Ariel Urquiola y su montaña mágica

La montaña mágica

Yanelys Núñez Leyva

Fotos: Francesc

HAVANA TIMES – Conozco al Ariel* expulsado de la Universidad de La Habana, al que estuvo junto a mí y otros amigos en el Tribunal Municipal cuando reclamé por mi arbitrario despido de la revista Revolución y Cultura, centro donde trabajé desde el 2012 hasta el 2016.

Conozco al Ariel que hizo huelga de hambre frente al Instituto de Oncología para exigir la medicina de su hermana; al Ariel sancionado por un año luego de ser víctima de varias provocaciones y de acoso por parte de la Seguridad del Estado cubana; al Ariel que hizo una segunda huelga de hambre durante 16 días con el objetivo de recobrar su libertad física; al Ariel que Amnistía Internacional declaró prisionero de conciencia. Conozco al Ariel sabio, fuerte, capaz, al hombre fascinado por la naturaleza, al beligerante.

Ariel y la hora de comer.

Pero no conocía al Ariel campesino. Al cultivador de café, de caña, de árboles frutales. Al Ariel que no ceja un solo minuto en el cuidado de la gran variedad de animales que posee en su finca. No conocía al Ariel de la montaña mágica.

En días pasados pude acompañarlo. Pude trabajar un poquito a su lado. Pude sentir su preocupación por un cabrito enfermo. Pude memorizar sus pequeñas manías. Su rutina. La hora de la champola. La hora de la medicina de las gallinas. La hora de la leche en biberón para el cabrito. La hora en que las yeguas se asoman a la puerta buscando su comida. La hora en que las vacas se aglomeran para beber agua. La hora en que Ariel vocea: ti titititiii tititi para llamar a las aves y darles el maíz.

Ariel no se detiene. La finca fue afectada por los vientos del mismo tornado que arrasó con Regla, Guanabacoa y otros barrios capitalinos. Solo tiene unos minutos de sobremesa para conversar sobre por qué NO VOTARÁ el próximo 24 de febrero o sobre por qué en Cuba no hay pescado.

Ariel nos advierte constantemente que debemos mirar al suelo, que hay animales pequeños. Gatos, pollos, hasta lagartijas que regularmente alimenta.

Ariel nos enseña cómo deshojar una penca de palma con rapidez, pues las vacas esperan ansiosas.

Veo como Ariel realiza una cura a un pollito recién nacido. Sus manos son intrépidas. No hay nervios. Y también veo la sobrevivencia del pollito al día siguiente de la cirugía(?).

Seguro a Ariel no le gustará que hable de él como si fuera un héroe, ni que este post esté demasiado endulzado (discúlpame de antemano). Pero Ariel merece elogios y también mucha más ayuda de la que tiene.

Ojalá este diario funcione para que otras manos vayan en apoyo de su proyecto. Viñales vive un momento raro. Tiene un tipo de turismo que me provoca recelo. Espacios como el de Ariel nos brindan algo de esperanza. La preservación de la fauna y la flora de un territorio tan rico es una tarea compleja, y más cuando tantas personas no le ven potencial económico – sin esfuerzo físico – a corto plazo.

*Me refiero al Doctor Ariel Ruiz Urquiola.

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