Barriga llena y saludable, un reto para Cuba y el mundo

Yenisel Rodríguez Pérez

HAVANA TIMES, 3 abr — Me surge una pregunta: ¿por qué a la mayoría de la gente se le hace difícil abandonar el consumo de comida chatarra?

Existe una razón muy clara: ¡La gente no quiere renunciar a los sabores que reconoce como sabrosos!

Incluso, cuando los daños a la salud son evidentes y adquiere gran importancia el miedo a enfermar o a morir, renunciar a los sabores habituales pereciera ser algo imposible. Es como si modificar hábitos alimentarios trajera mayores desgracias al cuerpo.

Los exquisitos sabores de la comida chatarra están mediados por todo tipo de dominaciones.

El gusto por ellos es generado, en parte, por un biopoder que se ejerce eficientemente sobre los cuerpos y las mentes, desde los medios de comunicación y el Mercado.

Es algo de lo que hoy se habla mucho y que explica más del 80% de las razones que provocan el “morir por la boca.”

No obstante, existen otras razones que explican de igual modo por qué se decide comer mucho de lo malo y sabroso, y poco o nada de lo saludable.

Quizás la primera de esas razones sea la más elemental.

Sabemos que mucha gente en el mundo padece de una gran falta de alimentos proteicos y energéticos, sean saludables o no. Se padece y se muere por no acceder a ellos.

Desde esta situación se produce un contrapunteo entre elección y sobrevivencia. Este contrapunteo termina por demostrarnos que comer saludable llega a ser un privilegio al estar al alcance de unos pocos.

Lo saludable es también una mercancía destinada preferentemente a los adinerados.

Privilegio.

De aquí se desgaja otra de las razones que componen ese otro 20% que no se explica desde esa falta de carácter que hace que mucha gente no logre renunciar a la comida chatarra.

Hablamos de la posibilidad de sentirse saciado con lo que se come. Es el bienestar de la saciedad frente a la agonía perenne del sediento. Es el reclamo constante del cuerpo por los panes y los vinos multiplicados.

La comida chatarra sacia rápidamente y sin altos costo. Esto también forma parte de su sabrosura fatal.

La capacidad de saciar el hambre asigna a la comida chatarra poderes sagrados. Debido a esto mucha gente termina “muriendo por la boca.” Mueren ante la imposibilidad de saciar el hambre con comidas saludables.

Padecer hambre a cada minuto es otra forma de suicidio colectivo. Es muerte en vida.

Agonizamos a pesar de sabernos saludables.

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