. Afirmó que en este deporte es importante el realce de la belleza (física) y la virtud artístico-deportiva. De esta observación se desprende que la belleza masculina no existe, y que para los hombres es imposible practicar deporte y hacer arte a un mismo tiempo.

Pero no nos dejemos engañar, esto es solo la punta del iceberg.

Se hace notar que los comentaristas deportivos responden de manera indirecta a las presiones que realizan los movimientos de lucha contra la discriminación de género en Cuba.

Es un proceso complejo, donde los comentaristas se ven obligados a reducir poco a poco las modalidades deportivas sobre las cuales poder derramar un mar de perjuicios sociales. Los criterios de este tipo se reservan para aquellos deportes de proyección exclusivista que aún no han sido llevados a debate.

Cuando uno de esos deportes se democratiza, vemos entonces como desaparecen los comentarios capciosos. Así sucedió con la lucha grecorromana y la libre. Hoy los comentaristas deportivos cubanos elogian la democratización de estos deportes.

No obstante, con el boxeo femenino no sucede lo mismo. Y es que la ausencia de un consenso social sobre la idoneidad de la mujer para practicar éste deporte, permite a los comentaristas asumir con menos coherencia sus criterios sobre la igualdad de género en el boxeo.

En la actualidad consideran que éste es muy violento para la mujer.  Esta ligereza a la hora de opinar sobre las capacidades deportivas de hombres y mujeres, trae aparejada un mar de contradicciones entre los mismos comentaristas.

Sigamos con el boxeo.

Es paradójico que resalten el alto nivel de violencia física del boxeo cuando se piensa en la incorporación femenina, mientras que en el caso de los hombres se pide la eliminación del casco de protección, buscando una mayor espectacularidad en este deporte.

En sentido general es sintomático que los comentaristas deportivos descubran de manera tan eficiente aquellos espacios ausentes de debate social en los cuales pueden desempaquetar sus prejuicios.

Con el boxeo femenino pueden hacer uso de esa sobreprotección patriarcal que tiempos atrás se activaba cuando se pensaba a las mujeres practicando beisbol. Ahora que tenemos una liga nacional de beisbol femenino, es pecado hacer uso de dicha impaciencia.

Pero regresemos al tema de la discriminación masculina en el deporte.

En este caso se hace uso de una homofobia de baja intensidad. En la mira están el nado sincronizado y la gimnasia artística. Para estos comentaristas es impensable que un hombre base su maestría deportiva en la virtud sensual y artística de su cuerpo en danza.

 

 

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