Artemisia Gentileschi

Yanelys Nuñez Leyva

HAVANA TIMES — Hace pocos días concluí la lectura de uno de los libros de uso que compré, a buen precio, en la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana: la biografía de la pintora romana, Artemisia Gentileschi (1593-1653).

La referencia más profunda que tenía sobre ella la había hallado en un texto de Reynaldo González, publicado en el año 2003 en la revista “Revolución y Cultura” .

Y por lo intrigante y controvertido de su obra, no dudé en llevarme en esa oportunidad, ese ejemplar realizado por una escritora desconocida para mí, como es Rauda Jamís, también autora de una biografía de Frida Khalo, publicada por la misma editorial que ahora presentaba la de Artemisia, la “CIRCE”.

Artemisia Gentileschi y Judith decapitando a Holofernes

El libro, dispuesto por capítulos –que son titulados en su mayoría por variedades de pigmentos- narra de manera cronológica la historia de esta mujer del siglo XVII, que en su calidad de supuesto “sexo débil” y de artista, tuvo que enfrentar numerosos traumas y vicisitudes –violada por su instructor de pintura y expuesta al escándalo social del juicio que se realizó al respecto- en una época donde a la mujer no le estaba permitido, de una forma mucho más férrea que en la actualidad, una vida que no fuese de sumisión y servilismo al hombre y a la sociedad.

La biografía, escrita en primera persona, a manera de diario personal, nos muestra impresiones de Artemisia sobre la gente y el entorno que la rodeaban, sobre sus estados de ánimo, sus viajes, su sensibilidad y por supuesto, su pasión por el arte.

Para mi gusto, el libro se dilata un poco en algunos pasajes y desaprovecha la oportunidad de publicar en grandes dosis –pues en muy pequeñas, aparecen–: cartas, testimonios y manuscritos relacionados con Artemisia y que fueron consultados por la autora, según se evidencia en la “bibliografía sucinta” mostrada al final del texto.

La Gentileschi, impetuosa seguidora del tenebrismo caravaggiesco, llegó a convertirse en una pintora reconocida por importantes mecenas de su época, logrando sustentarse a sí misma y a su familia (tuvo dos hijas: Prudenza y Porzia) con su trabajo artístico.

En palabras de Rauda Jamís, Artemisia se veía “tan solo como una pintora, una humilde servidora de un arte que era una clave más en la búsqueda de la verdad” .

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