En busca de Praga

Yanelys Nuñez Leyva

HAVANA TIMES – No es mi primera vez en la terminal 3 del aeropuerto capitalino José Martí. Pero sí la primera vez que no vengo a despedir a alguien, pues la que viaja, esta vez, soy yo.

Hay una larga fila para el check in para la Republica Checa, pero no lo sentimos. Algunos de los colegas que marchamos al curso de videoperiodismo, y sus parejas, se han reunido en el mismo sitio de la línea y como es de imaginar, hablamos de política, de Cuba, de nosotros mismos.

La discusión se acalora. Los menos interesados en participar hacemos bromas, siempre hay un miedo oculto que en el último momento el viaje se malogre.

Pero lo conseguimos. Ya estamos en la línea donde debemos quitarnos los zapatos y pasar el umbral metálico, detector de mentiras a escala humana.

Abordamos. Somos tres chicas–chicos sentados en la última hilera.  Se diría mejor: tres chicas-chicos sentados en el culo de un avión. Casi no nos conocemos, pero no importa, la ilusión del viaje nos une.

Mi primera impresión al abordar es que el avión es inmenso. Luego, la cantidad de cubanos en el vuelo. Cuentapropistas? La otra parte de los pasajeros son chinos.

Un aeromozo me pregunta si hablo inglés. Al parecer, una cubana le está pidiendo algo que él no logra entender sobre su aerolínea, y yo, cuando, la escucho, tampoco entiendo. Nada se sobre el funcionamiento de aerolíneas. Todo se queda en el aire.

Nos reímos mucho. Hay una chica-chico muy ocurrente dentro del pequeño grupo. En el ínterin comienza el despegue. Todo un trauma. Saltos, mareos, ojos lagrimeantes.
Pienso: no es posible que esto funcione así.

Aprieto la mano de mi acompañante más cercano. Él tiene una experiencia anterior de viaje. Me dice que todo irá bien.

Pero esa sensación en el estómago como de montaña rusa a punto de descarrilarse, no termina tan rápido.

El avión se anivela. Nos esperan once horas de viaje.

Me canso solo de saberlo. Pero todo está bien.
Voy camino a Praga.