Una casita en ruinas

Ilustración por Onel

Yanelys Nuñez Leyva

HAVANA TIMES — La casa donde nacieron mi padre, mis tías y una gran manada de primos y primas, se está destruyendo.

Ubicada en un pueblito perdido dentro de la actual provincia de Mayabeque, llamado Guara, esta casita de madera y techo de tejas es el reflejo del abandono y la desidia.

Me causa mucha tristeza escribir sobre esto, pues en ella y en sus alrededores viví momentos importantes.

En este lugar desarrollé mi afición por las frutas, los animales, la naturaleza.

Aprendí a trepar en árboles, a conducir bicicletas (algo que luego olvidaría), a consumir ron y cerveza.

En esta casa de mis abuelos conviví apretadamente los días festivos con una familia numerosa, enrevesada, atravesada pero a la vez entrañable y afectiva.

Allí conocí de una fe católica, no radical en cuanto a su práctica ritual, pero que si regía comportamientos y normas sociales, que eran el terror de la generación más fresca. Así como la pseudomoral que obligaba a los más jóvenes a descubrir su sexualidad en medio de matorrales y en zonas oscuras alejadas del caserío.

Pero el tiempo pasó, al igual que “un águila por el mar” y se fue llevando a padres, tíos, primos, bisabuelos… de diferentes formas: un casamiento, un viaje, un cambio de residencia, una muerte.

La casa se fue sumiendo en una tristeza que solo se interrumpía a veces con el llanto de los recién nacidos que venían de visita.

Una casa bulliciosa, que siempre se engalanaba para los días festivos, ahora solo ostenta a su entrada: un banco de parque viejo, un columpio roto y maltrecho y la huella de lo que fuese un muro perimetral de portal.

Pero la casa es solo la cara de un abandono mayor en el poblado de Guara.

Algunos espacios de entretenimiento como el cine Guaraguasi no funcionan desde tiempos inmemoriales y el círculo social o club nocturno donde antaño los jóvenes se reunían y donde se podía sentir algo de movimiento social, también ha dejado de trabajar.

Reparar una casa se hace complicado, y más cuando se pierde toda necesidad de conservarla, toda esperanza por recomponerla, y sus moradores se resignan a perderla.

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